CAPÍTULO VEINTICUATRO

Una felicidad diferente

20 de julio.

Querido papá:

Hace quince días que estoy en Wyther Grange y todavía no te he escrito ni una vez. Pero todos los días pensé en ti. Tuve que escribirle a la tía Laura, a Ilse, a Teddy, al primo Jimmy y a Perry y además me estoy divirtiendo tanto. La primera noche que pasé aquí creí que no lo iba a pasar nada bien. Pero soy feliz, aunque es una felicidad diferente de la de la Luna Nueva.

La tía Nancy y Caroline son muy buenas conmigo y me dejan hacer todo lo que quiero. Es muy agradable. Son muy sarcásticas entre ellas. Pero me parece que son un poco como Ilse y yo, que se pelean mucho pero también se quieren mucho entre una pelea y otra. Estoy segura de que Caroline no es una bruja pero me gustaría saber en qué piensa cuando está sola. La tía Nancy ya no es guapa pero es muy aristocrática. No camina mucho por el reuma, así que casi todo el tiempo lo pasa sentada en la salita de atrás y lee, teje encaje o juega a las cartas con Caroline. Hablo mucho con ella porque dice que la divierte y le he contado muchas cosas pero no le he contado que escribo poesía. Si se lo digo, sé que me va a hacer recitar y me parece que no es la persona adecuada para recitarle mis poesías. Y con ella no hablo de ti ni de mamá, aunque ella quiere. Le hablé de John el Altivo, de lo del bosque y de cuando fui a ver al padre Cassidy. Se rió mucho y me dijo que a ella siempre le había gustado hablar con los curas católicos porque son los únicos hombres en el mundo con los que una mujer puede hablar más de diez minutos sin que las otras mujeres digan que se está echando en sus brazos.

La tía Nancy dice muchas cosas así. Caroline y ella hablan mucho de cosas que sucedieron en las familias Priest y Murray. A mí me gusta sentarme a escucharlas. No se interrumpen justo cuando las cosas se están poniendo interesantes, como la tía Elizabeth y la tía Laura. Hay muchas cosas que no entiendo pero las recordaré para averiguarlas algún día. He escrito descripciones de la tía Nancy y de Caroline en el cuaderno que me regaló el primo Jimmy. Escondo el cuaderno detrás del guardarropa en mi cuarto porque un día encontré a Caroline revisando mi baúl. No debo decirle tía abuela a la tía Nancy. Dice que la hace sentir como Matusalén. Me habla de los hombres que estuvieron enamorados de ella. A mí me parece que todos se comportaron más o menos igual. No me resulta nada divertido pero ella dice que lo era. Me habla de las fiestas y los bailes que había aquí hace mucho tiempo. Wyther Grange es más grande que la Luna Nueva y los muebles son mucho más bonitos pero es difícil acostumbrarse a ellos.

En esta casa hay muchas cosas interesantes. Me encanta mirarlas. En la sala hay una copa jacobita sobre un soporte. Era una copa que un antiguo anzestro de los Priest tenía hace mucho tiempo en Escocia y tiene un cardo y una rosa y la usaban para beber a la salud del príncipe Charlie y para nada más. Es un legado muy valioso y la tía Nancy lo quiere mucho. También tiene una víbora embalsamada en un jarro de vidrio en el armario de la porcelana. Es espantosa pero fascinante. Yo me estremezco cuando la veo pero voy a mirarla todos los días. Parece como si atrajera mi mirada. La tía Nancy tiene una cómoda en su habitación con tiradores de vidrio y un florero con la forma de un pez verde sentado sobre la cola y un dragón chino con la cola enroscada y una cajita con unos preciosos pajarillos disecados y un reloj de arena para hacer huevos pasados por agua y una corona enmarcada hecha con cabellos de todos los Priest muertos y cantidad de viejos daguerrotipos. Pero lo que más me gusta de todo es una gran bola plateada y brillante que cuelga de la lámpara de la sala. Refleja todo como un pequeño mundo de hadas. La tía Nancy la llama la bola que mira y dice que cuando ella se muera va a ser para mí. Me encantaría que no hubiera dicho eso porque quiero tanto esa bola que no puedo evitar pensar cuándo se va a morir ella y eso me hace sentir muy malvada. También me va a dejar el llamador en forma de gato de Cheshire y sus pendientes de oro. Esas cosas son herenzia de los Murray. La tía Nancy dice que la herenzia de los Priest tiene que ir a los Priest. El gato de Cheshire me gusta pero los pendientes no. No me gustaría que la gente me mirara las orejas.

