Desde mi ático alquilado, sin tierra
De mi propiedad salvo las motas del aire,
Maldigo la plomiza perspectiva
De idénticas casas grises con idénticos ladrillos grises,
Tejas anaranjadas, chimeneas anaranjadas,
Y veo la casa de enfrente, como entre varios
Espejos, engendrando un pasillo
Espectral de réplicas inanes,
Escasamente habitadas.
Los terratenientes, en cambio,
Poseen sus propias raíces de col, su espacio estelar,
Su paz inherente. Esta verdad esencial convierte
Mi mirada llena de reflejos, de consideraciones,
En la mirada de un espectro envidioso que definiese
La muerte como una raíz imponente en una extensión de tierra,
La vida como su propio vagar vaporoso.