17. FAUNO[40]

Irguiendo sus ancas como de fauno, gritó ¡eh!, en aquel soto

Revestido del fulgor de la luna y la escarcha de los pantanos,

Hasta que todos los búhos de todas las ramas aletearon

Para apartar la oscuridad, para mirar y cavilar

Sobre el llamado que aquel hombre había hecho.

Ningún otro sonido, salvo el de aquel tipo[41] borracho

Que se tambaleaba por la orilla del río, camino de su casa.

Las estrellas colgaban hundidas en el agua: una hilera

Doble de ojos de estrella iluminando

Las ramas donde los búhos se habían posado.

Una arena de pupilas amarillas

Observó cómo el hombre se fue transformando,

Vio endurecerse las pezuñas en los pies, vio brotar

Los cuernos de cabra. Vio cómo el dios se levantaba

Y se internaba en el bosque galopando, de esa guisa.