Después de terminar con sus tareas en el rancho, Aden se dio cuenta de que se le estaban cerrando los ojos. Sin saber qué ocurría, entró en su habitación. No pudo cerrar la puerta con llave porque a partir de aquel día, Shannon iba a ser su compañero de habitación. Parecía que a Ozzie lo habían sorprendido metiendo drogas en la habitación de Aden aquel día, para que lo expulsaran del rancho.
Por una vez, la suerte había estado de su parte, y Dan había visto lo que ocurría desde fuera, por la ventana. O tal vez había sido un efecto del viaje en el tiempo de Aden. De todos modos, la policía había ido al rancho y se habían llevado a Ozzie. En aquel momento estaba en la comisaría, y no iba a volver al rancho.
Aquello eliminaba una de las preocupaciones de Aden.
Dan se había dado cuenta de que Aden y Shannon se habían hecho amigos, y para animar su amistad había cambiado a Shannon a la habitación de Aden. Era raro, el hecho de no estar solo en el rancho. Incluso más raro, el hecho de que Brian, Terry, Ryder y Seth hubieran sido agradables con él durante todo el día. Parecía que sin la influencia de Ozzie lo consideraban uno de los suyos.
Aden se sentía como si hubiera acabado en una nueva dimensión, o en un mundo alternativo.
Se dejó caer en su cama, la litera de abajo. ¿Qué le ocurría? ¿Se estaba quedando ciego? ¿Por qué? Mientras se hacía aquellas preguntas, la poca luz que todavía podía ver desaparecía. Aden se quedó en la oscuridad.
¿Qué me pasa?, murmuró, sintiendo pánico.
«Tal vez sea la sangre de Victoria», dijo Eve.
«Ella te advirtió de que podía haber complicaciones», le recordó Caleb. Después silbó. «Dios, está muy buena. ¿Cuándo vas a volver a besarla?».
La sangre de Victoria. Por supuesto. Se sintió aliviado, pero al instante comenzó a sentir un dolor de cabeza fuerte que le martilleaba contra las sienes. ¿Cuánto tiempo iban a durar la ceguera y el dolor?
La puerta se abrió y se cerró. Se oyeron unos pasos, el ruido de la ropa.
¿Estás bien, tío?, le preguntó Shannon. Tienes mala cara.
No había tartamudeado ni siquiera un poco. Tal vez la falta de los constantes comentarios hirientes de Ozzie y la confianza de saber que tenía amigos de verdad hubieran tenido buenas consecuencias.
No muy bien dijo Aden. Notaba el calor del cuerpo de su amigo, y sabía que estaba cerca. ¿Estamos solos?
Sí.
Si Victoria iba a verlo… quería estar preparado. O al menos, tan preparado como podía estar un tipo en sus condiciones.
La ventana… la chica…
No te preocupes. La dejaré abierta.
A Aden se le escapó un gemido porque el dolor se intensificó repentinamente. Era como si tuviera un ariete golpeándole por toda la cabeza, como si quisiera abrírsela. Casi tenía ganas de que sucediera. Así, el dolor escaparía. Era tan fuerte, que incluso sus compañeros lo sentían, y gemían con él.
Cuando creía que ya no podía soportarlo más, de repente hubo un fogonazo de miles de puntos de luz multicolor detrás de sus ojos. Y comenzó a ver una escena. Sucedía en un callejón oscuro, iluminado únicamente por la luz de las farolas que había más allá. De vez en cuando pasaba un coche, pero él estaba escondido entre las sombras, así que estaba a salvo de la observación de los demás. Y se alegraba. Su agudo sentido del olfato le daba a entender que no había nadie más entre él y su comida, nadie que pudiera ver lo que iba a hacer, y eso era bueno, muy bueno. Pero no era su pensamiento. No salía de su mente. Era algo un poco desesperado, hambriento. Incluso avergonzado.
Estaba detrás de un hombre de mediana edad; tenía una mano sobre su cabeza y se la empujaba para ladeársela, y la otra, sobre su hombro, para mantenerlo inmóvil. Las manos eran pálidas y delicadas.
¿Pálidas? ¿Delicadas? Aquéllas no eran sus manos, pero sí eran extensiones de su cuerpo. Miró hacia abajo. No. Aquél no era su cuerpo, tampoco. Aquél llevaba una túnica negra y tenía unas suaves curvas.
