66. VIRGEN EN UN ÁRBOL[145]

¡Qué instructiva resulta esta ácida[146] y burlesca

Fábula! Una parodia de esa moral de ratonera[147],

Establecida por los refranes cosidos a los muestrarios,

Que aprueba el que las jóvenes perseguidas[148] se suban a un árbol

Y adopten el hábito[149] de la corteza color negro-monja

Que desvía todas las flechas amorosas.

Para envainar la figura de la virgen en una funda de madera

Que desconcierte a su acosador, ya sea éste un sátiro con patas de cabra

O un dios aureolado. Desde que aquella primera Dafne

Cambió su incomparable espalda[150]

Por el pellejo[151] de un laurel, el respeto se enrosca

A sus duros miembros como la hiedra: los labios puritanos

Claman: “Alabemos a la Siringa cuyas objeciones

Le granjearon esa piel de sapo, esa médula pálida

Y ese acuoso lecho de junco. ¡Mirad,

Mirad cómo esa armadura de agujas de abeto protege

A Pitis del asalto de Pan! Y aunque la edad haga caer

Sus frondosas coronas, su fama se eleva al cielo,

Eclipsando a la de Eva, Cleopatra y Elena de Troya:

Pues ¿cuál de éstas podría hablar

En favor de una costumbre que constriñe

Los blancos cuerpos con un corsé de madera, desde la raíz a la copa

Sin rostro, sin forma, las flores de sus pezones cubiertas

Por un sudario, abiertas tan sólo para amamantar a la oscuridad?

Únicamente ellas, las que se conservan puras y santas

Edifican un santuario para atraer

A las vírgenes novicias, poniendo sus labios y sus miembros

Al servicio de la castidad: como los profetas, como los predicadores,

Ellas cantan la serena y seráfica belleza

De las vírgenes en pro de la virginidad”.

Seguro que las horribles solteronas y los estériles caballeros

Están ahora mismo cerrando un pacto semejante,

Para mantener apresada en su cepo toda la gloria,

Mientras tú grabas al aguafuerte, en el cristal interior de tu ojo,

Esta virgen sometida a su instrumento de tortura:

Ella, madura y desplumada, demasiado

Larga, yace tendida en las tortuosas ramas: podrida

Ya, con su cara de amargura, sus dedos

Rígidos como los vástagos secos, y su cuerpo inexpresivamente

Ladeado, se lamentará y se despertará

Convertida en el retoño del Día del Juicio. La desgana

Deja en sus labios caídos ese regusto a limón:

Sin lengua, el brillante jugo de la belleza se agria.

Retorciéndose, el árbol remedará esta burda anatomía

Hasta que la rama de la ironía se rompa.