La incidencia de diabetes en los adultos mayores (que casi siempre es diabetes tipo 2) es más elevada por muchas razones, aunque la principal parece ser el incremento de la resistencia a la insulina que ocurre con la edad, aun cuando el adulto mayor con diabetes no sea obeso ni sedentario. Los médicos todavía no han podido descifrar por qué aumenta la resistencia a la insulina. Cuando analizan el páncreas, este parece ser capaz de producir insulina al ritmo habitual. En realidad el nivel de glucosa en la sangre en ayunas sube muy lentamente cuando uno envejece. Sin embargo, la glucosa después de las comidas aumenta mucho más rápidamente y esto es lo que da lugar al diagnóstico.
Como el nivel de glucosa en la sangre en ayunas suele dar normal, algunos médicos recomiendan usar la hemoglobina A1c (vea el Capítulo 7) para hacer el diagnóstico en la población de edad avanzada. Una hemoglobina A1c que es 1 ½ por ciento más alta que el límite superior de lo normal para el laboratorio donde se realiza la prueba, indica la presencia de diabetes. Para la mayoría de los laboratorios cualquier resultado de la hemoglobina A1c inferior al 5,4 por ciento es normal; del 7 por ciento en adelante se considera como indicador de la posible presencia de diabetes. Los resultados que caen entre el valor normal y el 7 por ciento están en una zona gris, que probablemente indique intolerancia a la glucosa (vea el Capítulo 2).
Es común que los adultos mayores con diabetes no se quejen de ningún síntoma. Y si lo hacen, es posible que los síntomas no sean los que usualmente se asocian con la diabetes tipo 2, o sean confusos. Los adultos mayores con diabetes a veces presentan falta de apetito o se sienten débiles y adelgazan en lugar de ponerse obesos. Pueden tener incontinencia urinaria que, en el caso de los hombres, se confunde con problemas de la próstata y, en el de las mujeres, con infección del tracto urinario. Es posible que los adultos mayores con diabetes no se quejen de sed porque con la edad se altera la percepción de la sed.