Victoria. Él debía de estar viviendo aquella escena a través de los ojos de Victoria. ¿Estaba ocurriendo en aquel momento, o había ocurrido en el pasado? ¿Era un recuerdo?
Eres un chico malo dijo Aden, pero no con su voz. Era la de Victoria. Y él nunca la había oído hablar en un tono tan frío, tan implacable. Él sentía su furia, y también su hambre, pero ella no dejó entrever ninguna de las dos cosas. Pegas a tu esposa y a tu hijo, y te crees superior prosiguió ella con desprecio. Cuando en realidad, no eres más que un cobarde que merece morir en este callejón.
El hombre se echó a temblar. Ella ya le había ordenado que mantuviera los labios sellados, así que él no podía hablar, ni siquiera gimotear.
Pero no voy a matarte. Eso sería demasiado fácil. Ahora tendrás que vivir sabiendo que te ha vencido una chica dijo, y con una carcajada cruel, añadió: Una chica que te perseguirá y te cazará si vuelves a maltratar a tu esposa o a tu hijo. Y si crees que no me voy a enterar, piénsalo bien. He visto lo que les hiciste esta mañana.
El temblor del hombre aumentó.
Entonces, Victoria le mordió salvajemente en el cuello. No tuvo nada de lento ni de suave, como había hecho con Aden. Hundió profundamente los colmillos hasta que llegó al tendón. El cuerpo del hombre se sacudió, sus músculos sufrieron espasmos. Ella tuvo buen cuidado de no inocularle saliva en la vena, porque eso habría mejorado la experiencia para él. Le habría drogado, como había sucedido con Aden.
El olor metálico de la sangre saturó el aire, y Aden lo inhaló profundamente, tal y como estaba haciendo Victoria. A ella le encantaba, y saciaba su hambre con él, y él se dio cuenta de que a través de sus sentidos, disfrutaba igualmente.
Ella continuó bebiendo y bebiendo hasta que al hombre le fallaron las rodillas. Entonces Victoria lo soltó, y él cayó al suelo y se golpeó la cabeza contar un contenedor de basura.
Victoria se agachó y le tomó la barbilla entre las manos. El hombre tenía los ojos cerrados y la respiración superficial, entrecortada. Le sangraban los dos pinchazos del cuello.
No vas a recordar nada sobre mí, ni nada de lo que te he dicho. Sólo vas a recordar el miedo que te han producido mis palabras.
Y tal vez, sólo tal vez, aquel miedo lo empujara a cambiar. Tal vez no. De todos modos, ella había hecho lo que podía. Salvo matarlo, y eso lo tenía prohibido.
No podía ir contra las leyes de su padre. La primera vez que había matado accidentalmente a alguien, había recibido una advertencia. La segunda y última vez le habían dado latigazos con un látigo impregnado de je la nune, la sustancia que llevaba en el anillo.
Abrió aquel anillo, hundió una uña en la sustancia y se la apretó contra la yema del dedo. Al instante, su piel chisporroteó y se abrió. La quemadura recorrió todo su ser, abrasándola y dejándola sin aliento.
Aden gritó al sentir todo aquel dolor.
Ella había hecho aquello dos veces por él, pero no le había dejado entrever la brutalidad de su dolor, porque no quería que él se sintiera culpable. Aden lo supo. No quería que se sintiera culpable cuando ella creía que era digna de él.
Aden cabeceó con incredulidad.
Ella no quería volver a tocar al hombre, así que dejó caer una gota de sangre en cada una de las heridas del cuello. La carne se unió y quedó sana, sin rastro de las heridas. Ella se incorporó. Había saciado su hambre, había fortalecido su cuerpo. Y sentía furia. Odiaba tener que recurrir a los depravados para sobrevivir, pero prefería alimentarse de ellos que de los inocentes.
Aden se dijo que eso no iba a volver a suceder. Él le daría toda la sangre que necesitara. Ella no volvería a beber de nadie que no fuera él. Victoria no tenía por qué volver a sufrir así.
¿Mejor?, le preguntó alguien a su espalda.
Ella se volvió lentamente y vio a Dmitri. Él estaba apoyado contra la pared, cruzado de brazos. Era muy alto, rubio, de rostro perfecto. Tenía una piel pálida y brillante. Vaya. Sin embargo, Aden sabía que toda aquella belleza escondía a un monstruo.
Victoria se limpió la cara con el dorso de la mano y asintió.
Vuelve a casa le dijo ella, mirando la luna. Es un camino largo, y se acerca la mañana.
