No quiero pasar adelante sin administrar unos cuantos consejos a las mujeres, porque me consta que algunas leerán este libro (siempre van a lo prohibido, como las moscas a la miel) aparte de mi agente y mi editora, además de mis familiares más cercanos.
Usted, querida amiga, a menudo se queja de que su marido la tiene abandonada, que le da más importancia al trabajo o a la Liga de fútbol que a usted, que no la saca de casa, que incluso el otro día le tuvo que llamar la atención un camarero cuando, sentados en la terraza de un bar, usted le solicitó una Mirinda.
—Oiga —se encaró con su marido—: usted tiene que sacar a su mujer más a menudo, ¿eh?
Esos defectos que le encuentras son ciertos: egoísta, desordenado, poco detalloso, autista, infantil… Consuélese pensando que no existe el matrimonio perfecto mas que cuando un sordo se casa con una ciega, lo que no es su caso.
Seamos constructivos. ¿De qué le sirve sermonear a su marido si sabe perfectamente que no va a cambiar?
Céntrese más bien en sus aspectos positivos. ¿Por qué le da él tanta importancia al trabajo?
Respuesta: Por el afán de ganar más dinero.
¿Y para qué quiere ganar más dinero?
Respuesta: Para traer más caza al hogar.
Si es de estos, no conviene agobiarlo con quejas: la tiene como una reina porque trabaja como un subsahariano. Déjele tiempo para estar solo o con los amigos. Es natural que necesite estar con sus congéneres para hablar de fútbol o de mujeres o de los recuerdos de la mili, esas simplezas de las que hablan los hombres. Del mismo modo que es natural que usted, querida amiga, necesite estar con otras mujeres para hablar de los hijos, de la casa, de trapos, esas materias que os preocupan y que el hombre no siempre comprende. Es bueno que cada uno tenga su espacio propio, que él celebre la caza y que usted cotorree con las vecinas como cuando vivían en la cueva paleolítica.
Por encima de todo, el respeto mutuo. Confianza toda la que se quiera, pero sin perdernos el respeto. Oigamos a la famosa madame Claude, propietaria y gerente del burdel vip más famoso de París, que tanto sabía de hombres y de mujeres: «El matrimonio, incluso por amor, exige una relación de cortesía y buena educación. Es muy importante. No puede existir una relación duradera si no se respeta a la pareja»[325].
Mujeres y hombres, dos mundos.