Tratamiento de la nefropatía diabética

Si siente que la presión le está subiendo a causa de lo que acaba de leer en la sección anterior, respire profundo. Felizmente, todos los inconvenientes y las incomodidades relacionados con la nefropatía diabética se pueden evitar. Estas son algunas cosas que puede hacer para prevenir la enfermedad o retrasar notablemente su desarrollo una vez que ocurre:

Controle el nivel de glucosa en la sangre: Se ha demostrado que este recurso evita la aparición de la nefropatía y la retrasa una vez presente. El Estudio sobre el Control y las Complicaciones de la Diabetes (DCCT, por sus siglas en inglés), que analizó el control de la glucosa en la diabetes tipo 1, y el Estudio Prospectivo de Diabetes en el Reino Unido, que se concentró en la diabetes tipo 2, confirmaron este punto. Si se mantiene el nivel de glucosa en la sangre cerca de lo normal, el paciente no desarrollará nefropatía diabética. (Para información sobre el control del nivel de glucosa en la sangre, vea la Parte III).

Uno de los hallazgos más importantes del DCCT fue que incluso ocho años después de que concluyó el estudio, los participantes siguieron disfrutando los beneficios de mantener baja la presión arterial y reducir la eliminación de albúmina (un parámetro que indica daño del riñón). Controlar su nivel de glucosa en la sangre ahora, valdrá la pena en el futuro.

Controle su presión arterial: Esto protege los riñones de un deterioro rápido. El tratamiento comienza con una dieta baja en sal, pero a menudo hace falta usar fármacos. La presión arterial alta puede controlarse con una variedad de medicamentos, pero una clase de fármacos parece particularmente valiosa en el tratamiento de la nefropatía. Esa clase se llama inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina, o inhibidores de la ECA. (Para obtener más información sobre los inhibidores de la ECA, consulte el recuadro «Inhibidores de la ECA al rescate»). Si por alguna razón no es posible utilizar los inhibidores de la ECA, un tipo de medicamento similar, los llamados bloqueadores de los receptores de la angiotensina II resultan tan o más efectivos.

Controle las grasas en la sangre: Como el nivel anormal de grasas en la sangre parece empeorar la enfermedad renal, es importante reducir el nivel de colesterol malo, o LDL, y elevar el colesterol bueno, o HDL, así como reducir el nivel de otra grasa dañina, los triglicéridos. Varios fármacos excelentes, que pertenecen al grupo de las estatinas, pueden lograr este propósito. Los inhibidores de la ECA también parecen contribuir a bajar el nivel de grasas. (Para obtener más información, vea el recuadro sobre los inhibidores de la ECA, en este capítulo).

Evite otros daños renales: Los diabéticos suelen padecer de más infecciones del tracto urinario, las cuales dañan los riñones. Las infecciones del tracto urinario deben atenderse y tratarse. Los diabéticos también sufren daños en los nervios que controlan la vejiga, lo que produce una vejiga neurogénica. (Vea la sección «Trastornos de los nervios automáticos (autonómicos)» en este capítulo). Cuando los nervios que detectan que la vejiga está llena fallan, se inhibe la evacuación adecuada de la vejiga, lo cual puede dar lugar a infecciones.

Si usted padece de una enfermedad del sistema urinario, a menudo el médico realiza un pielograma intravenoso (IVP, por sus siglas en inglés), un estudio para observar la apariencia y la función del riñón y el resto del tracto urinario. Los diabéticos con cierto fallo renal corren gran riesgo de sufrir una falla completa de los riñones como resultado de un pielograma intravenoso. Se deben usar otros tipos de estudios que no pongan en peligro a los riñones.

Si estos tratamientos preventivos no funcionan, el paciente tiene que recibir diálisis o someterse a un trasplante de riñón.

Cuando los riñones fallan, desaparece una fuente clave para el metabolismo de la insulina y, por consiguiente, el paciente necesita mucha menos insulina o ninguna insulina. Debido a esta circunstancia, es posible que el control de la glucosa en la sangre resulte más fácil de lograr.

Diálisis: En la actualidad se usan dos técnicas de diálisis.

En la diálisis peritoneal el fluido contiene azúcar, de manera que es posible que los diabéticos tengan un nivel de glucosa en la sangre muy alto, a menos que se añada insulina a las bolsas de solución de diálisis. La diálisis peritoneal también está asociada a un alto índice de infección en el punto donde el tubo entra en la cavidad peritoneal.

Existe escasa diferencia en la supervivencia a largo plazo entre los pacientes tratados con hemodiálisis y los tratados con diálisis peritoneal, de modo que la decisión depende de la conveniencia y de la cobertura que dé el seguro médico. Los diabéticos no toleran bien el fallo renal, de manera que la diálisis suele indicarse en etapas más tempranas que en el caso de las personas que no tienen diabetes.

Trasplante de riñón: Los pacientes que reciben un trasplante de riñón parecen responder mejor que los pacientes de diálisis, pero en los Estados Unidos, debido a la escasez de riñones, el 80 por ciento de los pacientes se someten a diálisis y el 20 por ciento reciben trasplantes. El trasplante es un elemento foráneo para la persona diabética que lo recibe, y el organismo trata de rechazarlo, lo que requiere el uso de fármacos contra el rechazo, algunos de los cuales complican más el control de la diabetes. El riñón de un donante con lazos familiares cercanos con el paciente es menos rechazado.

Cuando un riñón sano entra en el cuerpo de una persona con diabetes, está sujeto a los daños que puede causar el elevado nivel de glucosa, de modo que el control de la glucosa es crucial.