CAPÍTULO 62
Adiós con el corazón

Vivimos en un mundo contradictorio en el que triunfan los opuestos. Por una parte, el sexo se practica más que nunca (o más abiertamente que nunca) y está presente en todas las facetas de la vida; por otra, el propio exceso de sexo produce apatía y hartazgo.

Después de los esplendores del Imperio romano, con sus bacanales, sus orgías y sus cultos a Venus y Príapo, llegaron los cristianos con su obsesión por el pecado. En estos tiempos confusos, de sensualidad exacerbada por una parte y de profilaxis, apatía y miedo al sexo por otra, ¿qué sucederá?, ¿cómo evolucionará el sexo en el futuro? ¿Estamos evolucionando más allá del sexo?

Hemos llegado al punto en que la humanidad puede controlar su propia evolución… no mediante el sexo, sino a través de la ingeniería genética. La fertilidad con hormonas, las fecundaciones in vitro (FIV), los óvulos de alquiler y otras técnicas han abierto el camino. Y, por si ello fuera poco, estamos cerca de fabricar vida artificial.

¿Vivimos la decadencia del sexo reproductivo? Probablemente. Ya mismo empezarán a fabricarnos en laboratorio, por encargo, y ni siquiera habrá un papa en Roma que proteste (las profecías de san Malaquías aseguran que tienen los días contados). Por lo pronto, el varón occidental produce sesenta millones menos de espermatozoides por mililitro de semen que hace un siglo[575].

Lo que no está en peligro es el sexo recreativo, la lujuria. Mientras el sexo produzca orgasmos, y las caricias, bienestar y gustito, el mono y la mona salidos los buscarán con avidez.

A la igualdad de derechos y obligaciones que ha alcanzado (o aspira a alcanzar) la mujer moderna ninguna persona razonable puede oponerse. No obstante, como hemos visto, la relación hombre-mujer no se puede establecer sobre una base estrictamente igualitaria sencillamente porque no somos iguales, porque «los hombres y las mujeres de hoy son diferentes se diga lo que se diga. Sí, se han equiparado los derechos, el trabajo, la educación y, en general, las manifestaciones externas de la vida, pero sus comportamientos, actitudes y modo de ver la vida son diferentes»[576].

—¿Qué depara el futuro a las relaciones intersexuales, a esta sociedad de hombres y mujeres?

De que sepamos defender los mismos derechos dentro de nuestra diversidad depende nuestra felicidad como especie. Que ustedes lo vean y, si no, las generaciones venideras.

Anuncio, 2011.

—Un remate muy bonito —dijo Blas Burnout, el del videoclub—. Buenas palabras y razonables razones. Mi único consuelo es pensar que para cuando los chinos se adueñen de todo esto tendrán que lidiar con la multiculturalidad amorosa que les vamos a dejar en herencia. Allá se las apañen.

—Una visión más bien pesimista —le reproché. Iba a rebatírsela con buenas palabras y razonables razones, pero me lo pensé mejor y me dije: «¿Para qué?» Yo vengo a La Inmaculada Concepción de María’s a relajarme tras ocho horas en mi consulta de terapeuta aficionado.

Me volví al moro y le dije:

—Mohamed, deja en paz el jamón y ponme un cóctel Isabelilla[577]. Ya sabes, agitado, no mezclado.

FIN