En su dormitorio, Aden no podía dejar de bostezar. Miró su cama con nostalgia. Tenía que dormir pronto, o iba a desmayarse en público. Pero aquél no era el mejor momento para descansar. Había estado fuera tanto tiempo que casi era la hora de salir para el instituto. Se miró al espejo; tenía los ojos enrojecidos y los párpados medio cerrados. Y además, uno de ellos estaba negro a causa de su pelea con Ozzie.

Por lo menos, los labios se le habían curado. Las caricias de Victoria habían obrado maravillas.

Sonrió al recordarlo. Quería sentir de nuevo sus labios, y quería que ella lo besara. Quería que lo abrazara y que girara la cabeza para poder tener su lengua dentro de la boca, y no fuera.

«¿En qué estás pensando?», le preguntó Eve. «Noto que te está subiendo la presión sanguínea».

En nada murmuró él.

Se duchó y se vistió, y se miró al espejo. Afortunadamente, después de unos lavados, las palabras que le habían escrito en las camisas se habían borrado. Eso no disminuía el placer que había sentido al pegarle a Ozzie unos cuantos puñetazos en respuesta.

Cuando salió al pasillo, Ozzie lo estaba esperando. Tenía uno de los ojos tan hinchado, que no podía abrirlo, y un corte en un labio, y un bulto del tamaño de una pelota de golf en un lado de la mandíbula.

Di una sola palabra de lo que ha pasado le susurró furiosamente. Te reto a que lo hagas.

Entonces, Victoria le había devuelto los recuerdos. Bueno, seguramente no todos; ni los de sí misma, ni de lo que le había hecho a Casey.

No te tengo miedo dijo Aden con una sonrisa. No puedes ganar una pelea ni contra un niño de dos años.

Ozzie abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla.

De todos modos prosiguió Aden, tenemos que decirle a Dan que nos hemos peleado. No podemos evitarlo explicó, porque Dan iba a ver las heridas que ambos tenían en la cara. No le diremos por qué, ni cuándo, y cómo sucedió.

¿Y lo de… la bolsa?, preguntó Ozzie. ¿Y Casey?

No voy a decir nada respondió Aden, y Ozzie se relajó, hasta que la frase continuó, a no ser que tú vuelvas a meterte conmigo. Entonces lo contaré todo, ¿entendido?

Ozzie soltó una maldición entre dientes.

Si se te ocurre decir algo, lo lamentarás dijo, y se sacó un cuchillo de carne del bolsillo del pantalón, que seguramente había sacado de la cocina de Dan. ¿Lo entiendes?

Aden miró al cielo con exasperación, y se sacó una de las dagas de la bota. Era más grande, estaba más afilada y tenía manchas de sangre de muerto viviente en la hoja.

Lo que entiendo es que puedo hacerte trizas. No sabes lo loco que puedo llegar a estar.

Ozzie se quedó mudo de nuevo, entró a su habitación y cerró de un portazo.

«Oh, estoy muy orgullosa de ti», dijo Eve, como si fuera su madre. «Te has mantenido firme sin poner en peligro tus circunstancias».

«¡Bien hecho, Aden!», dijo Caleb. «Tenemos que celebrarlo. ¡Con unas chicas!».

«Ojalá le hubieras dado más puñetazos», dijo Julian. «Odio a ese chico».

«No lo animes», respondió Elijah. «No queremos que lo metan en la cárcel».

¿Acaso Elijah recordaba cómo era estar en la cárcel por lo que le hubiera sucedido en otra vida? No tuvo tiempo de preguntárselo. Shannon asomó la cabeza por la puerta de su habitación y salió al pasillo.

To-toma le dijo, y le entregó unos papeles. Ozzie vino a verm-me anoche y me dijo que te iba a q-q-quitar est-to. Yo me adelanté.

Su trabajo de lengua inglesa, que debía entregar aquel día. Aden no se había dado cuenta de que le faltaba de la habitación. Había trabajado mucho en aquella redacción… Si Ozzie hubiera conseguido lo que se proponía, él habría suspendido. Apretó los dientes y deseó haberle dado más puñetazos.

Gracias.

Shannon asintió.

Te lo debía. Por… dijo, y miró la camisa de Aden. Ya sabes.

