Mariana de Marco volvió a su casa a las tres de la madrugada con la intención de descabezar un sueño de tres o cuatro horas y ponerse en acción. El operativo había quedado fijado a las ocho de la mañana. Como no había llevado su coche, permitió al inspector Quintero que la acompañara a su casa e incluso cuando llegó no las tenía todas consigo. Podía encontrar a la puerta al incansable Javier Goitia. Ya dentro del piso, se despojó rápidamente de la ropa y se metió en la cama. Estuvo pensando un rato hasta que se durmió sin darse cuenta, agotada. Antes de dormirse pensó en Javier. Le gustaba aquel hombre, le gustó desde el día que le echó el ojo en la cafetería del tren. Ya entonces supo que no era uno de los guapos insustanciales a los que se había acostumbrado. Mala suerte. No se puede ser una buena persona.