Paseando por el pantano y la campiña
Con mi verdadero amor agreste,
Vi cómo un lento rebaño de vacas movía
Sus cascos blancos en su día de crucero;
La dulce hierba brotaba para que ellas la pastasen.
El aire centelleaba para la mirada:
Más allá, en lo alto de lo azul,
Las nubes guiaban un hato[34] reluciente;
Volando a nuestro lado, las alondras
Acudieron en alabanza de mi amor.
El fulgor martilleante del mediodía
Se apoderó de mi corazón como si
Fuese una hoja de punta verde,
Encendida por el placer de mi amor
En un ardiente llamarada.
Y así, juntos, charlando, atravesando
El aire meloso de aquel domingo,
Paseamos (y aún paseamos por allí,
Lejos de la magulladura del sol).
Hasta que se alzaron las nieblas nocturnas.