Cuando se dio la vuelta para salir del barracón, Aden lo tomó del brazo.

Espera, Shannon. Apenas me has dirigido la palabra durante toda la semana, pero acabas de evitar que me echen del instituto. ¿Por qué?

Shannon apretó los dientes. Se zafó de la mano de Aden, pero no se alejó.

Mejor será que me lo digas ahora. Si no, te perseguiré en tu habitación, en el bosque. En la escuela. Después de la escuela. Durante el trabajo…

Aq-quel día desp-pués del insti-ti-tituto respondió, ibas detrás de mí, tío. Cuando aparecieron esos chic-cos, tú te marchast-te, y me dejaste solo. Sé q-que no somos tatan amigos, pero habíamos ac-cordado una tregua.

Entonces, ¿de verdad te metiste en una pelea?

Shannon asintió con tirantez.

Entonces, Shannon no era el hombre lobo. ¿Quién podía ser, entonces? ¿El guardaespaldas de Victoria? No. No podía ser. Victoria le había dicho que los hombres lobo eran malos. Ella no querría estar cerca de alguno de ellos.

Lo siento le dijo a Shannon, al darse cuenta de que el otro chico estaba esperando su respuesta. No sabía que te iban a pegar. No vi a esos chicos. Si los hubiera visto, me hubiera quedado contigo. Tal vez. Lo que pasa es que oí gritar a Mary Ann y fui a ver qué le pasaba.

¿Está bien?

Ahora sí dijo él. Al menos, eso era lo que esperaba. Entonces, ¿por qué te has decidido a perdonarme?

Es dif-fícil est-tar enfadado con el chico que ha zurrado a Ozzie.

Se sonrieron. Después recogieron las bolsas de su almuerzo del mostrador que había junto a la puerta, donde siempre se las dejaba el señor Reeves.

V-vas a necesitar una buena explicación para tus golpes, o te echarán. Y tal vez no debas hab-blar de Ozzie. Si lo hac-ces, los demás se vengarán de t-ti.

No puedo dejar a Ozzie fuera de esto, porque tiene la cara igual que yo. Si lo negamos, Dan se va a dar cuenta de que estamos mintiendo, y eso sería peor.

Tal vez puedas librarte. A lo mejor ha salido.

Por las mañanas, Dan estaba levantado haciendo cosas en el rancho, pero algunas veces, con suerte, se quedaba dormido o estaba haciendo recados fuera.

Por primera vez desde que habían empezado a ir al instituto, salieron juntos del barracón. Hacía frío y el cielo estaba nublado. Dan estaba junto a la furgoneta e iba a abrir la puerta cuando, al ver la cara de Aden, se quedó inmóvil.

¿Cómo te has hecho esas heridas, Aden?, le preguntó Dan, en un tono de voz que sólo usaba cuando estaba conteniendo la ira.

Aden irguió los hombros, aunque se le había encogido el estómago.

Ozzie y yo tuvimos un pequeño desacuerdo. Lo hemos solucionado, y lo sentimos mucho.

Era breve y sincero.

Dan se acercó a él.

Sabes muy bien que no debes recurrir a la violencia física, sea cual sea el problema. Ése es uno de los motivos por los que estás aquí, para aprender a contener tus tendencias violentas.

Esto ha sido algo aislado, y, por supuesto, no va a volver a suceder.

Eso ya lo he oído antes dijo Dan. Se pasó una mano por la cara, y su enfado disminuyó un poco. No puedo creer que hayas hecho esto. Te apunto en el instituto de la ciudad, te compro ropa y me aseguro de que puedas comer. Lo único que os pido es que os llevéis bien los unos con los otros.

Sus compañeros empezaron a gritar dentro de su cabeza, intentando decirle lo que debía responder. Por muy alto que hablaran en aquel momento, Aden sólo oyó un barullo de palabras ininteligibles.

Hemos cometido un error. Hemos aprendido de él. ¿No es eso lo importante?

Dan apretó los dientes.

No importa que hayas aprendido algo o no. Las acciones tienen consecuencias. Tengo que castigarte. Lo sabes, ¿verdad?

¿Castigarme?, preguntó Aden con enfado. Ni que tú fueras perfecto, Dan. Tú también has cometido errores.

