CAPÍTULO DIECISIETE

Epístolas vivientes

Querido padre:

Tengo algo muy emocionante que contarte. He sido la heroína de una aventura. La semana pasada Ilse me pidió que me quedara una noche con ella porque su padre no estaba y no regresaría hasta muy tarde e Ilse me dijo que no tenía miedo pero que se sentía muy sola. Así que pedí permiso a la tía Elizabeth para ir. No tenía muchas esperanzas, querido papá, de que me dejara ir, porque no le parece bien que las niñas pequeñas pasen la noche fuera de sus casas pero me sorprendió y me dijo, con mucha bondad, que sí. Y después la oí decir en la despensa «es una vergüenza que el doctor deje a esa criatura tantas veces sola de noche. Está muy mal por su parte». Y la tía Laura dijo: «ese pobre hombre está desorientado. Acuérdate que no era así antes, con la esposa…» y justo cuando se estaba poniendo interesante la tía Elizabeth le dio un codazo a la tía Laura y le dijo: «chitón, las paredes oyen». Yo sé que se refería a mí aunque no soy una pared. Como me gustaría averiguar lo que hizo la madre de Ilse. No dejo de pensar en eso cuando me acuesto. Me quedo despierta un rato largo pensando. Ilse no tiene idea. Una vez le preguntó al padre y él le dijo, con voz de trueno, que no volviera a mencionar a esa mujer en su presencia. Y hay otra cosa que me preocupa, además. No dejo de pensar en Silas Lee, el que mató a su hermano en el viejo pozo. Qué mal se tuvo que sentir aquel pobre hombre. Y qué quiere decir desorientado.

Fui a casa de Ilse y jugamos en la buhardilla. A mí me encanta jugar allí porque no tenemos que tener cuidado y ser ordenadas como en la nuestra. La buhardilla de Ilse está muy revuelta y me parece que hace años que no se limpia. El cuarto de los trastos es peor que el resto. Está cerrado con maderas, en un extremo de la buhardilla, y está lleno de ropa vieja y bolsas y trapos y muebles rotos. No me gusta el olor que tiene. La chimenea de la cocina sube por ahí y tiene cosas colgadas alrededor (o tenía). Porque todo esto es en el pasado, querido papá.

