Aden se sentó ante el escritorio y miró los deberes que tenía que hacer: una redacción sobre el motivo por el que las obras de teatro de William Shakespeare todavía eran relevantes en el mundo actual. Se preguntó por qué había luchado tanto por poder asistir al instituto. No había pasado ni un minuto con Mary Ann, no había dado ningún paso para averiguar cómo podía liberar a las almas de su mente y conseguirles cuerpos propios y estaba más que confundido sobre Shannon y el lobo. No sabía si eran el mismo ser, o dos criaturas diferentes.

Desde la tarde en la que Aden había mordido al lobo en la pierna, Shannon lo había estado evitando. Lo miraba con desagrado y le había gruñido, pese a que hubieran hecho una tregua en el instituto el primer día de clase, prueba de que podía ser el hombre lobo enfadado. Sin embargo, Shannon no cojeaba, y eso era prueba de que no debía de ser el hombre lobo.

Aden estaba confuso y triste. Sus profesores no estaban precisamente encariñados con él, no había hecho ningún amigo nuevo y la única amiga que tenía lo estaba eludiendo. No tenían tiempo de hablar en el colegio, y en cuanto sonaba el timbre del final de las clases, Mary Ann salía corriendo hacia el bosque.

Aden sabía por qué. Ella le tenía miedo. Tenía miedo de lo que era y de lo que podía hacer. ¿Cómo no iba a tenerlo? Él era un bicho raro.

No debería haber confiado en ella.

Tal vez el hecho de seguir a Mary Ann aquel día en el cementerio hubiera sido un error. Elijah se lo había advertido.

«Deberías ignorarla», le dijo Caleb, al percibir sus pensamientos. «Trátala con desdén. Eso es lo que realmente capta la atención de una chica».

«No lo escuches», intervino Eve. «En otra vida era un lujurioso, lo sé. Las chicas respetan a los chicos que las tratan bien».

¿Todavía sigues pensando que la conoces?

«Estoy segura. Tengo algunas ideas sobre cuándo podemos haberla visto, pero todavía no estoy preparada para hablar de ellas».

Aden captó el significado oculto de sus palabras y gimió. Eve estaba planeando llevarlo a un momento anterior, viajar a una versión más joven de sí mismo, para poder visitar el pasado con los conocimientos actuales. El único motivo por el que no lo había hecho era que todavía no sabía el día específico.

Eve dijo, pero se interrumpió.

Eve era obstinada, y tal vez se lo llevara aquella misma noche si la irritaba.

Hacía años que no lo obligaba a viajar en el tiempo, y todos se lo agradecían. Lo que tendría que hacer Aden sería resolver el misterio de Eve por ella, antes de que ella recurriera al uso de su don.

Apagad las luces dijo Dan de repente.

Se oyeron gruñidos y protestas por los pasillos, seguidos de pasos. Con un suspiro, Aden se puso en pie y apagó la luz de la mesilla. En su habitación se hizo la oscuridad. No se quitó los zapatos, sino que se tumbó en la cama directamente. Estaba muy cansado y muy inquieto, como siempre. En parte, esperaba que Dan se asomara a su habitación a comprobar que estaba bien, así que esperó varias horas tapado hasta la barbilla para ocultar el hecho de que estaba vestido. Las horas pasaron lentamente hasta que sintió que sus compañeros se dormían de aburrimiento.

Finalmente, cuando supo que los demás estaban durmiendo, salió de su habitación por la ventana. Las noches estaban empezando a ser más frías a medida que se acercaba el otoño. Sophia y los demás perros dormían dentro de la casa, con Dan y Meg, así que Aden no tenía que preocuparse de que despertaran a ladridos a todo el rancho.

Como había hecho durante todas las noches de la pasada semana, caminó por el bosque hacia el claro al que le había conducido Victoria. La falta de sueño le estaba convirtiendo en una persona malhumorada, pero prefería tener la oportunidad de verla que la promesa del sueño. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había vuelto a su lado?

Pese al hecho de que ella bebiera sangre, y de que un día fuera a beber la suya, y pese al hecho de que pudiera convertir a los humanos en esclavos de sangre, él quería verla de nuevo. Necesitaba verla.

