CAPÍTULO 22
La mujer trofeo

En cuanto al hombre adinerado o simplemente millonario, ¿por qué se casa con una mujer vistosa y no con otra más adecuada a su edad?

Algún cínico responderá: porque más vale un pastel compartido que una mierda para uno solo.

En realidad, es algo más complicado. Es cierto que los varones de Visa Platino-Con-Incrustaciones-de-Diamantes que le exigen a la vida lo mejor de lo mejor, los gorilas de lomo plateado de la manada, para que se vea que han triunfado, buscan mujeres más jóvenes y atractivas a las que ofrecen, a cambio de su todo, el estatus socioeconómico que ellas anhelan. También es cierto que cuanto más provectos son estos hombres, más jóvenes se las buscan[210].

El hecho es que incluso hombres de reconocido talento se obnubilan por mujeres atractivas y con un par de buenas tetas aunque no sean tan inteligentes (Marilyn Monroe y Arthur Miller fueron un caso notorio). La escasa inteligencia de ellas incluso puede ser un atractivo adicional. Por eso tantas mujeres listas se hacen las tontas durante el cortejo y aún después, ya casadas, si es lo que exige el guión.

La mujer trofeo es el reflejo de la riqueza o importancia del hombre que la adquiere o la luce al lado. Emparejarte ya anciano, o casi, con una mujer estupenda (empleo terminología machista, que personalmente detesto, en aras de la claridad)[211] significa que has triunfado en la vida, que te la puedes costear. No falla: si vemos a una mujer de primera (o sea, mujer trofeo) del brazo de un hombre de tercera, es señal evidente de que ese tipo está forrado, o sea, que a pesar de su miserable aspecto físico, gana mucho más dinero que tú y conduce un coche de mayor cilindrada y de gama más alta, incluso puede que ni siquiera necesite conducirlo, que se lo conduzcan. El que gana en mujer de tronío también gana en motor.

¿Han visto las mujeres que lucen los jeques árabes, cuando nos dejan verlas, o los millonarios: Donald Trump, Adnan Khashoggi, Berlusconi? Pues eso: mujeres trofeo. Aparte de exhibirlas, está el placer de gozarlas, porque el impulso sexual no abandona al hombre incluso cuando ha perdido fuelle debido a la vejez y ni la Viagra ni la Cialis le permiten copular decentemente; de ahí que casi todos seamos viejos verdes[212].

El hombre duda entre los dos tipos de mujer ideal: la respetable madre de sus hijos, discreta y sana, laboriosa y maternal, que es para toda la vida, y la puta desorejada de voluptuosas formas, que es para un rato[213]. Lo ideal sería esa combinación de las dos que se dice han conseguido los franceses: cocinera en la cocina, señora en la calle y puta en la cama[214].

El homínido cazador anda por la vida en una constante procura de mujeres del segundo tipo, las que son mero instrumento de placer. Muchas veces, para cazar marido, la mujer del primer tipo, la hogareña, se ve obligada a aderezarse como si perteneciese al segundo (minifalda inguinal, blusa tres tallas menos, silicona, maquillaje…) para seducirlo, y una vez asegurado, se esfuerza en demostrarle que pertenece al primer tipo: o sea, hacendosa, hogareña, discreta y excelente madre de sus hijos con la que le conviene comprometerse de por vida.

¿Cuántos problemas de pareja se evitarían si aceptásemos nuestras tendencias naturales como lo que son: naturales?

Páginas atrás dijimos que la hembra aprecia también que el macho sea fuerte y saludable, garantía de que los hijos que engendre serán robustos y hermosos. De aquí procede que al cortejador otoñal no le baste con agasajarla con sus haberes sino que, en su encalabrinamiento, propenda a fingirse más fuerte de lo que es en realidad y las etapas iniciales del cortejo incluyan quebranto de huesos en la práctica de deportes de riesgo o la clásica costalada por alcanzar una flor del borde de un escarpe[215].