Mary Ann jugueteó con la cena. Era comida china que su padre había llevado a casa. Él sólo llevaba media hora en casa, y Riley se había quedado con ella hasta el último segundo posible; había vuelto después de acompañar a Victoria a su casa. Mary Ann quería invitarlo a que cenara con ellos y presentárselo a su padre. Sin embargo, no lo había hecho porque no estaba segura de que su padre lo aceptara bien. Además, habría pensado que la tarde de estudio había sido en realidad una tarde de besuqueo.

Sin embargo, ella ya echaba de menos a Riley, su intensidad, su sentido de la protección. Valoraba su opinión y necesitaba su ayuda para hacer lo que estaba pensando. Podía esperar e intentar robar los expedientes de que padre, tal y como le había sugerido Aden, pero eso era algo que detestaba; no sólo sería robarle a su padre, a su mejor amigo, el hombre que más la quería y que nunca le hubiera hecho algo así a ella. O podía pedírselos a su padre directamente, cosa que haría que él escondiera esos archivos que quería Aden y que Mary Ann nunca pudiera conseguirlos.

Lo primero era una falta de ética. Lo segundo era arriesgado.

¿Qué debía hacer?

¿No tienes hambre?, le preguntó su padre, mientras se servía una montaña de fideos chinos.

Ella suspiró y apartó su plato.

Es que estoy… preocupada.

El tenedor de su padre se detuvo a medio camino de la boca, con los fideos colgando.

¿Quieres hablar de algo?

Sí. No dio otro suspiro. No lo sé.

Él se echó a reír y dejó el tenedor en el plato.

Bueno, ¿de qué se trata?

Necesito hablar contigo, pero no quiero.

Vaya, esto parece serio.

Yo… Tengo una pregunta.

Él alargó el brazo por encima de la mesa y le dio unos golpecitos en la mano.

Ya sabes que puedes preguntármelo todo.

Pronto lo comprobarían.

Es algo sobre uno de tus pacientes.

Entonces, la expresión de su padre se endureció. Comenzó a negar con la cabeza.

Cualquier cosa excepto eso. Los pacientes me confían sus secretos, Mary Ann. Además, hablar de eso es ilegal.

Ya lo sé, ya lo sé. El caso es que hace unas semanas he conocido a un chico. Nos hemos hecho buenos amigos.

Hubo un silencio.

Su padre se apoyó en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos.

Está bien. ¿Por qué tendré la impresión de que voy a saber cosas de él, y también voy a saber lo que opina Tucker de vuestra amistad?

Lo que piense Tucker ya no importa. Hemos roto oficialmente.

Al instante, su padre se volvió comprensivo.

Vaya, nena. ¿Estás bien? Ya sabes que no siempre apoyé tu relación con él. Creo que no hay ningún chico que sea lo suficientemente bueno para ti. Pero dejé de quejarme de él porque quería que fueras feliz.

Estoy bien. Fui yo la que rompió. Me había engañado.

Lo siento muchísimo dijo él, y de nuevo le acarició la mano. A menudo trato a parejas que están enfrentándose a una infidelidad, y lo más común en la parte afectada es que esa persona se sienta inferior. O de usar y tirar.

Aunque ella ya no quería a Tucker, así era exactamente como se había sentido. Incluso había influido en su deseo de estar con Riley. Mary Ann había asumido, automáticamente, que iba a pensar que era demasiado aburrida para él.

Algunas veces pasa una temporada y el culpable aprende una lección muy valiosa continuó su padre. Que él o ella tienen un hogar mucho más valioso que cualquier placer momentáneo. La mayoría no lo aprende, aunque finge que sí para poder tener lo que cree que es mejor de los dos mundos.

Tucker es uno de los segundos, sin duda dijo ella.