Poco a poco percibió un murmullo, y se dio cuenta de que no procedía de su cabeza. Cuanto más se acercaba al claro, más nítido se oía. Aden sintió emoción. ¿La había encontrado por fin?

Se colocó detrás de un tocón grande y escuchó. Uno de los que hablaban era un hombre, y otro, una mujer. Sin embargo, no podía distinguir las palabras. Pronto se dio cuenta de que la voz femenina no era de Victoria. Era demasiado aguda.

Se llevó una decepción. Se hubiera marchado sin averiguar quiénes eran y qué estaban haciendo de no saber que había una vampira por la zona. Tal vez ellos fueran cazadores de vampiros y estuvieran planeando cómo matarla.

Aden no sabía si aquella gente existía de verdad, pero no iba a arriesgarse. Se acercó un poco más a ellos intentando descifrar sus palabras, silenciosamente, hasta que aplastó una ramita con el pie. Se quedó inmóvil, sin atreverse a respirar. Las voces se acallaron.

¿Qué podía hacer? No podía marcharse hasta que lo hicieran ellos, por si acaso aparecía Victoria. Y no podía…

Alguien se abalanzó a él por la espalda e hizo que cayera de bruces sobre un lecho de hojarasca. El impacto lo dejó anonadado, pero pudo rodar hasta que tuvo a su atacante debajo del cuerpo. Le dio un puñetazo en el estómago.

Oyó un gruñido de dolor y se puso en pie, intentando sacar las dagas. Sin embargo, al mirar hacia abajo se dio cuenta de quién lo había derribado.

¿Ozzie?

¿Stone?, preguntó Ozzie, y escupió un puñado de tierra. ¿Ahora resulta que me sigues? ¿Por qué? ¿Es que quieres que me echen del rancho? Pues buena suerte, porque no te lo voy a poner fácil.

Sin previo aviso, le dio una patada entre las piernas a Aden.

Sintió un dolor tan intenso, que se dobló hacia delante. Su piel era como de fuego y de hielo a la vez. Quería vomitar. Dios santo.

Mientras jadeaba, sudaba y combatía las náuseas, sintió también una rabia enorme. Un golpe bajo. Cuando pudiera respirar de nuevo, Ozzie se iba a enterar.

Vamos a ver cómo puedes hablar de mí sin dientes.

Ozzie le dio un puñetazo en un ojo, y después en los labios. A Aden comenzó a darle vueltas la cabeza, pero su rabia aumentó tanto que le dio alas. Con un rugido, se lanzó hacia delante y agarró al otro chico por la cintura, y ambos cayeron al suelo con un «crac». Ozzie se golpeó la cabeza con una piedra grande y se quedó aturdido.

Aden se puso de rodillas y le dio un puñetazo en la mejilla.

Esto, por mi primera camisa dijo, mientras le propinaba otro golpe en un ojo. Esto por las demás añadió, y le golpeó en la barbilla. Hubo una salpicadura de sangre, pero Aden, que estaba ciego de rabia, no se preocupó. Sólo quería infligir tanto dolor como fuera posible. ¡Y esto por mis pelotas!

Ozzie, rugiendo, consiguió liberarse las piernas del cuerpo de Aden y le dio un fuerte empujón en el pecho. Aden salió impulsado hacia atrás y se chocó contra el tronco de un árbol. Después cayó al suelo.

«¿Qué está pasando?», preguntó Eve.

Aden la ignoró, se puso en pie y cargó hacia delante, y golpeó a Ozzie en la garganta con la cabeza. Mientras Ozzie estaba agachado, carraspeando y gorgoteando, Aden le dio una patada en el estómago sin pensarlo dos veces. Ozzie cayó de rodillas, y del bolsillo se le salió una bolsa de plástico. El chico permaneció con la cabeza agachada, cubriéndose la cara con una mano para protegérsela.

¡Levántate! ¡Pelea conmigo! ¿No era eso lo que querías?, le gritó Aden, sin poder controlarse. ¡Vamos!

Iba a darle otro puñetazo en la cara, pero oyó una voz femenina.