Tengo que dormir sola. Me da miedo pero creo que si se me pasara el miedo me gustaría. Ahora las golondrinas no me molestan. El problema es que estoy sola y muy lejos de todos. Pero es maravilloso estirar las piernas a tu aire sin que nadie te reprenda porque te mueves. Y cuando me despierto a media noche y se me ocurre algún verso espléndido (porque las cosas que se piensan así son siempre las mejores) puedo levantarme de la cama y escribirlo en mi cuaderno. En casa no podría hacerlo y cuando llegara la mañana lo más probable es que se me hubiera olvidado. Anoche se me ocurrió un verso precioso: «Los lirios levantaban sus cálizes perlados (un caliz es una especie de copa sólo que más poético) donde las abejas se ahogaban en su dulzura» y me sentí muy feliz porque estoy segura de que son los dos mejores versos que he escrito en mi vida.

Aquí me dejan ir a la cocina a ayudar a Caroline a cocinar. Caroline es una buena cocinera pero a veces comete un error y eso irrita a la tía Nancy, porque a ella le encanta comer bien. El otro día Caroline preparó la sopa de cebada demasiado espesa y cuando la tía Nancy miró su plato, dijo: «Señor, ¿qué es esto, una comida o bosta?». Caroline dijo: «Es bueno para una Priest y lo que es bueno para una Priest es bueno para una Murray» y la tía Nancy dijo: «Mujer, los Priest comen las migajas que se caen de la mesa de los Murray» y Caroline se puso tan furiosa que empezó a llorar. Y la tía Nancy me dijo: «Emily, nunca te cases con un Priest», lo mismo que dijo el Viejo Kelly, y yo no tengo intención de casarme con ninguno de ellos. No me gusta mucho ninguno de los que he visto pero me parecen iguales a las demás personas. Jim es el mejor de todos pero es un descarado.

Los desayunos de Wyther Grange me gustan más que los de la Luna Nueva. Comemos tostadas con tocino y mermelada, mucho más sabroso que la avena.

Aquí los domingos son más divertidos que en la Luna Nueva pero no son tan sagrados. Es bueno para variar. La tía Nancy no puede ir a la iglesia ni tejer, así que Caroline y ella juegan todo el día a las cartas, pero ella dice que yo no debo hacer lo mismo, que ella es un mal ejemplo. A mí me encanta mirar la Biblia de la sala grande porque hay cantidad de cosas interesantes en ella: recortes de periódico con vestidos y peinados, y trozos de poesía y fotografías y descripciones de muertes y casamientos. Encontré un recorte sobre mi propio nacimiento y me causó una sensación extraña.

Por la tarde algunos de los Priest vienen a visitar a la tía Nancy y se quedan a cenar. Leslie Priest viene siempre. Según Jim, es el sobrino preferido de la tía Nancy. Creo que es porque le dice cumplidos pero vi cómo le guiñaba el ojo a Isaac Priest después de hacerle uno. No me gusta, y me trata como si yo fuera una criatura. La tía Nancy les dice cosas espantosas a todos pero ellos se ríen. Cuando se van, la tía Nancy se burla de ellos con Caroline. A Caroline no le gusta, porque ella es una Priest, y entonces la tía Nancy y ella siempre se pelean todos los domingos de noche y no se hablan hasta el lunes a la mañana.

Puedo leer todos los libros de la biblioteca de la tía Nancy menos la hilera del último estante. ¿Por qué será? La tía Nancy me dijo que son novelas francesas pero yo espié una y estaba escrita en inglés. ¿La tía Nancy dice mentiras?

El lugar que más me gusta es la costa de la bahía. Algunas partes de la costa son muy profundas y hay, a lo largo, unos sitios preciosos, con bosques y lugares inesperados. Yo salgo a caminar por allí y compongo poesía. Añoro mucho a Ilse, a Teddy, a Perry y a Saucy Sal. Hoy he recibido carta de Ilse. Me escribe que no pueden seguir haciendo Sueño de una noche de verano hasta mi regreso. Es bonito sentirse necesario.

A la tía Nancy no le gusta la tía Elizabeth. Un día dijo que era una «tirana» y después dijo: «Jimmy Murray era un muchacho inteligente. Elizabeth Murray le mató el intelecto por una rabieta, y nadie la castigó. Si hubiera matado su cuerpo habría sido una asesina. Lo otro fue peor, en mi opinión». A mí hay veces que tampoco me gusta la tía Elizabeth, pero sentí, papá querido, que tengo que defender a mi familia y le dije: «No quiero oír esas cosas sobre la tía Elizabeth».

Y le dirigí una mirada a la tía Nancy. Ella me dijo: «Caramba, niña insolente, mi hermano Archibald no estará muerto del todo mientras vivas tú. Si no quieres oír ciertas cosas no andes cerca cuando Caroline y yo hablamos. Me parece que hay muchas que sí te gusta oír».

