1° de mayo[23]: llegaron dos a una braña de esta guisa:
“Un prado repleto de margaritas”, dijeron a la vez,
Como si fueran uno; así que buscaron dónde tumbarse,
Saltando la cerca de púas, cruzando entre un rebaño de vacas marrones.
“Ojalá no haya ningún campesino beldando”, dijo ella;
“Y que el alba nos proteja”, añadió él.
Junto a un matorral de endrinos, un puñado de flores,
Tiraron sus abrigos, se acostaron en el verde.
Abajo: un estanque de agua quieta;
A través: la colina de punzantes ortigas;
Luego, a la fuerza, el ganado pastando mudo;
Encima: nube blanca, aire blanco con hojas espectrales.
Durante toda la tarde, estos amantes yacieron juntos
Hasta que el sol pasó de cálido a pálido,
Y el dulce viento cambió de aire, sopló dañino:
Las crueles ortigas le picaron a ella en los tobillos desnudos.
Triste, y aún más enfadado, porque la tierna piel
Hubiese aceptado una herida tan vil,
El pisoteó y aplastó los tallos contra la tierra
Que había lastimado a su querida moza.
Y ahí va ahora, por su recto y justo camino,
Decidido, por su honor, a marcharse,
Mientras ella se queda ardiendo, rodeada de veneno,
Aguardando a que se le pase ese otro escozor más intenso.