Yo no lo haría si fuera tú.

Aquellas palabras fueron seguidas del clic de un arma. Lentamente, Aden se dio la vuelta y vio a una chica que lo apuntaba con una pistola.

Podría ganarla, aunque estuviera sudando y jadeando. Ya no sentía dolor, debido a la adrenalina que recorría su cuerpo. Sin embargo, no le apetecía pegar a una chica.

«Porque está mal», dijo Eve, como si le hubiera leído el pensamiento.

«No va a tener que hacerle daño», dijo Elijah. «Esto se va a arreglar».

«¿Cómo se va a arreglar si hay una chica con una pistola en la mano?», gritó Caleb.

«Corre, Aden», le ordenó Julian. «Echa a correr».

Aden dio un paso atrás.

«¡No te muevas!», rugió Elijah. Aden se quedó quieto.

«Corre», le dijo Julian de nuevo, y Aden dio otro paso.

«Alto».

¡Callaos!, gritó, tapándose los oídos.

¡Cállate tú! Y muévete, o te juro que te pego un tiro. ¿Y quién demonios eres?, le gritó la chica. Era guapa, pese al arma. Era rubia y tenía el pelo corto. Tenía un corte en el labio inferior, como si ella también hubiera estado metida en una pelea.

Tranquila, Casey dijo Ozzie, sorprendentemente calmado, mientras se ponía en pie. Arrastraba un poco las palabras al hablar, y ya se le estaba hinchando la mandíbula. Es del rancho.

Ella no bajó el arma.

¿Y siempre te pegas con los chicos con los que vives?

Sí dijo Ozzie. Se agachó y tomó la bolsa de plástico que se le había caído al suelo. No es policía, y no se va a chivar. Sabe que lo apuñalaría mientras duerme si lo intentara.

Aden sabía que aquello era una bolsa de drogas. Así que Ozzie y la chica iban allí a drogarse.

Para ser alguien que acaba de perder una pelea, parece que te sientes muy seguro de lo que puedes hacerme.

Ozzie se puso rígido, y Casey lo encañonó de nuevo.

Tal vez hubiera sido mejor tener la boca cerrada. Sin embargo, por el rabillo del ojo había vislumbrado a Victoria, que se deslizaba hacia ellos sigilosamente, como un fantasma, y las palabras se le habían escapado de entre los labios.

Ni Ozzie ni Casey se dieron cuenta.

Aden habría sabido que ella estaba allí aunque no la hubiera visto. Irradiaba un poder que inundaba toda la zona, y que cargaba el aire de electricidad. Tenía la piel más blanca que nunca, tanto que casi le brillaba. Su túnica negra se mecía al viento.

«Te dije que todo iba a salir bien», dijo Elijah con petulancia.

Otro presentimiento que había resultado cierto. Si seguían así, Elijah iba a ser capaz de predecirlo todo.

No vas a disparar a nadie dijo Victoria, que había aparecido de repente enfrente de Casey. Agitó la mano delante de la cara de la muchacha, y su anillo de ópalo atrapó rayos de luna y envió dardos de colores en todas las direcciones.

Casey se quedó paralizada.

Tira la pistola y márchate. No tendrás recuerdos de lo que ha sucedido.

Casey obedeció al instante. El arma cayó al suelo, y la muchacha se dio la vuelta y se alejó sin mirar atrás. Aden estaba anonadado y avergonzado a la vez. Los poderes de Victoria eran mucho más grandes de lo que había imaginado. Y acababa de salvarlo una chica. Él era quien debía de estar salvándola a ella.

¿Qué demonios…?, quiso preguntar Ozzie.

Tú también vas a marcharte, y no tendrás recuerdos de lo que ha sucedido.

Los ojos del chico se pusieron vidriosos. Se dio la vuelta y se alejó.

Necesito que se acuerde dijo Aden.

De lo contrario, cuando ambos se despertaran con la cara llena de moretones y cortes, Ozzie sabría que se habían peleado, pero no sabría que había perdido contra Aden. Aden quería que Ozzie lo supiera, y que tuviera miedo de volver a enfrentarse a él.

Victoria asintió de mala gana.