Cuando nos cansamos de jugar nos sentamos en un viejo baúl y nos pusimos a charlar. «Esto es prezioso durante el día —le dije—, pero tiene que ser terrible de noche». «Hay ratones —dijo Ilse—, arañas y fantasmas». «Yo no creo en los fantasmas —le dije despectiva—. No existen». (Aunque tal vez sí haya, querido papá). «Yo creo que esta buhardilla está embrujada», dijo Ilse. «Tonterías», dije yo. Tú sabes, querido papá, que una persona de la Luna Nueva no puede creer en fantasmas. Pero yo me sentía muy rara. «Hablar es fácil —dijo Ilse empezando a enfadarse (aunque yo no estaba hablando mal de su buhardilla)—, pero tú no eres capaz de quedarte sola aquí de noche». «No me molestaría para nada», le dije yo. «Entonces te desafío a que lo hagas —dijo Ilse—. Te desafío a que subas aquí a la hora de dormir y que duermas aquí toda la noche». Ahí me di cuenta de que estaba en un aprieto querido papá. Es una tontería alardear. No supe qué hacer. Era horrible pensar en dormir sola en esa buhardilla pero si no lo hacía Ilse me lo echaría en cara cada vez que nos peleáramos, y peor aún, se lo contaría a Teddy y él iba a creer que soy una cobarde. Entonces dije, con orgullo: «Lo haré Ilse Burnley y además no me da nada de miedo». (Pero sí me daba, por dentro). «Los ratones caminarán por encima de ti —dijo Ilse—. Ah, yo no estaría en tu lugar por nada del mundo». Fue una mezquindad por parte de Ilse poner las cosas peor de lo que estaban. Pero me di cuenta de que me admiraba y eso me ayudó mucho. Sacamos un viejón colchón de plumas del cuarto de los trastos e Ilse me dio una almohada y la mitad de su ropa. Ya estaba oscuro y ella no quiso volver a subir a la buhardilla. Entonces yo dije mis oraciones con mucha atención y cogí una lámpara y la subí. Ahora estoy tan acostumbrada a las velas que la lámpara me puso nerviosa. Ilse dijo que parecía muerta de miedo. Me temblaban las rodillas, querido papá, pero por el honor de los Starr (y de los Murray) continué. Me había desvestido en la habitación de Ilse, así que en seguida me metí en la cama y apagué la lámpara. Pero no pude dormirme durante un largo rato. La luz de la luna hacía que la buhardilla pareciera tétrica. Yo no sé exactamente lo que quiere decir tétrico pero me parece que así estaba la buhardilla. Las bolsas y la ropa que colgaban de las vigas parecían criaturas. Pensé que no tenía por qué asustarme. Los ángeles están aquí. Pero después me pareció que podía tenerles tanto miedo a los ángeles como a cualquier otra cosa. Y oía a las ratas y los ratones paseándose por allí. Pensé «y si una rata me pasa por encima», y entonces pensé que al día siguiente escribiría una descripzión de la buhardilla a la luz de la luna y de mis sentimientos. Al fin oí llegar al doctor y después lo oí en la cocina y me sentí mejor y no había pasado mucho rato cuando me quedé dormida y tuve un sueño espantoso. Soñé que se abría la puerta del cuarto de los trastos y un enorme periódico salía y me perseguía por toda la buhardilla. Y después se prendía fuego y yo olía el olor del fuego clarito clarito y justo entonces grité y me desperté. Estaba sentada en la cama y el periódico no estaba pero yo seguía notando olor a humo. Miré hacia el cuarto de los trastos y salía humo y vi fuego por entre las grietas de la madera. Grité con toda la fuerza de los pulmones y salí corriendo a la habitación de Ilse y ella fue corriendo a despertar al padre. Él dijo «mierda» pero se levantó en seguida y entonces los tres nos pusimos a subir y bajar corriendo las escaleras de la buhardilla con cubos de agua; lo dejamos todo hecho un desastre tremendo pero apagamos el incendio. Eran las bolsas de lana que estaban colgadas cerca de la chimenea que se habían incendiado. Cuando terminó todo, el doctor se secó el sudor de su masculina frente y soltó: «qué a tiempo. Unos minutos más y habría sido demasiado tarde. Hice fuego cuando llegué para prepararme un té y supongo que una chispa prendió fuego a las bolsas. Aquí veo que hay un agujero donde cayó el yeso. Tendría que hacer limpiar todo este lugar. Cómo descubriste el fuego, Emily». «Estaba durmiendo en la buhardilla», dije. «Durmiendo en la buhardilla —dijo el doctor—, como… qué… qué hacías ahí». «Ilse me desafió —dije—. Me dijo que me iba a dar mucho miedo quedarme de noche y yo le dije que no. Me quedé dormida y me desperté y note olor a humo». «Pequeño diablillo», dijo el doctor. Yo creo que es muy feo que te llamen diablo pero el doctor me miró con tanta admiración que me pareció que era un cumplido. Él habla raro. Ilse dice que la única vez que le dijo algo bonito fue en una ocasión en que le dolía la garganta y él le dijo: «pobre animalito» y parecía que le daba lástima. Yo estoy segura de que Ilse se siente muy pero muy mal porque su padre no la quiere aunque hace como que no le importa. Pero, ay, papá, tengo más para contarte. Ayer salió el Weekly Times de Shrewsbury y en las Notas de Blair cuentan todo lo del incendio en la casa del doctor y dice que fue afortunadamente descubierto a tiempo por la señorita Emily Starr. No puedo decirte lo que sentí cuando vi mi nombre en el diario. Me sentí famosa. Y nunca antes me habían llamado señorita en serió.

