Hsiang Kao, también llamado Ch’u-tan, era de T’ai-yüan; estaba muy unido a su hermanastro Shêng. Este último estaba profundamente enamorado de una joven llamada Po-ssü, que le correspondía. Pero la madre pedía demasiado dinero por su hija. Un joven rico llamado Chuang quería a Po-ssü para él, y propuso comprarla como concubina. “No, no”, dijo Po-ssü a su madre, “prefiero ser la esposa de Shêng que la concubina de Chuang.” La madre consintió, e informó a Shêng, que hacía poco había enterrado a su primera esposa. Shêng se sintió muy feliz e hizo todos los preparativos para llevársela a casa. Cuando Chuang se enteró se enfureció con Shêng por privarle de Po-ssü, y cuando un día se lo encontró, le paró y le maltrató ferozmente. Shêng le respondió, entonces Chuang ordenó a sus servidores que le atacaran. Y lo hicieron, dejándole sin vida en el suelo. Cuando Hsiang supo lo que había ocurrido, corrió al lugar de los hechos, y encontró a su hermano muerto.
Desbordado por el dolor, se dirigió al magistrado y acusó a Chuang de asesinato; pero los sobornos de este último fueron tan eficaces, que la acusación no sirvió de nada. Esto llevó a Hsiang a la desesperación, y se propuso asesinar a Chuang en la carretera; con este propósito se ocultaba todos los días con un cuchillo afilado entre los matorrales, cerca de la colina, esperando que Chuang pasara. Poco a poco, este plan suyo fue conocido por todos, así que Chuang nunca salía si no era fuertemente escoltado, y había contratado por mucho dinero los servicios de un hábil arquero llamado Chiao T’ung y Hsiang no tenía oportunidad de llevar a cabo su propósito. Sin embargo, continuó esperando día tras día, hasta que en una ocasión empezó a llover intensamente, y al poco tiempo Hsiang estaba calado hasta los huesos. Se alzó el viento y siguió el granizo; y poco a poco Hsiang se quedó paralizado por el frío. En lo alto de la colina había un pequeño templo donde vivía un sacerdote taoísta, al que Hsiang conocía porque algunas veces pedía limosna en el pueblo, y muchas veces le había dado de comer. El sacerdote, al ver lo mojado que estaba, le dio otras ropas y le dijo que se las pusiera; tan pronto lo hubo hecho, se puso a cuatro patas como un perro, y se encontró convertido en un tigre. El sacerdote había desaparecido. En seguida comprendió que esta era la oportunidad de vengarse de su enemigo, así que se dirigió a los matorrales de costumbre, y allí, ¡oh! ¡eh!, encontró su propio cuerpo yaciendo rígido y yerto.
Temiendo que pudiera convertirse en pasto de aves de rapiña, lo guardó con cuidado; y un día Chuang pasó por allí.
El tigre se abalanzó sobre él arrancándole la cabeza, que devoró al instante. Chiao T’ung, el arquero, disparó y le dio al animal en el corazón. En aquel momento Hsiang se despertó como de un sueño, pero pasó algún tiempo hasta que pudo arrastrarse a casa, donde llegó ante el alborozo de su familia, que no sabía lo que le había ocurrido. Hsiang no dijo una palabra, y permaneció tranquilamente en la cama hasta que algunos de sus parientes llegaron y le felicitaron por la muerte de su enemigo. Entonces exclamó: “Yo era ese tigre”, y les contó toda la historia, que se fue extendiendo hasta que llegó a oídos del hijo de Chuang, que inmediatamente se puso en acción para llevar ante la justicia al asesino de su padre.
Sin embargo, el magistrado no consideró que esta historia tan extraña era prueba suficiente para llevarle ante el tribunal, y archivó el caso.