12. CANCIÓN PARA UN DÍA DE VERANO

Paseando por el pantano y la campiña

Con mi verdadero amor agreste,

Vi cómo un lento rebaño de vacas movía

Sus cascos blancos en su día de crucero;

La dulce hierba brotaba para que ellas la pastasen.

El aire centelleaba para la mirada:

Más allá, en lo alto de lo azul,

Las nubes guiaban un hato[34] reluciente;

Volando a nuestro lado, las alondras

Acudieron en alabanza de mi amor.

El fulgor martilleante del mediodía

Se apoderó de mi corazón como si

Fuese una hoja de punta verde,

Encendida por el placer de mi amor

En un ardiente llamarada.

Y así, juntos, charlando, atravesando

El aire meloso de aquel domingo,

Paseamos (y aún paseamos por allí,

Lejos de la magulladura del sol).

Hasta que se alzaron las nieblas nocturnas.