El sábado pasado la tía Elizabeth y la tía Laura fueron a pasar el día a Shrewsbury y nos dejaron al primo Jimmy y a mí cuidando de la casa. Nos divertimos muchísimo y el primo Jimmy me dejó quitar la nata de todas las ollas de leche. Pero después de comer vinieron visitas inesperadas y no había ningún pastel en la casa. Fue horrible. Nunca había pasado en los anales de la Luna Nueva. Ayer a la tía Elizabeth le dolió una muela todo el día y la tía Laura se había ido a Priest Pond a visitar a la tía abuela Nancy, así que no se hizo pastel. Yo recé, me puse a cocinar y preparé un pastel con la rezeta de la tía Laura y salió bien. El primo Jimmy me ayudó a poner la mesa y servir la comida, y yo serví el té y no derramé ni una gota en los platillos. Habrías estado orgulloso de mí, papá. La señora Lewis se sirvió una segunda porción de pastel y dijo: «reconocería los pasteles de Elizabeth Murray aunque me los sirvieran en plena África». Yo no dije nada por el honor de la familia. Pero me sentí muy orgullosa. Había salvado a los Murray de la deshonra. Cuando la tía Elizabeth llegó a casa y se enteró puso cara rara y probó un pedazo que había quedado y dijo: «bueno, hay algo de los Murray en ti». Es la primera vez que la tía Elizabeth me elogia. Le sacaron tres muelas así que ya no le dolerán más. Me alegro por ella. Antes de irme a dormir cogí el libro de rezetas y elegí todas las que me gustaría hacer. Puré real, Salsa espumosa, Susanas de ojos negros, Cerdo en carroza… Nombres preciosos.

Veo unas nubes blancas vaporosas y muy bellas encima del bosque de John el Altivo. Me gustaría volar y caer enzima de ellas. No puedo creer que sean húmedas y fofas como dice Teddy. Teddy grabó mis iniciales con las suyas en el Monarca del Bosque pero alguien las tachó. No sé si fue Perry o Ilse.

La señorita Brownell ahora casi no me pone buenas notas en buen comportamiento y los viernes por la noche la tía Elizabeth se enfada mucho pero la tía Laura lo entiende. Escribí una descripzión de la tarde en que la señorita Brownell se burló de mis poemas y la puse en un sobre viejo, y escribí el nombre de la tía Elizabeth en el sobre, que guardé entre mis papeles. Si muero de tuberculosis, la tía Elizabeth lo encontrará y sabrá la verdad y lamentará haber sido tan hinjusta conmigo. Pero no creo que me vaya a morir porque estoy mucho más gorda y Ilse me dijo que oyó que su padre le decía a la tía Laura que yo sería guapa si tuviera más colores. Es malo querer ser guapa, querido papá. La tía Elizabeth dice que sí y cuando yo le pregunté: «a ti te gustaría ser guapa, tía Elizabeth», pareció molesta.

La señorita Brownell le tiene rabia a Perry desde aquella vez y lo trata muy mal pero él es dócil y dice que no quiere armar líos en la escuela porque quiere aprender y progresar. Insiste en que sus rimas son tan buenas como las mías y yo sé que no y eso me esaspera. Si en la escuela no presto atenzión siempre la señorita Brownell dice: «supongo que estás componiendo… poesía, Emily», y entonces todos se ríen. No, no todos. No debo exajerar. Teddy, Perry, Ilse y Jennie no se ríen nunca. Es gracioso que ahora me guste tanto Jennie cuando la odié tanto el primer día de clase. Después de todo, no tiene ojos de cerdito. Tiene ojos chiquitos pero son divertidos y brillantes. Es muy querida en la escuela. Al que odio es a Frank Barker. Me quitó el libro nuevo de lectura y escribió con grandes letras en la primera página.