Él sonrió con afecto, se irguió y se acercó a ella. Con delicadeza, le limpió una mancha de sangre de la barbilla. Ella apartó la cara, y la sonrisa de Dmitri se convirtió en un gesto de malhumor.
Se supone que de ahora en adelante tú debes ir donde yo vaya. Eso significa que tienes que volver a casa conmigo.
«Controla tu ira», pensó Victoria. «No le lleves la contraria».
Sonrió dulcemente y dijo:
Cada vez que me obligas a algo te odio más.
Él entrecerró los ojos.
Es inútil que te resistas a mí, princesa.
En realidad, no. Cualquier cosa que me mantenga apartada de ti es muy útil.
Es por ese chico, ¿verdad?, le preguntó Dmitri con ira.
Victoria elevó la barbilla para ocultar un temblor de miedo.
Es porque no quiero tener nada que ver contigo.
Más rápidamente de lo que los ojos hubieran podido detectar, él se acercó y se inclinó sobre ella.
Yo soy todo lo que tú necesitas. Soy fuerte y poderoso.
Tú eres igual que mi padre dijo ella. Ves el temple de los demás como una amenaza para tus habilidades. Riges con un puño de hierro y castigas indiscriminada-mente.
Sin orden habría caos.
¿Y qué tiene de malo?
¿Es eso lo que te ofrece ese chico? ¿El caos? No soy tan tonto como piensas. Sé que lo deseas dijo Dmitri. La agarró por los antebrazos y la sacudió ligeramente. No vas a volver a esa escuela de los mortales, princesa. Te lo prohíbo.
Eso no puedes decidirlo tú.
Será así. Un día, será así.
Pero por ahora no lo es. Tú todavía has de responder ante mi padre.
Él hizo un gesto de desprecio.
Las cosas no van a ser siempre igual.
Eso parece una amenaza, y ya sabes cuál es el castigo por ello. Incluso para ti, que también eres un príncipe.
Dmitri se quedó mirándola durante un largo rato. Finalmente dijo:
Vete. Diviértete. Disfruta del caos. Terminará pronto, quieras o no.
Victoria se quedó inmóvil mientras él se alejaba, respirando profundamente para calmarse. Cuando Dmitri desapareció, ella echó a correr, con el pelo al viento, libre. Pasó como un bólido por delante de los edificios, y finalmente llegó al bosque. Siguió corriendo mientras las preocupaciones se desvanecían, mientras las hojas caían de las ramas. Los olores de la noche invadieron la nariz de Aden, rocío, tierra y animales.
Victoria sólo aminoró el paso cuando vio aparecer el Rancho D. y M. Allí estaba su ventana, abierta para ella. En el interior había dos corazones, y Victoria los reconoció a ambos. Eran el de Aden, que latía un poco más rápido de lo normal, y el de Shannon, con un pulso lento y constante. Uno estaba perdido en una visión, seguro, y el otro dormía plácidamente.
Casi había llegado…
Entró y le puso las manos en los hombros a Aden. Lo zarandeó, y él abrió los ojos. Se dio cuenta, con sorpresa y decepción, de que estaba en su cuarto. Aunque le aliviaba que la ceguera hubiera terminado, no quería salir de la cabeza de Victoria. Volvió a maravillarse de su fuerza. Había sobrevivido a todo aquello, no había cedido terreno ante Dmitri y no se había acobardado.
Aden había tenido ganas de saltar entre ellos, de arrojar al vampiro al suelo y de llevarse a Victoria.
Aden susurró ella.
Estaba sobre él, como la primera vez que la había visto, con el pelo cayendo en cascada alrededor de su rostro y encerrándoles entre unas cortinas oscuras. Él le acarició la mejilla, y ella cerró los ojos.
Shannon está…
Dormido susurró Victoria.
Sí, Aden lo sabía. Porque a través de ella había sentido los latidos del corazón de su amigo durante un instante.
Gracias por todo.
¿Qué has visto?
A ti, alimentándote. Y a ti, hablando con Dmitri.
Entonces, lo has visto todo dijo ella con un suspiro. Seguramente te estarás preguntando cómo es posible.
Aden asintió.
Cuando un vampiro ingiere sangre humana, entra en nuestro organismo y se transforma. Cobra vida con todo lo que nosotros somos. Con nuestro pensamiento, nuestras emociones, nuestra esencia. La pequeña cantidad que te di te curó las heridas, pero también te vinculó a mi mente.
