El sexo recreativo se ha convertido en uno de los grandes pasatiempos del mundo moderno. Hoy, a pesar de todo lo expuesto en las páginas precedentes, se copula más que nunca, aunque tan mal como siempre, confundiendo cantidad con calidad, sin tener en cuenta que sexo es a erotismo lo que hambre a gastronomía.
España, en su calidad de centinela de Occidente, se precia de ser uno de los países más avanzados y tolerantes en materia sexual, con su Ley del Aborto, que protege incluso a jovencitas de dieciséis años, su matrimonio entre homosexuales (más de trece mil bodas en cuatro años), sus talleres de masturbación institucionales[525], y el mantenimiento de la ancestral impunidad de los curas pederastas. Añadamos a ello que nuestra Ley de Reproducción asistida, la más tolerante del mundo, ofrece a lesbianas extranjeras la posibilidad de combinar la preñez con el atractivo turístico[526].
Los españoles hemos recorrido un largo camino desde el nacionalcatolicismo de nuestros abuelos. Hoy el sexo recreativo está en alza y lo impregna todo: la publicidad, los espectáculos, las relaciones laborales o sociales… incluso las manifestaciones religiosas[527].
La prostitución constituye uno de los negocios más prósperos de nuestro tiempo y hasta se anuncia en los periódicos y en los paneles publicitarios: «La casita de las muñecas. Venga a descubrir lo que es el placer atendido por 20 bellísimas señoritas 20. Nueva gerencia. Material renovado».
Una consecuencia de la mundialización es que los dos primeros placeres del hombre, la comida y el sexo, traen lo exótico a pie de calle. Del mismo modo que tenemos restaurantes chinos, vietnamitas, japoneses, parrillas argentinas y todo eso, contamos con ofertas eróticas de similar exotismo: «Japonesa Hong Kong. Todos los servicios. Masaje oriental»; «Alexia, rusa exuberante. Boca de fuego. Busco hombre ardiente para hacerle la perestroika»; «Silena, africana, hembra selvática. Si eres mi Tarzán, tráeme tu liana. 24 horas. Masaje tamtam».
El sexo, en suma, se ha convertido en un objeto de consumo[528]. Aumentan en cantidad y audiencia los telebasureros en los que pedorras trotacamas y pedorros musculados pregonan sus coitos, cuernos, rupturas y reconciliaciones transmitiendo la impresión de que no hay otra cosa en la vida.
Consoladores con la revista Sexologies en un quiosco de Barcelona (2010).