No oses robar este librito

pues el nombre de su dueña tiene escrito

y cuando mueras el Señor dirá:

«El libro que robaste, ¿dónde está?».

Y cuando digas: «No lo sé»,

el Señor te dirá: «Pues al infierno ve».

No es un poema elegante y además no se habla así de Dios. Yo arranqué la hoja y la quemé y la tía Elizabeth se enfadó y ni siquiera cuando se lo expliqué se aplacó su enfado. Ilse dice que después de esto a Dios lo va a llamar Alá. A mí me parece un nombre más bonito. Es muy suave y no suena tan severo. Pero me parece que no es muy relijioso.

20 de Mayo.

Ayer fue mi cumpleaños, querido papá. Pronto hará un año que llegue a la Luna Nueva. Me parece como si hubiera vivido siempre aquí. He crecido cinco centímetros. El primo Jimmy me midió con una marca en la puerta de la lechería. Mi cumpleaños fue muy bonito. La tía Laura hizo un pastel riquísimo y me regaló una camisa blanca preciosa con un volante bordado. Le había pasado una cinta azul pero la tía Elizabeth se la hizo sacar. Y la tía Elizabeth me regaló también el pedacito de brocado de color rosa que tenía en el cajón de su cómoda. Yo lo quería desde que lo vi pero nunca pensé que pudiera ser mío. Ilse me preguntó qué iba a hacer con él pero no voy a hacer nada. Lo voy a tener en la buhardilla con mis tesoros y lo miraré, porque es hermoso. La tía Elizabeth me regaló un diccionario. Ha sido un regalo útil. Creo que me tiene que gustar. Pronto vas a ver cómo mejoro la ortografía, espero. El único problema es que cuando estoy escribiendo algo interesante me entusiasmo tanto que es espantoso tener que parar para buscar una palabra y ver cómo se escribe. Miré «cavilar» y la señorita Brownell tenía razón. Yo no sabía lo que quería decir. Rimaba bien y yo pensaba que quería decir contemplar o ver pero quiere decir pensar. El primo Jimmy me regaló un cuaderno grandote y grueso. Estoy muy orgullosa de él. Será maravilloso escribir en él. Pero seguiré usando las planillas para escribirte a ti, querido papá, porque puedo doblarlas de una en una y hacer como que son cartas de verdad. Teddy me regaló un dibujo mío. Lo pintó con acuarelas y le puso de título La Niña Sonriente. Pareze como si estuviera escuchando algo que me hace muy feliz. Ilse dice que me favorece. Me hizo más guapa de lo que soy aunque no más de lo que sería si pudiera dejarme el flequillo. Teddy dice que cuando crezca me hará un autentico retrato. Perry se fue caminando hasta Shrewsbury para comprarme un collar de perlas y lo perdió. No tenía más dinero así que se fue a su casa a Stovepipe Town, le pidió una gallina a su tía Tom y me la regaló. Es un chico muy persistente. Todos los huevos que ponga la gallina son para mí y podré vendérselos al vendedor ambulante. Ilse me regaló una caja de caramelos. Voy a comer uno solo cada día para que me dure más. Yo quería que Ilse cogiera alguno pero dijo que no porque sería mezquino ayudar a comer un regalo que hizo y yo insistí y entonces nos peleamos. Ilse me dijo que era un cuadrúpedo maullador (lo cual es ridículo), tan tonta que no me daba cuenta ni de que tenía que entrar en mi casa cuando empezaba a llover. Y yo le dije que no era tan tonta como para no tener modales, por lo menos. Ilse se puso tan furiosa que se fue a su casa pero después se le pasó y volvió a cenar.

Esta noche está lloviendo y parece como si piecezitos de hadas bailaran sobre el tejado de la buhardilla. Si no hubiera llovido Teddy habría venido a ayudarme a buscar el Diamante Perdido. Sería maravilloso que pudiéramos encontrarlo.

