G…, 8 de julio de 2004
Querida Julia:
Esto del correo electrónico es un vicio. Cuando llego a casa por la tarde me entran ganas de comentar y no te tengo a mano, de manera que me siento al ordenador y aquí me tienes, aunque no me hayas contestado al correo anterior. Yo estoy bastante cargada de trabajo, aunque nada de la importancia del caso del suicidio de Concepción Ares. Vamos a llamarlo formalmente «suicidio» por ahora aunque no sabemos en qué acabará. En fin, es un asunto bastante oscuro, muy difícil de desentrañar en este momento, quién sabe por cuánto tiempo; pero cuantas más vueltas le doy, más me atrapa. Tengo por delante los interrogatorios a las familias de los implicados para ver qué sale de ahí —lo que los cursis llaman «contextualizar»— y voy a ver si saco algo en limpio de un segundo encuentro con el periodista que tenemos por aquí metiendo la nariz en el mismo caso, según me cuentan. Es un personaje curioso, que unas veces parece discreto y otras un descarado, pero no me ha gustado un pelo ese juego de denunciar primero y retractarse después, más propio de un cantamañanas. No tiene mala pinta para su edad, es persona agradable, parece culto y nada provinciano; no sé qué pensar de él; esa manera de echarse atrás… Cambiando de asunto: ¿vas a tener ocasión de conocer a Niemeyer? Debe de tener noventa y muchos años. Si es así, cuéntame, que estoy interesadísima. Aquí en el país, la noticia más reciente es que acaban de reelegir al presidente Zapatero como secretario general del PSOE por aclamación. Bueno, no veo el porqué de la aclamación: preside porque Aznar mintió al país, pero tampoco ha hecho nada especial para merecerlo. Todos los partidos en España cojean del mismo pie, cariño: el maldito Aparato. Parecen poliomelíticos, pero no por la desgracia de la enfermedad sino por propia decisión, porque no saben andar sin protección. Es el poder, mi amor, el poder bien agarrado y que nadie se mueva. Y te dejo porque tengo una cena en casa de María José y su pandilla. Seguro que ella y Senén intentan presentarme a alguien nuevo, mira que es casamentera la gente en esta ciudad.
Mil besos,
MARIANA