G…, 24 de julio
Querida Julia:
Aquí me tienes, a las tantas de la noche de un sábado, sin poder pegar ojo, por eso aprovecho para contestarte. El mío es el típico caso de insomnio por cansancio, no te alarmes. Estoy junto al balcón abierto, con una temperatura estupenda porque ha llovido durante buena parte de la tarde noche, pero ahora todo el espacio exhala un frescor a tierra mojada y olor de mar que ayuda a olvidar el día. No he parado desde primera hora de la mañana porque el caso Ares se ha complicado a base de bien. Aún no sé si estamos hablando de crimen o de una violación seguida de una decisión desafortunada, pero entretanto se ha metido por medio un auténtico crimen, un crimen de profesional del crimen que, en buena lógica, a juzgar por los datos externos, tiene que ver con el caso del suicidio de Concepción. Un ovillo que no hay quien lo desmadeje aunque tengo una idea loca al respecto, tan loca que no me atrevo a contártela, aparte de que no deba hacerlo. El inspector Quintero y el inspector Alameda en S… —porque el segundo crimen ha sucedido en S…— están ayudando, lo mismo que el fiscal, que es buena gente. Los de más arriba se han visto obligados a darme tiempo y carta blanca muy a su pesar, supongo, porque me estaban apretando para que cerrase el caso como suicidio en vez de seguir alargándolo con mis «fantasías». Ya ves qué fantasías.
Es evidente que alguna de las familias afectadas, si no las tres, están deseando que se cierre el caso con la menor publicidad posible. Lo malo es que ahora ya no va a haber manera de taparlo. En un mes de verano sin noticias que llevarse a la boca, los medios de comunicación van a empezar a arder a las primeras de cambio. Y se me echarán encima, claro, no sólo ellos sino las familias, por no haber concluido la instrucción a su gusto y tiempo. En fin, mira que tengo mala suerte, con las vacaciones a la vuelta de la esquina y más perdida que nunca en este laberinto.
Esta noche, por cierto, he estado cenando con Goitia. ¡Quieta, que ya te veo la cara! Y no te excites porque la cosa no va por donde tú piensas. Es un hombre agradable, es inteligente, nada pedante, nada fantasma… Bien para salir a charlar una noche, bien para dar un paseo o ir al cine; sólo eso porque éste, aunque no está nada mal, no es un guapo maligno, como tú llamas a mis relaciones temporales, esas que tan buen resultado me dan por lo poco exigentes y que son lo que yo voy buscando. ¿Hablo claro? La ventaja que tienen las aventuras es que nunca te fías de ellos ni les das más de lo que les tienes que dar y, a cambio, ellos te dan exactamente lo que tú quieres que te den; soy práctica; los tiempos románticos, confiados o simplemente crédulos se quedaron atrás: en el bufete del que me sacaron mi exmarido y mis exsocios, cariño; de modo que no insistas con tus comentarios maliciosos porque no es el plan. Además, si a ti te parece bien, si te pones de su lado, es que no me conviene.
Te tendré al tanto de los avances de la investigación si es que me da tiempo para escribirte, porque no creo que todas las noches me ataque un insomnio como éste. La verdad es que el asunto no me gusta nada, huele muy mal y tengo miedo de acabar levantando algo que, al final, sea un problema para todos. Pero ni modo, como dicen los mexicanos. Tú apresúrate a volver —después de triunfar en São Paulo, naturalmente— o te quedas sin vacaciones compartidas. Estamos a finales de julio y yo aquí esperándote como una tonta y deshojando la margarita. No me vayas a dejar sola, que eres muy capaz, que sé lo que engancha la samba.
Un beso grande,
MARIANA