No tenía ninguna duda al respecto. Después de todo, era un demonio. Aquello todavía la tenía impresionada. Quería haberle preguntado a Riley qué significaba exactamente ser un demonio, pero entonces Aden se había desvanecido en el aire y ellos se habían pasado las horas siguientes buscándolo por la casa y por el bosque. Riley, incluso, se había transformado en lobo y había ido corriendo al Rancho D. y M. Para él era fácil seguir su pista debido a que tenía un olfato muy fino, pero de todos modos no había encontrado ni rastro.

Después, cuando se habían quedado solos, habían pasado el tiempo conociéndose. Él le había preguntado cosas de su niñez, y había escuchado su plan de los quince años. Mary Ann le había dejado admirado con sus objetivos.

Es importante saber que los demás contienen su atracción por otra gente, pero lo que de verdad define el verdadero carácter de una persona es lo que hace con esos sentimientos le dijo su padre. ¿Conocías a la chica con la que se estaba viendo?

Mary Ann asintió, pero no quería admitir quién era, así que no dijo nada.

Gracias por el consejo. Por eso quería hablar contigo sobre este otro chico. Ha tenido un pasado difícil y se está enfrentando a cosas a las que nadie de su edad debería enfrentarse.

Y quieres que lo ayude.

No. Quiero que… me hables sobre él.

No lo entiendo. Es amigo tuyo. ¿Cómo voy a saber yo algo sobre él?

Creo… creo que fue paciente tuyo. Se llama Aden Stone.

A su padre se le cortó la respiración. Luego palideció. Después se puso muy tenso.

Lo conoces dijo ella.

Él apartó la mirada y apretó la mandíbula.

Lo conocía.

¿Lo echaste de tu consulta?

En vez de responder, él se puso en pie y echó la silla hacia atrás, arrastrándola ruidosamente por las baldosas del suelo de la cocina.

Es tarde dijo en un tono distante. Tienes que ducharte e irte a dormir.

Prefiero hablar contigo. Aden necesita ayuda, papá. No la ayuda en la que tú estás pensando, así que no me digas que no vuelva a verlo. Lo quiero como a un hermano y quiero que sea feliz. Y la única manera de que sea feliz de verdad es que encontremos la manera de liberar a la gente que…

¡Ya está bien!, gritó su padre, y dio un puñetazo en la mesa. Tenía fuego en los ojos. No eran llamas de furia, sino de desesperación. Era algo que Mary Ann sólo había visto una vez, el día en que había muerto su madre y él tuvo que darle la noticia. Ya está bien repitió con más calma. No vamos a hablar de eso. Ella se quedó paralizada. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué era lo que había prendido aquel fuego?

Pero él te dijo que me conocería algún día, y que sería mi amigo. Ni siquiera tú puedes negar que no era un niño loco, sino un…

He dicho que ya basta. Ve a tu habitación. No es una sugerencia, sino una orden.

Con eso, su padre se dio la vuelta y se marchó. Mary Ann oyó como cerraba la puerta de su despacho de un portazo. Él nunca jamás había hecho tal cosa.

Su padre recordaba a Aden. Eso estaba claro. Sin embargo, ¿qué era lo que recordaba? ¿Qué era lo que le había hecho pasar de ser un padre amable y sosegado a un bruto distante?

Aden se despertó sobresaltado y se incorporó entre jadeos. Estaba sudando, y tenía la camisa pegada al cuerpo. Miró a su alrededor. Estaba en su habitación, pero no sabía qué hora era. No sabía cómo había llegado hasta allí. No había hecho sus tareas, no había hablado con Dan. Lo último que recordaba era que estaba en el bosque con Victoria, y que ella tenía los colmillos clavados en su cuello.

Miró hacia la izquierda y hacia la derecha. ¿Dónde estaba…?

Shhh de repente, Victoria estaba sentada a su lado, con un dedo posado en sus labios. Estás bien. No tienes que angustiarte por nada. Yo me he ocupado de todo. He limpiado el establo y les he dado de comer a los caballos, aunque los animales no se han puesto muy contentos de verme. He convencido a Dan y a los demás de que llegaste a casa cuando debías. Dan piensa, incluso, que habéis tenido una larga y agradable charla sobre tu sesión de estudio.

