Durante todo el negro invierno, los rojos acerolos resistieron
El asalto de las ventiscas que lanzaban los severos cielos,
Y, brillantes como gotas de sangre, demostraron que un árbol valiente
Nunca muere si su raíz es fuerte y su resolución firme.
Ahora, mientras la verde savia asciende por el tronco en forma de chapitel,
Los arbustos asombran nuestros ojos con unas flores tan blancas
Como si brotasen del mismísimo báculo de José[99], evidenciando
Que la belleza nacida de la audacia es mucho más valiosa.
Por eso, cuando los tenaces descendientes de la isla decidieron
Abandonar su hogar y su tierra para arar su peregrinaje
Surcando el lóbrego e inseguro Atlántico,
Se acordaron de los blancos y triunfantes ramos
De los acerolos, y, con anhelo de persistir,
Bautizaron su barco con ese nombre, en honor de la flor de mayo.