La epidemia de obesidad que durante las últimas décadas ha alcanzado también a los niños estadounidenses, ha dado lugar a que la prevalencia de diabetes tipo 2 en los niños sea mucho más elevada que nunca. Aproximadamente el 25 por ciento de los niños presentan sobrepeso u obesidad. Sólo una pequeña cantidad de esos niños desarrolla diabetes.
La obesidad es una carga incluso para los niños que no padecen de diabetes. Los niños obesos enfrentan graves consecuencias psicológicas y sociales:
✔ Sus compañeros los respetan menos que a los niños con otro tipo de discapacidades
✔ Se sienten menos a gusto en su relación con la familia
✔ Una percepción negativa de su imagen
✔ Autoestima baja
Añadir la diabetes tipo 2 a esta mezcla puede ser devastador. Todo lo que menciono anteriormente puede conducir a problemas en el control de la diabetes, porque el niño querrá evitar cualquier actividad que lo haga aún más distinto de sus compañeros.
Es importante diferenciar la diabetes tipo 1 de la diabetes tipo 2, ya que los niños que padecen de diabetes tipo 2 tienen una enfermedad más leve, que puede tratarse con pastillas o incluso con dieta y ejercicio solamente. Sin embargo, como no tienen noción de las consecuencias a largo plazo de sus acciones, a menudo descuidan el tratamiento.
Si su hijo padece de obesidad, debe ayudarlo a que adelgace, pues la mayoría de los niños obesos se convierten en adultos obesos. Con la ayuda de un dietista, logrará averiguar qué alimentos puede comer su hijo para crecer y desarrollarse sin aumentar de peso. Una de las técnicas más útiles es ir con el niño al supermercado y explicarle la diferencia entre las calorías vacías y las calorías que sí tienen aporte nutritivo. Otra es no usar jamás a modo de premio un alimento rico en calorías, como el pastel o los caramelos. Por último, si usted mantiene lejos de la casa esos alimentos problemáticos, las probabilidades de que su hijo los coma serán mucho menores.