El primo Jimmy está arreglando el jardín. Me deja ayudarlo y tengo un lecho de flores para mí. Por la mañana, lo primero que hago es salir corriendo a ver cuánto han crecido las flores desde ayer. La primavera es una estación tan feliz, ¿no papá? Las Personitas Azules rodean el cenador por todas partes. Así es como el primo Jimmy llama a las violetas y a mí me parece precioso. Tiene nombres así para todas las flores. Las rosas son Reinas, los lirios de junio son las Damas de la Nieve, los tulipanes son los Alegres, los narcisos son los Dorados y el aster de la China son Mis Amigos Rosados.

Mike II está aquí, sentado en el alfeizar de la ventana. Mike es un gatito esmito. «Esmito» no está en el diccionario. Es una palabra que he inventado yo. No se me ocurría ninguna palabra que describa a Mike II así que la inventé. Quiere decir suave, brillante y peludito, todo en una palabra y algo más también que no sé explicar.

La tía Laura me está enseñando a coser. Dice que tengo que aprender a hacer un dobladillo en muselina sin que se note (tradición). Espero que algún día me enseñe a hacer encaje. Todos los Murray de la Luna Nueva han sido famosas por hacer encaje (mejor dicho las Murray). Ninguna de las niñas de la escuela sabe hacerlo. La tía Laura dice que me va a hacer un panuelo de encaje cuando me case. Todas las novias de la Luna Nueva han tenido panuelos de encaje excepto mi madre, que se escapó para casarse. Pero a ti no te importó que no tuviera, verdad, papá. La tía Laura ahora me habla un poco de mi madre pero no cuando la tía Elizabeth está cerca. La tía Elizabeth nunca menziona su nombre. La tía Laura quiere enseñarme la habitación de mamá pero aún no ha podido encontrar la llave porque la tía Elizabeth la tiene escondida. La tía Laura dice que la tía Elizabeth quería mucho a mamá. Sería de esperar que quisiera a la hija de mi madre, no. Pero no. Me cría porque es su deber.

1 de Junio.

Querido papá:

Hoy ha sido un día muy importante. He escrito mi primera carta, quiero decir la primera carta que de verdad va a ir por coreo, a la tía abuela Nancy que vive en Priest Pond y es muy vieja. Ella le escribió a la tía Elizabeth diciendo que de vez en cuando yo podría escribirle a una pobre vieja. Me toco el corazón y quise escribirle. La tía Elizabeth dijo: «después de todo podemos dejarla que la escriba». Y me dijo: «tienes que tener cuidado y escribirle una carta bonita y yo la leeré después de que la escribas. Si causas buena impresión a la tía Nancy puede que haga algo por ti». Yo escribí la carta con mucho cuidado pero cuando termine no parecía mía. No podía escribir una buena carta sabiendo que la tía Elizabeth iba a leerla. Me sentía paralizada.

7 de Junio.

Querido papá, mi carta no causó buena impresión a la tía abuela Nancy. No me contesto pero le escribió a la tía Elizabeth diciéndole que yo debía ser una niña muy estúpida. Me sentí insultada porque yo no soy así. Perry dice que le dan ganas de ir a Priest Pond y zurrarle la badana a la tía abuela Nancy. Le dije que no debe hablar así de mi familia y además no creo que zurrarle la badana a la tía abuela le haga pensar que no soy estúpida. (No sé lo que es la badana de las personas ni como se zurra).

Termine tres cantos de La dama blanca. Tengo a la heroína enclaustrada en un convento y no sé cómo sacarla porque no soy católica. Supongo que habría sido mejor tener una heroína protestante pero no había protestantes en los días de la cabayería. El año pasado se lo podría haber preguntado a John el Altivo pero este año no puedo porque no he vuelto a hablarle desde que me gasto aquella horrible broma de la manzana. Cuando me lo encuentro por el camino miro hacia adelante con la misma altivez que él. Le puse su nombre a mi cerdo para vengarme. El primo Jimmy me ha dado un cerdito. Cuando se venda, el dinero será para mí. Voy a darle parte a los misioneros y el resto lo pondré en el banco para mi educación. Yo pensaba que si alguna vez tenía un cerdo lo llamaría Wallace. Pero no me parece apropiado ponerle a los cerdos el nombre de un tío, aunque el tío no me guste.

