69. YADWIGHA, SOBRE UN DIVÁN ROJO, ENTRE LIRIOS[156]

UNA SEXTINA[157] PARA EL ADUANERO

Yadwigha, los literalistas se preguntaron entonces

Por qué diablos yacías tumbada en ese diván barroco

Tapizado de terciopelo rojo, ante la mirada de un par

De tigres en libertad y de una luna tropical,

Plantado en medio de una intrincada espesura de verdes

Hojas acorazonadas, como de catalpa, y de esos lirios

De tamaño monstruoso, tan distintos de los bien criados.

Al parecer, aquellos críticos cuadriculados pretendían

Que eligieses entre tu mundo de jungla exuberante

Y el remilgado beau monde del diván rojo,

Con su lujoso bric-à-brac[158] pero sin esa luna

Que te hace tan radiante, sin la mirada

De esos tigres amansados por tus pupilas negras

Y tu cuerpo, más blanco que su ribete de lirios:

Ellos habrían tapado la luna con seda amarilla,

Aplastado las hojas y los lirios hasta volverlas papeles

De decoración o, como mucho, un tapiz de mille-fleurs tras de ti.

Pero el diván se obstinó en quedarse en su jungla: rojo sobre verde,

Rojo sobre cincuenta tonos de verde, resplandeciendo

Y desafiando con ferocidad las miradas prosaicas.

Así que Rousseau, para explicar por qué el diván rojo

Estaba en el cuadro entre los lirios, los tigres,

Las serpientes, el encantador con su flauta,

Las aves del paraíso, la luna llena y tú,

Dijo que reposabas, soñando bajo la luna llena,

En un diván de terciopelo rojo en tu tocador de verdes

Mosaicos; que, escuchando el sonido de la flauta,

Imaginabas estar lejos, bajo la mirada de la luna,

En una jungla de aguamarina; que unos brillantes lirios

Grandes como lunas cabeceaban alrededor de tu diván;

Y que, en ese viaje imaginario —les dijo Rousseau a los críticos—,

El diván iba contigo. Sólo entonces aceptaron ellos el diván bajo la luna,

La canción del encantador de serpientes y los gigantescos lirios,

Y contaron, maravillados, las decenas de tonos verdes que había.

Pero Rousseau, en privado, le confesó a un amigo que su mirada

Estaba tan poseída por el resplandeciente rojo del diván

En el que tú, Yadwigha, posabas, que te pintó en él para regalarse

La vista con ese rojo —¡y qué rojo!—, bajo la luna

Y en medio de esos verdes y de esos enormes lirios

27 de marzo de 1958