“Venga señora, traiga esa olla
Negra de tan deslucida que está,
Y cualquier otra cazuela a la que este maestro remendador
Pueda devolver su forma y su aspecto relucientes.
Arreglaré cualquier desperfecto
Que tenga su vajilla de plata,
Y dejaré esa marmita de cobre
Que arde en su fogón
Brillante como la sangre.
Venga señora, traiga ese rostro
Que ha perdido su lustre.
Los ojos que el tiempo ha ofuscado con su hollín
Volverán a centellear
Por unas pocas monedas.
No hay forma tan combada,
Espalda tan torcida ni pierna tan zamba
Que Jack el Hojalatero no pueda
Transformar de bruja en princesa.
Sea cual sea el daño
Que el fiero fuego le ocasionase,
Jack retocará la pieza
Hasta dejarla como nueva.
¿Una cicatriz profunda
En un corazón destrozado?
Jack la apañará.
Y si hay por aquí algunas
Jóvenes esposas todavía joviales,
Todavía lozanas, hermosas,
Cuyas labores aún no hayan ahumado
Del todo esa fina piel que comienza
A marchitarse a causa de su intenso ardor,
Permitan que antes de marchar
Sea yo, el humilde Jack, quien las inflame”.