¿Voy a poder ver las cosas a través de tus ojos más veces?
No lo sé respondió Victoria. Le acarició, con la delicadeza de las alas de una mariposa, el ojo, ya curado. Aden notó el fuego de su piel, tan amado para él. Aunque he oído decir que a algunos les ha ocurrido, yo nunca había compartido mi sangre con nadie. Bueno, doy gotas para curar las heridas de los mordiscos, pero como no es ingerida, los humanos nunca se vinculan conmigo.
Así que ella le había dado algo que nunca les había dado a otros. El amor que sentía por ella creció, se expandió.
Es alguien a quien desprecio, alguien que… entonces, sus orejas se irguieron, y Victoria se incorporó. Ha llegado Riley. Su corazón late muy deprisa añadió con el ceño fruncido. Nos necesita.
Aden se levantó sin dudarlo y se miró. Llevaba la ropa de todo el día, arrugada y sucia por haber trabajado en el establo.
Necesito cinco minutos.
Muy bien. Riley dice que vamos a estar fuera todo el fin de semana, y que se ha asegurado de que nadie nos eche de menos dijo Victoria. Haz tu bolsa de viaje, y yo me ocuparé de Dan y de los otros chicos. No se darán cuenta de que te has ido. Nos vemos fuera le dijo ella, y se marchó.
Él se duchó rápidamente, se vistió y metió un par de vaqueros, unas camisetas y el cepillo de dientes en la mochila.
Tal y como había prometido, Victoria estaba esperándolo fuera. Aden tenía el pelo mojado, y el aire fresco de la noche le dio escalofríos. Tuvo que pasarle un brazo por los hombros para entrar en calor.
Riley y Mary Ann tenían un coche nuevo, y seguramente robado, a medio kilómetro del rancho. Riley estaba junto a él, metiéndose una camisa por la cabeza cuando ellos salieron de entre las sombras.
Entrad dijo el hombre lobo. Tenemos que hacer un largo viaje.
Se sentó detrás del volante, y Mary Ann se apoyó en él, aunque tenía la nariz metida en un cuaderno.
Aden y Victoria se acomodaron detrás. Victoria apoyó la cabeza en su hombro. No porque tuviera sueño, sino sólo para estar cerca de él. Aden se alegró. Una parte de él pensaba que podía perderla en cualquier momento, que alguien, tal vez Dmitri, se la llevaría, y que no volvería a verla nunca más. ¿Temía ella lo mismo?
No nos vamos a separar le aseguró él, y ella asintió.
«No permitiremos que suceda eso», dijo Julian.
Elijah suspiró.
«Como si pudierais evitarlo. Desde el principio te advertí de que ocurrirían cosas malas si seguías a Mary Ann».
Sí, era cierto. Pero de todos modos, Aden lo había hecho, y no se arrepentía.
¿Adónde vamos?, preguntó.
Que os lo cuente Mary Ann respondió Riley.
Mary Ann murmuró algo entre dientes y siguió leyendo.
Aden dejó pasar el tema. No quería interrumpirla, al verla tan absorta. Sin embargo, pronto lamentó aquella decisión. Pasó un rato muy largo sin que Mary Ann levantara la vista del cuaderno, mientras Riley conducía y Victoria se perdía en sus pensamientos. Él sentía una gran curiosidad. Finalmente, cerró los ojos e intentó relajarse.
Después de un rato, Riley dijo suavemente:
Tienes que contárselo, Vic.
Lo sé. Voy a hacerlo dijo ella en voz baja. Y no me llames así.
¿Decirle qué? Aden esperó a que su conversación continuara, pero eso no sucedió.
¿Qué está ocurriendo?, preguntó Aden, incorporándose.
Victoria se sobresaltó y se posó una mano sobre el corazón.
Oh, Dios mío dijo en aquel momento Mary Ann, e impidió que Riley y Victoria respondieran.
¿Qué?, preguntaron los tres al unísono.
Mary Ann miró a Aden con los ojos enrojecidos.
No vas a creerte esto. Nuestras madres… Espera. Será mejor que empiece por el principio. Si no, no me vas a creer. Lo primero es que llegaron nuestros certificados de nacimiento, y que yo tengo dos madres. La primera murió después del parto, y la segunda es quien me crió. Lo segundo es que… entonces, le mostró a Aden los dos certificados, y el lugar donde habían nacido.