Dan lo miró con los ojos entornados.

¿Qué significa eso?

«No lo hagas», le gritaron sus compañeros al unísono. En aquella ocasión los entendió perfectamente.

Ya lo sabes dijo Aden de todos modos. La señora Killerman y tú.

En aquel instante, sus compañeros gimieron.

Dan se quedó boquiabierto. Miró a Aden en silencio durante unos segundos. Finalmente, miró también a Shannon.

Sube a la furgoneta. Te llevaré al instituto.

Ya no tenía un tono de voz duro, ni de disgusto, sino desprovisto de emociones.

Shannon vaciló durante un instante, pero después obedeció.

Entonces, Dan se cruzó de brazos.

No sé cómo has averiguado lo de la señora Killerman ni qué es lo que crees que sabes, pero te aseguro que yo no tengo nada de lo que avergonzarme. Porque te refieres a eso, ¿verdad?

Aden se metió las manos en los bolsillos y asintió con timidez. Él había empezado aquello, y tenía que aguantar hasta el final.

Bueno, pues te equivocas. Yo flirteo con ella sólo por vosotros, chicos, y Meg lo sabe. Algunas veces, ella está en la misma habitación que yo mientras lo hago, porque es el único modo en que puedo soportar lo que tengo que decir y oír. Pero lo hago porque eso os permite estar aquí, cuando deberíais estar fuera por ser violentos. O por drogas. O por robo. O por otras cosas. Lo hago porque vuestras peticiones se gestionan antes que las de ningún otro. ¿Cómo crees que has podido ir al instituto tan deprisa?

Yo… Yo…

Dan no había terminado.

Al principio no podía creer que la hubiera llamado y se lo hubiera pedido. Pero entonces me acordé de la decepción que te habías llevado cuando te dije que no podías ir, así que volví a llamarla y le pedí que acelerara el proceso. ¿Y sabes qué? Que lo hizo. ¿Crees que lo hace por todo el mundo igual? Tuvo que conseguir permiso del estado y del instituto. Tuvo que luchar. Yo tuve que luchar.

Aden sintió una ráfaga de culpabilidad fría y ácida. Había juzgado y condenado a Dan sin saber todos los hechos. Eso era algo que le habían hecho a él una y otra vez. Aden se había jurado que nunca se lo haría a los demás. Dan era un hombre honesto y sincero, y Aden debería haberse dado cuenta.

Dan… dijo, con un arrepentimiento muy profundo.

Aden, a menudo las apariencias engañan dijo Dan con suavidad. La próxima vez que pienses mal de mí, espero que me concedas el beneficio de la duda. Ven a hablar conmigo.

Lo haré. Y siento mucho no haberlo hecho en esta ocasión dijo. Alzó la barbilla y miró a Dan a los ojos. Espero que tú hagas lo mismo por mí. Concédeme el beneficio de la duda.

Dan se cruzó de brazos y se quedó de nuevo en silencio. Aden no sabía lo que podía estar pensando. Fuera lo que fuera, su expresión cambió desde la desconfianza al disgusto, y después, a la aceptación.

Entra en la furgoneta dijo con la voz ronca.

¿Que entrara en…? ¿Cómo? ¿Significaba eso que…?

Voy a fingir que esa pelea no ha sucedido. Yo he estado como tú, y sé lo que es que te juzguen y te condenen cuando eres inocente. Así que te voy a conceder el beneficio de la duda y voy a confiar en que lo hiciste por un motivo. Pero será mejor que no vuelva a suceder. Y ahora no te quedes ahí parado. Muévete. No querrás llegar tarde a la primera hora.

Aden no pudo evitarlo. Se lanzó hacia Dan y lo abrazó.

Dan gruñó y le revolvió el pelo, y Aden sonrió antes de entrar en la furgoneta.

Cuando llegaron al aparcamiento del instituto, Aden vio a Mary Ann esperando ante la puerta del edificio, mirando hacia el bosque. ¿Lo estaba esperando a él? Aden quería creerlo, pero después de que ella hubiera salido corriendo tantas veces después de las clases…

En cuanto la furgoneta llegó a la acera, Aden sintió aquel golpe de viento que lo golpeó directamente en el pecho. Las almas gruñeron, desaparecieron en su vacío negro. Aden sintió de nuevo culpabilidad, aunque por otro motivo. Sus compañeros le habían ayudado a entrar en aquella escuela y habían soportado el dolor de la oscuridad para que él pudiera encontrar una salida y cuerpos para ellos. Hasta el momento no había hecho nada por cumplir su parte del trato.

