Por arriba, la aulaga acaracolada, cenceña,
Las hierbas allanadas por las ovejas,
La pared de piedra y la parhilera se yerguen
Como una proa a través de los manchones
De niebla en esta hinterland a la que muy pocos
Caminantes llegan:
Hogar de inaprensibles
Urogallos y conejos centelleantes,
Donde el aliento recobrado, las botas altas
Ayudan a subir una colina
Tras otra, y a cruzar la turba encharcada.
Aquí descubrí el páramo desnudo,
Un clima incoloro,
Y la Casa de Eros,
De dinteles bajos, no un palacio.
Ahora tú, la más afortunada,
Da cuenta de estos blancos pilares, de este cielo añil,
De estos espectros, con afecto.