Siempre están con nosotros, las personas escuálidas,
Más exiguas en dimensión, como los personajes
Grises de la pantalla. Esas personas
Son irreales, solemos decir:
Sólo existían en las películas, sólo existían
En aquella guerra que provocaba perversos titulares, cuando nosotros
Éramos pequeños e ignorábamos que ellas pasaban hambre
Y crecían así de esmirriadas, sin llegar nunca a redondear
Sus esqueléticos miembros, a pesar de que la paz
Sí que engordaba los vientres de los ratones,
Incluso bajo las mesas más míseras.
Fue durante la larga batalla de la hambruna
Cuando descubrieron su talento para perseverar
En su delgadez e infiltrarse luego
En nuestras pesadillas, amenazándonos
No con armas, no con improperios,
Sino con su delgado silencio.
Envueltas en pellejos de burro comido por las pulgas,
Vacías de quejas, bebiendo vinagre
Por siempre en sus tazas de hojalata, acarreaban
La insufrible aureola del chivo expiatorio
Arrastrado por su sino. Pero una raza
Tan enjuta, tan consumida no podía permanecer mucho tiempo
En nuestros sueños, no podía seguir siendo esa insólita cuerda de víctimas
En el país reducido de nuestras cabezas,
Como tampoco podía ya la vieja en su choza de barro
Seguir cortando tajadas de carne
Del costado de la generosa luna, cuando ésta
Hollaba de noche su patio
Para que ella le mondase
Otra peladura de su escasa luz.
Ahora las personas escuálidas
No se esfuman cuando la grisura
Del alba azulea, enrojece, y el contorno
Del mundo se clarea henchido de color, no. Ellas
Persisten en el cuarto iluminado por el sol: el papel del friso
De la pared, decorado con rosas y acianos, palidece
Bajo las sonrisas de sus labios delgados,
Bajo su ajada realeza.
¡Y cómo se sostienen, las unas a las otras!
Nosotros no poseemos yermos tan extensos ni tan profundos
Como para fortificarnos contra el asedio de sus duros
Batallones. Mirad, mirad cómo los troncos de los árboles se aplanan
Y pierden ya sus buenos colores marrones
Sólo con que ellas, las personas escuálidas, se yergan en el bosque,
Haciendo que el mundo adelgace como un nido de avispas
Y se vuelva más gris, sin tan siquiera mover un hueso.