Él se relajó un poco. Volvió a tumbarse y notó un dolor en el cuello. Se palpó el lugar con la mano, pero no notó ningún pinchazo. Ella debía de haberle curado. ¿Lamiéndole el cuello, como había hecho con sus labios?

Gracias dijo. Se sentía un poco avergonzado de que ella hubiera hecho tanto por él. Él era el chico y ella era la chica. Se suponía que era él quien debía cuidar de ella. ¿Te has metido en líos con Riley?

No. Volví con él cuando le había prometido y él me llevó a casa. Después volvió con Mary Ann, y yo aproveché para escaparme y venir aquí. Siento haber bebido tanto de tu sangre, Aden. Debería haberme apartado, pero tu sabor era tan dulce, mejor que el de nadie, y lo único que podía pensar era que quería más, que necesitaba más.

Pese al dolor que sentía, Aden se estremeció al recordarlo.

Te dije que era un animal sollozó ella.

No, claro que no respondió él. Fuera lo que fuera lo que le había inoculado en la vena… Dios santo. Quería más. La tomó de la mano y entrelazó sus dedos con los de ella. Lo que hiciste… Mentiría si te digo que no me gustó.

Sí, pero…

Sin objeciones. Tú necesitas la sangre para vivir, y yo quiero ser el que te la dé. Durante el tiempo que esté vivo, quiero ser la persona de la que te alimentes.

Ella se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

Hablas como si te fueras a morir pronto.

¿Debía contarle la visión de Elijah?

Ven aquí le dijo. Le soltó la mano y abrió los brazos a modo de invitación. Ella se tendió a su lado y metió la cabeza en el hueco de su cuello. Tengo que contarte una cosa. Es algo que no te va a gustar, y que seguramente te asustará.

Ella se puso tensa.

De acuerdo.

He visto mi propia muerte.

¿Qué quieres decir?, preguntó Victoria con espanto.

Algunas veces sé cuándo va a morir la gente, y cómo. Hace un tiempo vi mi propia muerte, igual que he visto la de miles de personas.

Ella apoyó la palma de la mano sobre su pecho, justo sobre su corazón. Estaba temblando.

¿Y nunca te has equivocado?

Nunca.

¿Y cómo va a suceder? ¿Cuándo?

No sé cuándo, sólo que no seré mucho mayor de lo que soy ahora. No tendré camisa, y tendré tres cicatrices en el costado derecho.

Ella se incorporó y se sentó. Sin pedirle permiso, le levantó la camisa. Tenía cicatrices, pero no las líneas paralelas que él había visto en su visión.

Para tener cicatrices antes debes recibir una herida, y esa herida tiene que curarse.

Sí.

Cuando hayas descansado, vas a contarme todo lo que sepas de esa visión, y después haremos todo lo que esté en nuestro poder para evitarlo. ¿De qué serviría saber algo con antelación si no puedes cambiarlo?

Aden le acarició la mejilla, y ella cerró los ojos al notar su contacto. En cualquier otro momento, él tendría que contarle que no servía de nada intentar impedir la muerte de alguien, porque era imposible. Sin embargo, ya le había dicho suficiente por una noche. En aquel momento tenían cientos de cosas de las que hablar, y cientos de cosas que hacer.

¿Has notado alguna cosa diferente en mi habitación?, le preguntó. ¿Algo diferente sobre la gente que vive en el rancho?

Tal vez Ozzie fuera dulce como un ángel ahora que el pasado había sido alterado.

Ella volvió a tenderse a su lado y se acurrucó contra él. En aquella ocasión, le pasó el brazo por el estómago y lo abrazó con fuerza, como si tuviera miedo de perderlo.

