35. SOLTERA

Aquella muchacha peculiar,

Durante un ceremonioso paseo abrileño

Con su último pretendiente,

Se sintió, de pronto, intolerablemente atacada

Por la caótica algarabía de los pájaros

Y la camada de hojas.

Afligida por aquel tumulto, la joven

Notó que los gestos de su novio alteraban el aire,

Que su andar era errático y desigual,

Mientras cruzaban un campo infestado de helechos y de flores,

Y pensó que los pétalos estaban desordenados,

Que la estación en sí era de lo más zarrapastrosa.

¡Ah, cómo añoró entonces el invierno!

Esa época escrupulosamente austera en su orden

De blanco y negro, de hielo y roca,

En la que cada sentimiento tiene sus límites,

Y la helada disciplina del corazón

Es exacta como un copo de nieve.

Pero eso —todo aquel retoñar

Tan indómito, que sacudía sus cinco sentidos comunes de reina

Convirtiéndolos en una mezcolanza vulgar y abigarrada—

Era una traición insoportable. Allá ellos, los idiotas

Que se tambalean mareados por el barullo de la primavera.

Ella se alejó pulcramente de aquel manicomio,

Levantó alrededor de su casa

Una barricada de alambre de púas, para frenar

El motín de aquella estación sediciosa

Y desalentar a cualquier rebelde que intentara penetrarla

Con imprecaciones, puñetazos, amenazas

O incluso pruebas de amor.