43. CEMENTERIO EN NOVIEMBRE[89]

La obstinada escena persiste: los árboles avarientos atesoran

Las hojas del año que se va, reacios a llorar su muerte, a vestir el sayal[90]

O a transformarse en dríades elegíacas, mientras la austera hierba

Guarda para sí la dura esmeralda de su esencia,

Por mucho que la pomposa mente desprecie

Tal pobreza. Los gritos de los muertos

No florecen nomeolvides entre las losas

Que pavimentan este camposanto. Aquí es la honesta podredumbre

La que descose el corazón, monda el hueso hasta liberarlo

De la vena ficticia. Cuando un escueto esqueleto

Viene a sumarse a lo real, todas las lenguas de los santos se deshacen

En silencio: las moscas no ven resucitar a nadie bajo el sol.

Observa, pues, observa bien este paisaje esencial

Hasta que tus ojos urdan una visión deslumbrante en el viento:

Sea cual sea la pérdida que destellan los condenados

Espectros, aullando en sus sudarios por el páramo,

Ensalza la jauría[91] de la mente famélica

Que puebla el cuarto desnudo, el aire vacío, desocupado.