Teddy, Perry, Ilse y yo jugamos a que vivimos en los días de la cabayería y Ilse y yo somos damiselas en desgracia rescatadas por galantes cabayeros. Teddy hizo una armadura espléndida con unas maderas de un barril viejo y entonces Perry hizo una mejor con pedazos de calderas achatadas a martillazos y con una olla rota de yelmo. A veces jugamos en Tansy Patch. Este verano tengo la fea sensación de que la madre de Teddy me odia. El verano pasado simplemente no me quería. Humo y Botón de Oro ya no están. Desaparecieron misteriosamente durante el invierno. Teddy dice que está seguro de que su madre los enveneno porque él se estaba encariñando mucho con ellos. Teddy me está enseñando a silbar pero la tía Laura dice que no es propio de una dama. Hay tantas cosas divertidas que no son propias de una dama… A veces casi desearía que mis tías fueran ateas como el doctor Burnley. Él nunca se preocupa por si lo que Ilse hace es propio de una dama o no. Pero no, no serian buenos modales ser una atea. No sería una tradición de la Luna Nueva.

Hoy le he enseñado a Perry que no tiene que comer con el cuchillo. Quiere aprender todas las reglas de la etiqueta y yo le ayudo a aprender a recitar para el día del examen de la escuela. Yo quería que le enseñara Ilse pero ella se puso furiosa porque él me lo había pedido antes a mí y no quiso. Pero tendría que enseñarle ella, porque es mucho mejor recitadora que yo. Yo me pongo demasiado nerviosa.

14 de Junio.

Querido papá, ahora damos composición en la escuela y hoy he aprendido que en las preguntas hay que poner unos signos así ¿?, y cuando se dice algo con vehemencia se pone ¡! Tengo que revisar todas mis cartas y añadírselas. La señorita Brownell es sarcástica pero enseña cosas. Lo escribo porque quiero ser justa aunque la odie. Y es interesante, aunque no es buena. Escribí una descripzión suya en una planilla. Me gusta más escribir de la gente que no me gusta. Es más bonito vivir con la tía Laura que con la tía Elizabeth, pero es mejor escribir de la tía Elizabeth que de la tía Laura. Puedo escribir sobre sus defectos pero me siento mala y desagradecida si digo algo malo de la querida tía Laura. La tía Elizabeth guardó tus libros bajo llave y dice que no me los va a dar hasta que no sea mayor. Como si yo no fuera a cuidarlos, querido papá. Dice que no porque descubrió que cuando estaba leyendo uno hice un puntito con lápiz debajo de una palabra hermosa. Al libro no le hizo nada, papá. Algunas de las palabras eran umbría, perlado, almizcle, moteado, intervalos, cañada, frondoso, pastoril, esplendor, quebradizo, marfil. Todas estas palabras me parecían bellísimas, papá.

La tía Laura me permite leer su ejemplar de El viaje del peregrino lo domingos. A la gran colina del camino de White Cross le puse la Montaña deliciosa porque es hermosa.

Teddy me prestó tres libros de poesía. Uno era de Tennyson y aprendí la Canción de la corneta de memoria para tenerla siempre. Otro era de la señora Browning. Es hermoso. Me gustaría conocerla. Supongo que la conoceré cuando me muera pero puede faltar mucho tiempo. El otro era un solo poema llamado Soharb y Rustum. Cuando me fui a acostar me puse a llorar por el libro. La tía Elizabeth me preguntó: «¿por qué moqueas?». Yo no moqueaba, estaba llorando de pena. Me obligo a explicárselo y entonces dijo: «Tú tienes que estar loca». Pero no me pude dormir hasta que no le encontré un final diferente, un final feliz.