Eso iba a cambiar aquel mismo día. Ya había decidido que tenía que obligar a Mary Ann a que hablara con él para poder averiguar qué era lo que estaba ocurriendo dentro de su cabeza, pero en aquel momento daría un paso más. Le revelaría el resto de sus habilidades, por mucho que temiera la reacción de Mary Ann, y averiguaría cómo podía liberar a las almas.

La observó con atención. Mary Ann estaba cansada, como si llevara días sin dormir, y tenía ojeras, y los labios fruncidos. Normalmente estaba llena de energía y tenía una sonrisa para todo el mundo.

Mary Ann puso cara de pocos amigos cuando su amiga Penny se acercó. Penny tenía peor aspecto que Mary Ann, con la cara hinchada como si hubiera estado llorando. Mary Ann dijo algo y sacudió la cabeza violentamente. Penny la tomó de la mano. Mary Ann dio un tirón y entró al instituto.

¿Qué había ocurrido?

La furgoneta paró junto a la acera.

Portaos bien, chicos. Y, Aden, no vuelvas a recurrir a la violencia. ¿Entendido?

Por supuesto. Y… gracias.

Dan asintió y le sonrió.

Hasta luego.

Aden y Shannon bajaron a la acera y entraron juntos al edificio. Aden no podía negar que le gustaba tener a alguien a su lado. Alguien que podía ser su amigo.

¿Quieres qu-que comamos juntos?, le preguntó Shannon.

Ay, qué bonito dijo alguien con desprecio. Era Tucker. Aden reconoció su odiosa voz. Cada vez que Mary Ann estaba lejos, Tucker lo había insultado, lo había empujado o le había lanzado bolas de papel. Parece que Tartamudo y Chiflado salen juntos.

Hubo unas cuantas risotadas en el pasillo.

Aden apretó los dientes. Ignoró al chico, «no más violencia, no más violencia, no más violencia», se repitió y le dijo a Shannon:

Nos vemos en la cafetería.

Shannon asintió y miró al suelo. Después se fue a su primera clase.

Tucker empujó a Aden por el hombro al pasar a su lado, y le tiró la mochila al suelo.

Vaya dijo, y al ver el rostro golpeado de Aden, soltó un silbido. Vaya, vaya, vaya. Parece que has sido un chico malo, para que te hayan dado esa paliza.

¿Cómo podía soportar Mary Ann a aquel tipo? Era como un montón de estiércol metido en una caja brillante. Aden recogió su mochila sin decir una palabra y se alejó. Eso es. Sal corriendo, cobarde le dijo Tucker con petulancia. Aden sintió que todo el mundo lo estaba mirando. Pensaban que tenía miedo de Tucker, y él detestaba eso, pero no podía evitarlo de ningún modo. No sólo porque tuviera que evitar la violencia de cualquier forma, sino también por Mary Ann. A ella no le gustaría que él le restregara la cara por el polvo a su novio.

Sin embargo, contener su furia le costó un gran esfuerzo. Estuvo muy inquieto durante la primera clase. Por algún motivo, Mary Ann no estaba allí, y las almas estaban muy habladoras. Intentaban consolarlo, pero sus voces eran cada vez más intensas. Al mezclarse con las de los demás, se convertían en un clamor.

Si alguien lo miraba mal, Aden iba a saltar.

Las dos siguientes clases no fueron mucho mejor. La segunda, geometría, habría sido más agradable porque Mary Ann también asistía a ella, pero tampoco estaba allí. ¿Acaso se había marchado? Además había un chico nuevo que se sentó junto a Aden y estuvo parloteando toda la hora. Como él también era nuevo, entendía que el chico tuviera necesidad de hacer amigos, pero Dios santo, Aden necesitaba un momento de paz.

Será mejor que te calles le susurró Aden en mitad de la clase. Te vas a meter en problemas, y no querrás enfadar a la señora Carrington. Tengo entendido que muerde.

