7. CRUZANDO EL CANAL

En la cubierta azotada por la tormenta, las sirenas del viento maúllan;

Cada vez que se escora, se sobresalta y se estremece, nuestro barco

De proa redonda avanza hendiendo la furia; oscuras como la ira,

Las olas asaltan, embisten su casco pertinaz.

Flagelados por la espuma, aceptamos el desafío, nos aferramos

A la barandilla, entrecerramos los ojos cara al viento preguntándonos

Un alba clara como el cuarzo,

Centímetro a centímetro brillante,

Dora toda nuestra avenida,

Y, emergiendo de la azul disolución

De la Bahía de los Ángeles,

Sale una redonda sandía roja: el sol.

Cuánto más resistiremos; pero, al mirar más allá, la vista neutral

Nos revela que, fila tras fila, los mares hambrientos avanzan.

Abajo, destrozados por las sacudidas y las náuseas, yacen los viajeros

Vomitando en unas escudillas color naranja brillante; un refugiado

Vestido de negro, en posición fetal, se revuelca entre el equipaje,

Con una mueca de dolor bajo la rígida máscara de su agonía.

Nosotros, lejos del hedor dulzón de ese aire peligroso

Que delata a nuestros compañeros, nos helamos

Y maravillamos ante la indiferencia aplastante de la naturaleza:

Qué mejor manera de poner a prueba nuestro férreo carácter

Que afrontar estas embestidas, estas fortuitas ráfagas de hielo

Que luchan como ángeles contra nosotros; la mera posibilidad

De llegar a puerto atravesando este flujo estruendoso nos impulsa

A ser valientes. Los marineros azules proclamaron que nuestra travesía

Estaría llena de sol, gaviotas blancas y agua empapada

De centelleos multicolores; pero, en vez de eso, las sombrías rocas

Emergieron enseguida, balizando nuestro trayecto, mientras el cielo

Se cuajaba de nubarrones y los acantilados calizos palidecían

Con la repentina luz de este día infausto.

Ahora, libres, por una extraña casualidad, del mal común

Que abate a nuestros hermanos, adoptamos una postura

Más burlona que heroica, encubriendo nuestro pavor

Naciente ante esta insólita trifulca incontrolable:

La humildad y el orgullo se derrumban; la extrema violencia

Destruye todos los muros; las propiedades privadas se resquebrajan,

Saqueadas ante el ojo público. Finalmente, renunciamos

A nuestra suerte exclusiva, obligados por nuestro lazo, por nuestra sangre,

A mantener una suerte de pacto inexpresado; quizás no sirva de nada

O aquí esté de más el preocuparse, pero nosotros debemos hacer

Ese gesto, inclinar y llevarnos las manos a la cabeza.

Y así navegamos rumbo a las ciudades, las calles y las casas

De otros seres humanos, donde las estatuas celebran actos valerosos,

Realizados en la paz y en la guerra; todos los peligros acaban:

Las costas verdes aparecen; reasumimos nuestros nombres, nuestro equipaje

Cuando el muelle pone fin a nuestra breve gesta; ninguna deuda

Sobrevive al arribar; desembarcamos por la pasarela rodeados de extraños.