Eso fue un sarcasmo, querido papá, pero de todas formas yo creo que la tía Nancy me quiere, aunque no sé si me seguirá queriendo mucho tiempo. Jim Priest dice que es voluble y que nunca quiso a nadie, ni siquiera a su esposo, durante mucho tiempo. Pero después de ser sarcástica conmigo siempre le dice a Caroline que me dé un pedazo de pastel, así que a mí el sarcasmo no me importa. También me permite tomar té de verdad. Me gusta. En la Luna Nueva la tía Elizabeth no me da otra cosa que té con mucha leche porque es mejor para la salud. La tía Nancy dice que la mejor manera de estar sano es comer lo que uno tiene ganas y no pensar demasiado en el estómago. Pero ella nunca estuvo amenazada por la tuberculosis. Dice que yo no debo tener miedo de morir de tuberculosis porque tengo mucho espíritu. Es un pensamiento reconfortante. Las únicas veces en que no me gusta la tía Nancy es cuando empieza a hablar de las diferentes partes de mí y el efecto que tendrán en los hombres. Me hace sentir muy tonta.

Ahora te voy a escribir más seguido, querido papá. Creo que te tenía un poco abandonado.

P. D. Me temo que hay algunas faltas de ortografía en esta carta. Me olvidé de traer el diccionario.

22 de julio.

Ay, querido papá, estoy en un aprieto terrible. No sé qué voy a hacer. Ay, papá, he roto la copa jacobita de la tía Nancy. Me parece una horrible pesadilla.

Hoy he ido a la sala a mirar la víbora embalsamada y justo cuando me iba se me enganchó la manga en la copa jacobita, que se cayó al suelo y se hizo añicos. Al principio salí corriendo y dejé los pedazos allí pero después volví, junté todo y lo escondí en una caja detrás del sofá. La tía Nancy ahora no va nunca a la sala y Caroline tampoco suele ir y tal vez no noten la falta de la copa hasta que yo me vaya a casa. Pero me atormenta. No puedo dejar de pensarlo todo el día y no puedo disfrutar de nada. Sé que la tía Nancy se pondrá furiosa y no me lo perdonará nunca si se entera. Anoche no pude dormir de la preocupación. Hoy ha venido Jim Priest a jugar conmigo pero me dijo que estaba muy sosa y se volvió a su casa. Los Priest casi siempre dicen lo que piensan. Claro que estaba sosa. ¿Cómo voy a poder divertirme? Estaba pensando si serviría de algo rezar. Pero no me parece bien rezar porque estoy engañando a la tía Nancy.

24 de julio.

Querido papá, éste es un mundo muy extraño. Nada sucede nunca como uno lo espera. Anoche tampoco pude dormir de lo preocupada que estaba. Pensé que era una cobarde, haciendo algo solapado y no viviendo de acuerdo con mis tradiziones. Al final me puse tan mal que no pude soportarlo. Puedo soportar que otras personas tengan una mala opinión de mí pero me duele mucho tener una mala opinión de mí misma. Así que me levanté de la cama y recorrí todas las habitaciones hasta la salita de atrás. La tía Nancy todavía estaba allí, sola, haciendo solitarios. Me preguntó qué diablos estaba haciendo levantada a esa hora. Yo le dije, rápidamente para que pasara lo peor de una vez: «Ayer rompí su copa jacobita y escondí los pedazos detrás del sofá». Entonces esperé a que estallara la tormenta. La tía Nancy dijo: «Qué bendición. Yo he querido romperla muchas veces pero nunca me atreví. Todo el clan Priest estaba esperando a que yo me muriera para quedarse con esa copa y pelearse por ella y me encanta pensar que ahora no va a ser para nadie y, por otro lado, no pueden acusarme de nada porque no la rompí yo. Ve a la cama y descansa para ponerte más guapa». Yo le dije: «¿No está furiosa conmigo, tía Nancy?». «Si hubiera sido una herenzia de los Murray habría puesto el grito en el cielo —dijo la tía Nancy—. Pero las cosas de los Priest me importan un bledo».

Así que me volví a la cama, querido papá, sintiéndome muy alibiada, aunque no muy eroica.

Hoy he recibido carta de Ilse. Dice que Saucy Sal por fin ha tenido gatitos. Creo que tendría que estar en casa para verlos. Probablemente la tía Elizabeth los haga ahogar a todos antes de que yo regrese. También he recibido carta de Teddy. Como carta no es mucho pero está llena de dibujitos de Ilse, de Perry, de Tansy Patch y del bosque de John el Altivo. Me hicieron echar de menos mi casa.

28 de julio.

Ay, padre querido, he averiguado todo lo del misterio de la madre de Ilse. Es tan terrible que no puedo escribirlo, ni siquiera a ti. Yo no puedo creerlo pero la tía Nancy dice que es verdad. No creo que pasen cosas tan espantosas en el mundo. No, no puedo creerlo y no voy a creerlo aunque digan que es cierto. Yo sé que la madre de Ilse no pudo haber hecho algo así. Tiene que haber un error en alguna parte. Me puse tan triste que siento que nunca más podré ser feliz. Anoche lloré sobre la almoada, como las eroínas de las novelas de la tía Nancy.