No te preocupes, tío. A nadie le importa lo que haga yo dijo el chico nuevo con una sonrisa. Tenía el pelo rubio y despeinado. No dejaba de caerle sobre los ojos.

Parecía que absorbía la luz de la habitación. No dejaba de brillar. Aden había visto aquel brillo en otra persona, pero no recordaba quién era. Ah, sí, la señora del centro comercial. Exacto. Y, como la señora, aquel chico le ponía los pelos de punta a Aden.

Por cierto, me llamo John O’Conner.

Aden Stone.

Escucha, ¿has visto a Chloe Howard por el pasillo? Es una morenita con aparato. Tiene muchas pecas. Es muy guapa.

No.

Oh, tío, pues tú te lo pierdes. Pero no pasa nada, tienes todo el día para ir a buscarla y…

Señor Stone dijo la profesora, dando una palmada sobre su escritorio. ¿Quiere explicar los vectores usted mismo o puedo continuar?

Él se encogió en el asiento mientras todos se volvían a mirarlo.

Puede continuar.

¿Por qué no le había dicho nada a John?

Ella lo miró fijamente durante un instante. Después asintió y volvió a dar la clase.

Ven a comer conmigo le dijo John. No quiero estar solo, y te hablaré de Chloe.

Está bien dijo Aden, para terminar con la conversación. Te esperaré junto a las puertas de la cafetería.

Genial.

Por fin, se hizo el silencio.

Cuando sonó la campana del final de la clase, Aden tomó sus cosas y se dirigió hacia la puerta sin saber qué hacer. Iba a reunirse con Shannon, y también con John, para comer, así que no podía marcharse a casa de Mary Ann para averiguar si estaba allí.

Había memorizado su número de teléfono. Tal vez la recepcionista del instituto le permitiera hacer una llamada. Salvo que…

Aquella ráfaga de viento que ya le resultaba familiar lo golpeó en el pecho, y Aden se detuvo en seco.

Mary Ann tenía que estar cerca.

Miró por el pasillo y la vio caminando hacia él. Sintió un gran alivio.

Aden dijo ella, y sonrió tímidamente, como si no supiera cuál iba a ser su recibimiento.

Bueno, ¿entonces me hablas otra vez?, le preguntó Aden. ¿Por qué me has estado haciendo el vacío?

A Mary Ann se le borró la sonrisa de los labios.

¿Qué dices? Yo no te he hecho el vacío. Tú eres el que me has evitado a la hora de comer.

Pero si tú te marchabas enseguida después del instituto le recordó él. Si yo me acercaba a ti, tú echabas a correr.

Lo siento. No quería… no era por ti… Oh, lo estoy explicando muy mal. Pero te prometo que has malinterpretado mi intención. Eres amigo mío y necesito hablar contigo le dijo ella. Miró a ambos lados y añadió: Aunque éste no es el mejor momento para explicarte nada.

Un malentendido. Gracias a Dios. Aden era nuevo en aquello de la amistad, y claramente, tenía mucho que aprender.

¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no has venido a las primeras horas de clase?

Bueno, he hecho novillos. Y en cuanto a la primera pregunta, he venido para evitar que te fueras corriendo a donde normalmente vayas a la hora de la comida.

Él no le dijo que había tenido que cambiar sus planes.

Acompáñame a mi taquilla le dijo él, y ella asintió.

Comenzaron a caminar juntos.

Entonces, ¿adónde vas a la hora de comer?, le preguntó ella.

Salgo del campus y me voy al bosque a… Ya sabes.

Ella se quedó boquiabierta.

¿De verdad? ¿Por qué? Y, Aden, eso no es bueno para ti. Tienes que comer.

No te preocupes. La esposa de Dan nos hace el almuerzo todas las mañanas. Me lo llevo al bosque y como allí.

Ah.

A su alrededor se movían muchos estudiantes, y las taquillas se abrían y se cerraban.

No tienes por qué hacer eso le dijo ella. No tienes por qué buscar al lobo. Él y yo hemos hablado.

Al principio, Aden sintió sorpresa. Después ira. Después miedo.

