Adéntrate en la helada tierra de nadie a eso de
Las cinco de la mañana, en el vacío incoloro
Donde la cabeza despertadora[173] asalta el cenagoso lote
De los sulfurosos paisajes oníricos y de los oscuros enigmas lunares
Que, al soñarlos, parecían significar algo profundo, crucial,
Preparada ya para afrontar esta creación prefabricada
De sillas, escritorios y sábanas retorcidas por el sueño.
Éste es el reino de la aparición mortecina, desvaída,
Éste el fantasma oracular que va menguando sobre sus piernas de alfiler
Hasta volverse un nudo de ropa blanca, con un clásico hato de sábanas
Alzado, a modo de mano, en emblemática señal de despedida.
En ese cruce entre dos mundos y dos modos de tiempo
Absolutamente incompatibles, la cruda materia
De nuestros vulgares pensamientos asume la aureola
De la gloriosa revelación. Y así se marcha.
La silla y el escritorio son los jeroglíficos
De alguna divina declaración que las cabezas despertadas ignoran:
Así, estas sábanas expuestas, antes de quedar en nada,
Nos hablan, en su lenguaje de signos, de una ultratumba perdida,
De ese otro mundo que perdemos nada más despertar.
Arrastrando sus delatores andrajos tan sólo hasta el confín
Más alejado de nuestra mundana visión, este espectro se despide
Alzando la mano, adiós, adiós, no bajando
A la molleja rocosa de la tierra, sino
A una región donde nuestra densa atmósfera
Merma, y sabe Dios lo que hay.
Un signo de exclamación marca ese cielo
Con su resonante color naranja, como una zanahoria estelar.
Su redonda conclusión, desplazada y verde,
Cuelga a su lado, el primer punto, el inicial
Punto del Edén, junto a la curva de la luna nueva.
Pero vete ya, fantasma de nuestra madre y de nuestro padre, fantasma
De todos nosotros, y también de nuestros sueños infantiles,
Con esas sábanas que significan nuestro principio y nuestro fin,
A la tierra de la nube del cuco poblada de ruedas de colores,
De prístinos alfabetos y vacas que mugen
Y mugen mientras saltan por encima de unas lunas tan nuevas
Como la cúspide flamante hacia la que viajas ahora.
Salve y adiós. Hola, hasta nunca. Oh guardián
Del profano grial, de la calavera soñadora.