32. LA CORNADA[67]

El polvo de la plaza teñido de orín mate por la sangre de cuatro toros;

La tarde que acabó mal, bajo la truculencia de la multitud;

La muerte ritual chafallada constantemente entre los capotes caídos, las estocadas mal dadas,

Y el anhelo más fuerte parecía ser un anhelo de ceremonia. Obeso, oscuro

Rostro, con sus lujosos dorados, borlas, pompones y coleta, el picador

Aguantó la embestida del quinto toro sujetando la pica y fincándola despacio,

Hasta la vara, en la cerviz del toro. Nada de arte: pura y fastidiosa rutina.

El instinto artístico sólo se despertó cuando la turba enmudeció de golpe porque los cuernos

Del animal habían lanzado al aire la masa informe de un hombre. Todo ello muy formal, fluido como una danza.

La sangre que manó indefectiblemente resarció a la multitud del aire cargado de polvo, de la vulgaridad de la tierra.