Ya te he dicho que te alejes de él, Mary Ann. Tienes suerte de seguir viva. Una… amiga mía me ha dicho que los hombres lobo son asesinos.

Ella palideció y se llevó una mano a la garganta.

¿Qué amiga? ¿Es alguien que sabe lo que está ocurriendo?

No te preocupes. Ella no es… humana.

¿Qué quieres decir? ¿Qué es?

¿Debía decírselo, o no? Sí, tenía que hacerlo. Necesitaba su ayuda, y por lo tanto, ella necesitaba toda la información que él pudiera darle, aunque fuera sobre Victoria.

Aden le dijo en voz baja:

Mi amiga es una vampira. Y una princesa.

Mary Ann no se rió de él. No le dijo que estaba imaginándose cosas. Tragó saliva y asintió.

Has mencionado antes a los vampiros, pero yo no sabía que conocieras a alguno de verdad. ¿Cómo la has conocido?, preguntó, frotándose el cuello como si ya pudiera sentir sus colmillos en la carne.

Te lo contaré todo, pero no con tanto público alrededor. Ahora necesito que me prometas que te vas a mantener alejada de ese animal. Aparte de que quiera matarme, tiene algo raro. Yo no debería haber podido… ya sabes, ese día.

Ella frunció el ceño.

No, no lo sé. Disculpa.

Poseerlo.

Ah. ¿Por qué no?

Cuando estoy contigo, mis habilidades dejan de funcionar. Sin embargo, aquel día en el bosque todas funcionaron perfectamente. Tiene que ser por él. Él era la única variable.

En primer lugar, quiero saber cuáles son esas habilidades. En segundo lugar, el lobo no es peligroso. Por lo menos, no para mí. Creo que le caigo bien. Me ha estado acompañando al colegio todas las mañanas, y a casa todas las tardes. Además, ya no quiere matarte.

Aden no podía creer que se hubiera pasado tanto tiempo preocupándose por ella, pensando que no quería tener nada que ver con él, y en realidad, lo que ocurría era que ella había estado jugando con un lobo como si fuera su mascota.

¿Por eso has salido corriendo y huyendo de mí todos los días después de clase?

Ella se ruborizó.

Sí, pero por favor, no te enfades le pidió Mary Ann. No puedo evitarlo. Me siento arrastrada hacia él.

Eso, Aden lo entendía. Le sucedía lo mismo con Victoria.

Llegaron a la taquilla de Aden y él abrió la combinación.

Estoy seguro de que a Tucker le va a encantar que te guste otro chico. Sobre todo, si es un animal.

¡Eh!, exclamó ella, y le dio una palmada en el hombro. No es un animal. No todo el tiempo. Aunque no me ha enseñado todavía su forma humana murmuró Mary Ann. Y además, no me importa que a Tucker le guste o no. Hemos roto.

¿De veras? ¿Habéis roto?

Ella asintió.

Sí. Se acostó con Penny.

Ah dijo él, mientras metía los libros en el armario y volvía a activar la combinación de la puerta. Por eso estabas tan disgustada esta mañana.

¿Tú no lo estarías? Me han traicionado y después se han comportado como si no hubiera pasado nada.

Lo siento. Sin embargo, no me parece extraño que lo ocultaran. A nadie le gusta hacer públicos sus errores.

Ay. Hablas exactamente igual que el lobo… No importa.

Estás mejor sin él le dijo Aden. Tucker es un…

¿Idiota?, le preguntó Mary Ann, y ambos se echaron a reír.

Sí. Un idiota.

Estoy de acuerdo le dijo Mary Ann. Vamos añadió, y comenzaron a caminar. Si lo único que podemos esperarnos es deslealtad y traición, ¿para qué nos molestamos en hacer amigos?

A él no le gustaba nada que su optimismo habitual hubiera desaparecido.

Es por la naturaleza humana. Lo que nos impulsa a vivir es que esperamos siempre lo mejor.

Pareces mi padre refunfuñó ella.

Bueno, pues tu padre es un genio.

Mary Ann se echó a reír.

Llegaron a las puertas de la cafetería. En cualquier momento iban a aparecer Shannon y John O’Conner. Él se colocó a un lado con Mary Ann.

Tengo que hablar contigo.

¿Qué ocurre?