25 de Junio.

Querido papá:

Ha habido una sombra oscura sobre este día. Se me ha caído una moneda en la iglesia. Hizo un ruido terrible. Yo sentí que todo el mundo me miraba. La tía Elizabeth se enfado mucho. Enseguida a Perry se le cayó la suya. Después de la iglesia me dijo que lo hizo a propósito porque pensó que me sentiría mejor, pero yo no me sentí mejor porque temí que la gente pudiera pensar que se me había caído otra vez a mí. Los chicos hacen cosas muy raras. Espero que el ministro no lo haya oído porque me está empezando a gustar. Antes del martes pasado no me gustaba mucho. Sus hijos son todos varones y supongo que no comprende muy bien a las niñas pequeñas. Vino de visita a la Luna Nueva. La tía Laura y la tía Elizabeth habían salido y yo estaba sola en la cocina. El señor Dare entró y sentó encima de Saucy Sal, que estaba durmiendo en la mecedora. Él estaba cómodo pero Saucy Sal no. No se le sentó encima de la panza. Si hubiera sido así creo que la habría matado. Se sentó sobre las patas y la cola. Sal maulló pero el señor Dare es un poco sordo y no la oyó y a mí me dio vergüenza decirle algo. Pero entro el primo Jimmy en el momento en que él me preguntaba si yo sabía mi catecismo y dijo: «¿Catecismo? Por todos los cielos, hombre, escuche a ese pobre animalito. Levántese si es cristiano». Entonces el señor Dare se levantó y dijo: «Dios mío, que notable. Me parecía que se movía algo».

Me dieron ganas de contártelo, querido papá, porque me pareció dibertido.

Cuando el señor Dare termino de hacerme preguntas, yo pensé que me tocaba a mí y quería preguntarle algunas de las cosas que hace años que quiero saber. Le pregunté si a él le parecía que Dios se preocupaba por cada pequeña cosa que yo hacía y se le parecía que mis gatos irían al cielo. Él me dijo que esperaba que yo nunca hiciera cosas malas y que los animales no tienen alma. Y yo le pregunté por qué no debe ponerse vino nuevo en las botellas viejas. La tía Elizabeth lo hace con su vino de diente de león y las botellas viejas sirven tanto como si fueran nuevas. Me explicó con mucha bondad que las botellas de la Biblia se llamaban odres y estaban hechos de pieles y se pudrían cuando eran viejos. Me quedo muy claro. Después le dije que estaba preocupada porque sabía que tenía que amar a Dios por encima de todas las cosas pero que había cosas que yo amaba más que a Dios. Él me pregunto: «¿qué cosas?». Y yo le dije: «las flores, las estrellas, la Señora Viento, las Tres Princesas y cosas por el estilo». Sonrió y me dijo: «pero esas cosas son parte de Dios, Emily, como todas las cosas hermosas». Y enseguida me encariñé con él y ya no me sentí tímida. El domingo pasado dio un sermón sobre el cielo. Me pareció un lugar aburrido. Yo pienso que tiene que ser más interesante. No sé lo que voy a hacer cuando llegue al cielo, porque no sé cantar. ¿Me dejaran escribir poesía? Pero la iglesia me parece interesante. La tía Elizabeth y la tía Laura siempre leen la Biblia antes de que empiece el servicio pero a mí me gusta mirar a mi alrededor y ver a todas las personas y preguntarme en qué estarán pensando. Es muy bonito oír el frufrú de los vestidos de seda cuando avanzan por los pasillos. Ahora está de moda el miriñaque pero la tía Elizabeth no lo usa. A mí me parece que la tía Elizabeth quedaría graciosa con un miriñaque. La tía Laura usa pero muy pequeño.

Tu hija que te quiere,

Emily B. Starr.

P. D. Papá querido, me encanta escribirte. Pero no recibir nunca respuesta…

E. B. S.