Lo único diferente que he notado es que en tu escritorio hay muchos frascos de píldoras. Antes no las había visto.

¿Píldoras?

Entre las protestas de Victoria, Aden se levantó de la cama y se acercó al escritorio. A primera vista todo parecía normal. Allí estaba su iPod. Unas semanas antes alguien se lo había dejado olvidado en el banco de un parque, y él lo había recogido. Miró el resto de la mesa. Allí había frasco tras frasco de pastillas. Las tomó y leyó las etiquetas una por una. No era de extrañar que sus compañeros hubiesen estado en silencio desde que se había despertado. Estaban total y completamente drogados.

¿Chicos?

No hubo respuesta.

¡Chicos!, les dijo, para despertarlos.

¿Y si las drogas les habían causado un daño irreparable? ¿Y si nunca volvían? Él creía que ya había tomado todas las medicinas del mundo, y sin embargo, ellos nunca habían reaccionado así. Miró las etiquetas de nuevo. Nunca había visto aquella medicación. ¿Tal vez era experimental?

Miró el nombre del médico que se las había recetado, que estaba impreso en la parte posterior de los frascos. Ya no era el doctor Quine, sino el doctor Hennessy.

¡Chicos!

Por fin, Eve respondió.

«Estoy muy cansada», dijo.

«No puedo pensar», musitó Caleb.

«Sólo quiero dormir», añadió Elijah.

Julian permaneció en silencio.

¡Julian!, exclamó Aden.

Siguió el silencio.

Julian, si no empiezas a hablar ahora mismo, voy a…

«No chilles», murmuró Julian. «Habla más bajo».

A él se le hundieron los hombros del alivio. Gracias a Dios. Todos estaban vivos.

«¿Qué ha ocurrido?», preguntó Eve.

Aden les explicó lo de la medicación. Al igual que él, conservaban los recuerdos anteriores, que no cambiaban cuando cambiaba el pasado. Ellos tampoco sabían lo que les había ocurrido.

Aden se volvió hacia la cama, pero Victoria ya no estaba allí. Él no la había oído moverse, pero de repente estaba a su lado, y lo abrazó por la cintura.

Tengo que irme le dijo mientras le acariciaba el cuello con la nariz. Mi familia se despierta a estas horas de la noche, y tengo que estar en casa. Además de Riley, hay otros hombres lobo rodeando esta propiedad, y la casa de Mary Ann, para protegeros.

Aden le posó las manos sobre las mejillas y la besó suavemente en los labios.

¿Nos veremos mañana?, preguntó, pero acto seguido se quedó helado.

Había alguien en la ventana, mirando hacia el interior de su habitación, o más bien, fulminándolo a él con la mirada. Él colocó a Victoria detrás de su espalda.

Escóndete le dijo mientras buscaba las dagas con la mirada. ¿Dónde las había metido?

¿Qué pasa? Victoria siguió la dirección de su mirada.

Entonces se le escapó un silbido.

No. No, no, no dijo con un gemido. Él no. Cualquiera, menos él.

¿Lo conoces?

Ella no respondió. Se apartó de Aden, y él intentó agarrarla para volver a colocarla detrás de su espalda.

No me toques le ordenó ella con frialdad.

¿Victoria?

Ella se deslizó hacia la ventana.

Te dije que te apartaras de mí, Aden, y lo dije de verdad.

Después, desapareció con un movimiento emborronado.

Cuando Riley entró por la ventana de Mary Ann, a la una de la madrugada, la encontró sentada al borde de la cama, abrazada a sí misma, meciéndose hacia delante y hacia atrás.

Ella no dijo ni una palabra cuando él pasó al baño. No dijo ni una palabra cuando salió vestido y se agachó frente a ella.

Mary Ann susurró Riley, y le acarició la mejilla con un dedo. ¿Estás bien?