Por favor, no te vayas después de la escuela. Encuentra la manera de librarte del lobo. Tengo que contarte muchas cosas. No sólo acerca de la vampira, sino también de mí mismo. Necesito que me ayudes a conseguir una cosa.

Ella le apretó el antebrazo en un gesto de afecto.

Sea lo que sea, te ayudaré en lo que pueda. Espero que lo sepas.

Tan fácil y tan rápido. Aden tuvo ganas de abrazarla, y no tuvo nada que ver con sus habilidades, sino con ella misma. Con lo estupenda que era. Teniendo en cuenta toda la gente que le había dado la espalda durante sus años de vida, en parte, Aden se había esperado que ella vacilara.

Durante toda la semana he estado pensando que no querías tener nada que ver conmigo, que te asustaba. Para ser sincero, no estaba seguro de cómo ibas a reaccionar hoy.

Oh, Aden, lo siento muchísimo. Debería haberte dicho lo que estaba haciendo, pero tenía miedo de que intentaras protegerme y acabaras herido. Y si hubieras sufrido algún daño por mi causa, la culpabilidad me habría matado.

Él sonrió con alivio, y ella le devolvió la sonrisa.

Espero que no te importe, pero he quedado para comer con Shannon dijo. Ah, y con un chico nuevo muy hablador que se supone que va a venir también.

¿Un chico nuevo? No sabía que hubiera otro.

Sí, ha entrado hoy. Se llama John O’Conner y…

¿Cómo?, ella arrugó la nariz de asombro. ¿John O’-Conner?

Sí, ¿por qué?

Descríbemelo.

Tiene el pelo rubio, los ojos marrones y la piel como brillante. Es un poco raro.

Salvo por lo del brillo, ese chico parece el John a quien yo conocía. Sin embargo, alguien te está gastando una broma, porque murió el año pasado de una sobredosis.

Aden se frotó la nuca para relajarse los músculos.

Una broma.

Lo siento.

Tuvo ganas de darle un puñetazo a la pared al imaginarse cuánto se estaba riendo alguien a sus expensas.

Shannon estará dentro dijo con tirantez.

Mary Ann lo miró comprensivamente antes de entrar en la cafetería.

Minutos después, los tres chicos estaban sentados a una de las mesas.

Aden se dio cuenta de que Penny miraba con tristeza a Mary Ann, y que Tucker miraba a Mary Ann, y después a él con odio. Shannon mantuvo la cabeza agachada, y Mary Ann estuvo hablando de cosas sin importancia. Aden buscó a John, pero no lo vio. Sin embargo, no parecía que nadie se estuviera riendo de él, así que se relajó. Un poco.

Cuando sonó el timbre que indicaba el comienzo de la clase siguiente, todos comenzaron a levantarse.

Esp-peradme después de clase les dijo Shannon. Podemos volver juntos a casa.

Aden y Mary Ann se miraron. Ella se quedó inmóvil a medio camino de levantarse. Se suponía que, después de clase, tenía que evitar al lobo para que ellos dos pudieran hablar.

Shannon debió de percibir la tensión, porque dijo:

N-no impo-porta e intentó escabullirse.

Mary Ann sonrió y lo agarró por la muñeca.

Me parece estupendo que volvamos juntos a casa. Sólo estaba intentando acordarme de si mi padre iba a venir a buscarme o no.

Ah. De acuerdo respondió Shannon. Su postura se hizo más relajada.

Bueno, entonces nos vemos luego dijo Aden, intentando disimular su decepción, y se fue a su clase.

Parecía que su charla con Mary Ann iba a tener que esperar otra vez. No podían contarse sus secretos con público. A menos que se lo contara sin decir una palabra.

Durante las tres clases siguientes se dedicó a escribir acerca de sí mismo, de su pasado, de las cosas que había hecho, de las cosas que había presenciado y de lo que necesitaba de Mary Ann. No ocultó ningún detalle ni intentó retratarse con benevolencia. Quería que ella supiera la verdad.

«Tengo un mal presentimiento sobre esto», dijo Elijah cuando terminó.

Aden soltó un gruñido. Otro mal presentimiento no. Pero no importaba. Iba a darle aquella carta a Mary Ann.

Lo que ocurriera después era cosa de ella.