¿Y qué si las hojas verdes tan sólo atestiguan
Que este pacto ha sido hecho por una sola vez? ¿Qué importa
Que el búho pronuncie un mero “sí”, mientras las vacas profieren
Sus suaves mugidos de aprobación? Dejad que el sol, vestido con su túnica de fulgor,
Se yerga firme y fecundo para loar a estos recién casados
Cuyo austero acto enlaza sus dos fortunas venideras.
Arrellanados todo el día en sus claustros de ortigas
Yacen, mientras la hierba recién cortada asalta sus sentidos
Con regusto; acoplada así, como el mismísimo parangón de la constancia,
Esta pareja anhela conquistar un estado singular a partir de esta batalla dual.
Ahora pronuncian un sacramento para alejar cualquier escrúpulo
Por este enlace realizado en la idónea capilla del amor.
Convocad aquí a todas las aves en vela para que pueblen con sus alados colores
Las naves laterales cubiertas de retoños; dirigid el coro de las lenguas babélicas
De los animales, para que proclamen: “¡Mirad ese batir de alas
Montando la guardia de honor para ellos!”. Estrellada de palabras,
Dejad que la noche bendiga este prado de tréboles enraizados en la dicha
Donde, enlazados como ángeles, los dos arden en una sola fiebre.
A partir de este día santo, todos los granos de polen
Esparcirán a los cuatro vientos una semilla tan extraña
Que cada soplo de aliento, henchido así, hará que la tierra
Engendre los frutos, las flores, los niños más hermosos, una legión
Que acabará con los vástagos de los dientes del dragón[61]: haciendo esta promesa,
Dejad, pues, que la carne se entreteja, y que cada paso resuene con fama.