Síndrome metabólico

El trastorno que aparece más temprano en la diabetes tipo 2 es la resistencia a la insulina, que se halla incluso antes de que se pueda diagnosticar el padecimiento. Las personas con una deficiencia en la tolerancia a la glucosa, e incluso el 25 por ciento de la población con una tolerancia normal a la glucosa, muestran evidencias de resistencia a la insulina. Este trastorno, que antes se conocía como síndrome de la resistencia a la insulina, ahora se llama síndrome metabólico.

Diversas características acompañan a la resistencia a la insulina, a la cual se considera responsable de una incidencia tres veces mayor de enfermedad de la arteria coronaria en comparación con las personas que tienen sensibilidad normal a la insulina:

Hipertensión: La presión arterial alta puede ser consecuencia del incremento de la insulina necesaria para mantener normal el nivel de glucosa cuando hay resistencia a la insulina. Cuando las personas reciben insulina para controlar la glucosa, aumenta su presión arterial.

Anomalías de las grasas en la sangre: El nivel de triglicéridos es elevado, al igual que la cantidad de LDL (lipoproteínas de baja densidad), partículas de la sangre que transportan el llamado «colesterol malo». Al mismo tiempo, se observa una declinación en la cantidad de HDL (lipoproteínas de alta densidad), las partículas de colesterol «bueno» que ayudan a limpiar las arterias.

Microalbuminuria: La presencia de microalbuminuria está muy relacionada con el desarrollo de enfermedad de la arteria coronaria. (Vea la sección «Primeros signos de enfermedad renal», al principio de este capítulo).

Proteína C-reactiva: Este indicador de inflamación en el organismo (que fácilmente se puede detectar mediante un análisis de sangre) aumenta a medida que se incrementa la gravedad del síndrome metabólico. Esto indica que la inflamación desempeña un papel significativo en la enfermedad de la arteria coronaria. El importante papel de la inflamación en esta enfermedad se confirma por la presencia de factores inflamatorios en la sangre que procede de tejidos adiposos y que incrementa la producción de grasas al tiempo que bloquea el metabolismo de la glucosa, así como la presencia de células inflamatorias que promueven la aterosclerosis.

Incremento del inhibidor 1 del activador del plasminógeno: Esta sustancia química, que bloquea la actividad del activador del plasminógeno, impide que los coágulos de sangre que se forman en las arterias del corazón y en otras áreas se descompongan.

Incremento de la grasa abdominal: Usted puede perder gran parte de esa grasa, que se encuentra en la cintura, si hace dieta y baja entre el 5 y el 10 por ciento de su peso corporal.

Obesidad: Muchas veces se observa en personas que padecen del síndrome metabólico, pero no tiene que estar presente para hacer el diagnóstico.

Sedentarismo: También se encuentra con frecuencia; sin embargo, un modo de vida activo no elimina la posibilidad de padecer del síndrome metabólico.

Las características anteriores, más otras que no señalo, se encuentran en personas que tienen mayor tendencia a padecer de enfermedad de la arteria coronaria y de ataques cardiacos. Recuerde que el síndrome metabólico puede presentarse incluso cuando no hay diabetes. El síndrome metabólico probablemente es una anomalía primaria y no la consecuencia de mantener un nivel elevado de glucosa en la sangre durante un período prolongado.

Cuando la resistencia a la insulina está presente en casos de diabetes, disminuir el nivel de glucosa en la sangre puede reducir las complicaciones de un ataque cardiaco relacionadas con el alto nivel de glucosa en la sangre. Sin embargo, disminuir el nivel de glucosa en la sangre no tiene impacto en la creciente tendencia a tener un ataque cardiaco, que no depende de un alto nivel de glucosa.

Hay varios tratamientos para el síndrome metabólico. Si usted es una persona obesa y tiene un modo de vida sedentario, debe corregir esos problemas. No hace falta perder mucho peso o hacer mucho ejercicio para disminuir el riesgo de un ataque cardiaco.

El nivel elevado de triglicéridos y el nivel reducido de HDL se pueden tratar con fármacos como las estatinas. Los fármacos del tipo tiazolidinedionas (glitazonas) —una nueva clase de fármacos de los cuales la rosiglitazona y la pioglitazona son las únicas disponibles en la actualidad (vea el Capítulo 10)— atacan directamente la resistencia a la insulina. Estos medicamentos pueden ser útiles tanto para diabéticos como no diabéticos.