G…, 28 de julio
Mi queridísima Julia:
Te he tenido abandonada, sin contestar a tus correos, pero no me he olvidado de ti. En estos días se ha acelerado de manera tremenda el proceso de investigación y con un poco de suerte seré capaz de cerrar la instrucción antes de que empiecen las vacaciones jurídicas (o sea, dentro de tres días). Sí, así van las cosas, una vez más la brillante investigadora triunfa y deja patidifusos a sus críticos. Ahora cruza los dedos por mí porque me falta algo, el último eslabón. Puede que lo consiga mañana mismo, si mis previsiones no fallan y mi intuición tampoco.
Por lo demás, buen tiempo en general y las vacaciones de agosto chafadas gracias a ti, egoísta, por quedarte quince días más en Brasil. Claro que, bien pensado, yo podría haber volado a Río, encontrarme contigo y lucir nuestros tipos en la playa de Ipanema; no como garotas, claro, porque, yo al menos, no estoy para lucir tanga. Pero es ya tarde para improvisaciones y lo único que me apetece ahora mismo es dejarme caer en la arena, en la cama o en una hamaca y pasarme al menos tres o cuatro días leyendo y mirando al cielo. La verdad es que no sé qué haré. Este país vive un momento de prosperidad sin precedentes y no hay destino turístico que no esté ya copado. Todo esto te lo digo para que te entre un ataque de mala conciencia y satisfacer así mis ansias de venganza.
Ahora hablemos de una vez de lo único que te interesa, casamentera. Ya te he explicado mil veces que quiero divertirme, pero que no quiero compromisos. El mundo masculino está hecho de tal manera que los que sólo quieren divertirse son unos frescos con los que yo me lo paso muy bien y, luego, si te he visto no me acuerdo. Soy yo la que deja cuando llega el momento, es lo que me gusta. En cambio, los que aceptan compromisos son los que finalmente acaban exigiendo el derecho de propiedad y eso es algo que, ya conoces mi vida y mi historia, me he jurado no volver a repetir. Puede que el hombre sea el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero Mariana de Marco, no.
De manera que vete olvidando de Javier Goitia porque es verdad que tiene muchos puntos a favor, es un tío que parece muy decente y, además, está muy potable, pero tiene ese punto de «contigo para siempre» que me pone los pelos de punta. No digo que sea una mala actitud, digo que detrás de eso a menudo no acecha siempre el corazón roto, que ya es mal negocio de por sí, sino el cinismo imperturbable del que fue mi marido, esa expresión de poder que, además, busca hacer sangre. Ni hablar, mi amor, prefiero la ligera y divertida aventura.
Y luego, el día de mañana, cuando el atractivo muera y nos volvamos invisibles a los ojos de los hombres, siempre nos quedará el lesbianismo. ¿Cuento contigo? Venga, no me tomes en serio y sigue queriéndome como yo a ti. Pero tenme al tanto de tu vuelta, porque a lo mejor aún podemos recuperar unos días finales de agosto. Y si no, pues nada, pero no me dejes a la intemperie.
Te quiero, te echo de menos.
Un beso grande,
MARIANA