¿Y qué significa?
No lo sé, pero voy a averiguarlo. Lo que sí sé es que mi madre biológica podía viajar en el tiempo como tú, hasta que se quedó embarazada de mí, y que vivía en la casa de al lado de la tuya. Mira dijo Mary Ann, y le señaló las direcciones. La primera vez no lo vi porque estaba concentrada en nuestra fecha de nacimiento y en el nombre del hospital. En realidad, creo que no me hubiera dado cuenta de no ser por el diario de mi madre. En uno de los pasajes habla de su vecina Paula, que también estaba embarazada, pero de dos semanas más que ella. Dice que se sentía más calmada cuando estaba con Paula, después de un agobio inicial, según ella, así que convenció a mi padre para alquilar la casa de al lado. Sin embargo, a medida que avanzaba el embarazo de Paula, aquella sensación de angustia volvió, y dejaron de verse. Mi madre dice que era doloroso para ella estar cerca de aquella mujer. Aden, tu madre se llama Paula. Estaban embarazadas de nosotros.
¿Qué significaba que sus madres vivieran al lado y que se sintieran atraídas la una por la otra, tanto como para dar a luz el mismo día? ¿Y qué significaba que se hubiera hecho doloroso estar cerca?
«Así que vuestros padres eran vecinos, y nacisteis el mismo día», dijo Elijah. «En el mismo lugar». Su tono de voz tenía algo extraño, duro y suave al mismo tiempo, que Aden no supo identificar. «Y ahora, tú puedes hacer lo que podía hacer la madre de Mary Ann, lo que Mary Ann impidió que siguiera haciendo. Y es lo mismo que Mary Ann te impide hacer a ti».
Tal vez no.
¿Qué estás diciendo?, le preguntó Aden.
Todos lo miraron con extrañeza.
Dadme un minuto les dijo. Ellos asintieron. Aden cerró los ojos y se concentró en la gente que estaba en su cabeza. ¿Elijah?
«Piénsalo. Piensa en las similitudes».
Similitudes. La madre de Aden calmaba a la madre de Mary Ann. Mary Ann calmaba a Aden. Sin embargo, el hecho de que él poseyera esa misma habilidad… Dios santo.
Eve gimió.
«He encajado las piezas. ¿Estás diciendo que…?».
«Sí», respondió Elijah.
Aden se echó a temblar. Aquello era surrealista, salvaje, pero, ¿podía ser cierto?
Tú te has sentido conectada a ella desde el principio, Eve le dijo.
«Sí, es cierto, pero eso no significa lo que estás pensando».
¿Y si de veras te absorbí en mi mente el día de mi nacimiento? Estamos de acuerdo en que sois almas humanas sin cuerpos propios. ¿Y si sois fantasmas? ¿Y si tú moriste el día en que yo nací, en el mismo hospital? ¿Y si tú, Eve, eres en realidad…?
«¡No puedo ser su madre! No puedo. Recordaría a mi propia hija».
Si hubieras permanecido fuera de mi cuerpo, tal vez, pero no fue así. Tú fuiste absorbida por mí, o quizá tú misma entraras en mi mente por algún motivo, y tus recuerdos desaparecieron. Seguramente porque yo era sólo un bebé, y mi mente no era capaz de contener ni procesar cuatro vidas enteras.
«No», dijo ella. «No. No es posible».
Eso explicaría por qué quise abrazarla, y por qué ella quiso abrazarme a mí. Creo que os sentisteis la una a la otra a un nivel profundo.
¿Qué estás diciendo, Aden?, le preguntó Mary Ann con la voz temblorosa.
Entonces, Aden se dio cuenta de otra cosa. Si en realidad, aquellas almas eran fantasmas confusos, entonces sólo tenía que ayudarlos a que fueran libres. Sólo tenía que ayudarlos a hacer algo que lamentaban no haber hecho. Y, como John, serían libres y se alejarían flotando, seguramente al más allá. No tendrían cuerpos, pero sí tendrían la paz.
Elijah ya lo había predicho. Uno de sus compañeros sería libre muy pronto, y eso significaba que iba a ver cumplido su último deseo. Eve era muy maternal, y su último deseo sería haber visto a su hija, hablar con ella, abrazarla. ¿No era eso lo que deseaba por encima de todo?
Sólo había una manera de averiguarlo.
Para, Riley. Creo que ya es hora de que Mary Ann conozca a su madre.