“He renunciado a las hojas de té,
Y esa raya torcida
En la palma de la reina
Ya no me concierne.
En mi negro peregrinaje,
Esta bola de cristal con agujeros lunares
Se romperá antes de serme útil;
En lugar de graznar
Lo que está por venir,
Mis queridos cuervos han volado.
Abjuro de esos trucos visuales heladores
Y de todo cuanto he enseñado
En contra de la flor en la sangre:
Ni la riqueza ni la sabiduría están
Por encima de la simple vena,
De la franca y directa boca.
Regresa, pues, a tu bisoña juventud
Antes de que el tiempo se te acabe,
Y conságrate a hacer el bien
Con tus blancas manos”.