Él tenía la piel cálida y las manos encallecidas. Era reconfortante. Sin poder evitarlo, Mary Ann apoyó la cabeza en su hombro. Al principio él se puso tenso. ¿Por qué? Entonces la abrazó por la cintura y la acercó más a sí, y a ella se le olvidó aquella rigidez momentánea.

Él llevaba la misma camisa y los mismos vaqueros que llevaba siempre cuando estaba en su casa. Y sin ropa interior, recordó Mary Ann sin querer, cosa que la hizo ruborizarse.

Riley se echó a reír al ver su aura, y ella se ruborizó todavía más.

Hola, emoción.

¿Por qué has vuelto?, le preguntó Mary Ann para cambiar de tema. No quería decirle qué era lo que había provocado aquella emoción.

He llevado a Victoria a casa. Ahora tengo tiempo libre.

¿Y si ella se escapa de nuevo?

Riley sonrió irónicamente.

Esta noche hay otra persona para encargarse de ella.

¿Quién? ¿Por qué?

Eso es un secreto de Victoria, no mío. No puedo contarlo yo. Y ahora, dime en qué estabas pensando cuando he llegado.

Mi padre conocía a Aden. En cuanto mencioné su nombre, empezó a comportarse de una manera muy rara. Se encerró en su despacho y no ha vuelto a salir desde entonces.

Bueno, en este momento está dormido.

¿Cómo lo sabes?

He ido a mirar por su ventana, y su aura es blanca, serena. Además, está roncando dijo Riley, y una vez más, le acarició la mejilla con un dedo.

Ella sintió un cosquilleo en la piel.

Más emoción dijo él, sonriendo.

Deja de interpretarme.

La sonrisa desapareció.

¿Por qué?

Es injusto. Yo nunca sé lo que estás sintiendo tú.

Él arqueó una ceja.

En ese caso, deja que te lo diga. En cualquier momento, puede decirse que estoy pensando en ti y que estoy igualmente emocionado.

Ah.

Vaya. La frustración se esfumó.

Entonces… ¿te gusto?

Y si no fuera así, ¿por qué iba a estar rondando por aquí todo el tiempo? ¿Por qué tengo ganas, algunas veces, de destrozar a tu buen amigo Aden? Demasiado buen amigo, en mi opinión. ¿Y qué sientes tú?

Ella lo miró con incredulidad.

¿Es que no lo sabes?

Dilo gruñó él.

Muy bien respondió Mary Ann, que de repente, tenía ganas de reír. Sí. Me gustas.

La expresión hosca de Riley se suavizó.

Bien. Muy bien entonces le acarició el pelo, y suspiró mientras miraba el despertador de la mesilla de Mary Ann. Aunque me gustaría mucho continuar con esta conversación, tengo que encontrar el expediente que quiere Aden. Victoria me lo ha encargado.

Creo que lo tiene mi padre.

Riley se puso en pie.

Sólo hay un modo de averiguarlo.

Lo sé dijo ella.

Llevaba horas pensándolo, y al final había decidido hacerlo. Esperaría hasta que su padre se hubiera dormido y entonces, iría en busca de lo que necesitaba.

No te preocupes le dijo él. Yo lo encontraré. Tú no tienes por qué implicarte.

¿Era eso lo que quería? Le había prometido a Aden que iba a ayudarlo, y ella no era una cobarde. No rompía sus promesas. Además, se sentiría mejor si ella conseguía el expediente, y no otra persona. Sería como mantenerlo en familia, por decirlo de algún modo.

Se levantó e irguió los hombros.

Lo haremos juntos.

Entonces, hizo algo que los dejó anonadados a los dos. Se puso de puntillas y le dio a Riley un beso en los labios.

Gracias por volver a ayudarme.

Cuando ella quiso apartarse, él la agarró por los antebrazos y la mantuvo donde estaba. Tenía los ojos brillantes.

La próxima vez que decidas hacer eso…

¿Qué? ¿Tengo que avisarte?

No dijo Riley con una sonrisa. Recréate.