50. LAS PERSONAS ESCUÁLIDAS[108]

Siempre están con nosotros, las personas escuálidas,

Más exiguas en dimensión, como los personajes

Grises de la pantalla. Esas personas

Son irreales, solemos decir:

Sólo existían en las películas, sólo existían

En aquella guerra que provocaba perversos titulares, cuando nosotros

Éramos pequeños e ignorábamos que ellas pasaban hambre

Y crecían así de esmirriadas, sin llegar nunca a redondear

Sus esqueléticos miembros, a pesar de que la paz

Sí que engordaba los vientres de los ratones,

Incluso bajo las mesas más míseras.

Fue durante la larga batalla de la hambruna

Cuando descubrieron su talento para perseverar

En su delgadez e infiltrarse luego

En nuestras pesadillas, amenazándonos

No con armas, no con improperios,

Sino con su delgado silencio.

Envueltas en pellejos de burro comido por las pulgas,

Vacías de quejas, bebiendo vinagre

Por siempre en sus tazas de hojalata, acarreaban

La insufrible aureola del chivo expiatorio

Arrastrado por su sino. Pero una raza

Tan enjuta, tan consumida no podía permanecer mucho tiempo

En nuestros sueños, no podía seguir siendo esa insólita cuerda de víctimas

En el país reducido de nuestras cabezas,

Como tampoco podía ya la vieja en su choza de barro

Seguir cortando tajadas de carne

Del costado de la generosa luna, cuando ésta

Hollaba de noche su patio

Para que ella le mondase

Otra peladura de su escasa luz.

Ahora las personas escuálidas

No se esfuman cuando la grisura

Del alba azulea, enrojece, y el contorno

Del mundo se clarea henchido de color, no. Ellas

Persisten en el cuarto iluminado por el sol: el papel del friso

De la pared, decorado con rosas y acianos, palidece

Bajo las sonrisas de sus labios delgados,

Bajo su ajada realeza.

¡Y cómo se sostienen, las unas a las otras!

Nosotros no poseemos yermos tan extensos ni tan profundos

Como para fortificarnos contra el asedio de sus duros

Batallones. Mirad, mirad cómo los troncos de los árboles se aplanan

Y pierden ya sus buenos colores marrones

Sólo con que ellas, las personas escuálidas, se yergan en el bosque,

Haciendo que el mundo adelgace como un nido de avispas

Y se vuelva más gris, sin tan siquiera mover un hueso.