Muy bien. Le devolveré los recuerdos mañana por la mañana.

Gracias por todo dijo Aden mientras la miraba. Tenía el pelo recogido en una coleta que le caía por un hombro, y sus labios estaban rosados, en vez de rojos. ¿Cómo me has encontrado?

Estás sangrando dijo ella, en vez de responder.

O tal vez aquélla fuera su respuesta. Mientras hablaba, sus ojos se oscurecieron porque las pupilas se le dilataron e invadieron todo el iris azul. Victoria se acercó flotando a él, pero se detuvo antes de alcanzarlo, y retrocedió.

No debería haberme mostrado.

Yo me alegro de que lo hicieras respondió Victoria, mirando la sangre que le brotaba de los labios a Aden. Puedo detener la hemorragia, si quieres dijo, y se pasó la lengua por los colmillos afilados. No… No significaría nada. Es sólo algo que puedo hacer.

Él no sabía cómo pensaba hacerlo, pero asintió.

No te voy a hacer daño. Seré delicada. No seré como un animal.

Aden no sabía si aquellas palabras eran para él o para sí misma, pero de nuevo, Victoria se acercó a él. Y entonces unió su boca con la suya y lo apretó suavemente, con delicadeza. Lamió con su lengua cálida las gotas de color rojo.

Él se quedó inmóvil, saboreándola, percibiendo su fragancia de madreselva. Tuvo que apretar los puños a los lados del cuerpo para no abrazarla. Allí donde ella lamía, él sentía un cosquilleo… un dolor… pero era un dolor bueno. «No pares», pensó. «No pares nunca».

Pero ella paró. Alzó la cabeza con los ojos medio cerrados y con una expresión de dicha.

Delicioso.

Puedes tomar más, si quieres dijo él con la voz entrecortada, y ladeó la cabeza para mostrarle el cuello. Si así era como iba a sentirse cuando ella lo mordiera, estaba dispuesto a dejarse.

Sí, yo… no dijo Victoria, y retrocedió de nuevo. No. No puedo. ¿Por qué me has dejado que hiciera eso? ¿Y por qué me pides que lo haga otra vez? ¿Es que no tienes sentido común? ¿Quieres ser mi esclavo de sangre? ¿Quieres convertirte en un adicto a mi mordisco, y ser incapaz de pensar en otra cosa?

No me voy a hacer adicto.

¿Cómo lo sabes?

Él no tenía respuesta para aquella pregunta, así que la ignoró.

¿Duele?

Victoria se relajó un poco.

Me han dicho que es maravilloso dijo. Sin embargo, después desapareció.

Él pestañeó, intentando no sentir pánico. Miró a la izquierda y a la derecha.

Pero el hecho de que te gustara sería el menor de tus problemas le dijo ella, a su espalda.

Aden se dio la vuelta.

Victoria estaba apoyada contra el tronco de un árbol.

No deberías tentarme a que lo hiciera, ¿sabes?

Él suspiró.

Si bebieras una vez sola de mí, ¿me convertiría en un esclavo?

No. Hace falta que ocurra varias veces. Pero no voy a morderte. Nunca.

De acuerdo respondió Aden, observándola e intentando controlar los latidos del corazón. Parecía que ella iba a salir corriendo y no iba a volver nunca. Lo más inteligente le parecía dejar aquel tema. Por el momento. No había ningún motivo para decirle que al final ella iba a morderlo, cambiara de opinión o no. ¿Cómo puedes moverte tan rápidamente?

Todos los de mi raza podemos hacerlo. ¿Qué estás haciendo aquí, Aden? Este bosque es peligroso para los humanos.

¿Por qué era peligroso para los humanos aquel bosque? Cuando él se dio cuenta de lo que acababa de preguntarse, agitó la cabeza. Era raro referirse a sí mismo como humano, aunque supiera que lo era en realidad.

Te estaba buscando. La otra noche te marchaste muy deprisa, y yo tengo muchas preguntas.

Preguntas que seguramente no puedo responder.

Victoria arrancó una hoja del árbol, la arrugó y dejó caer los pedacitos. Cayeron al suelo flotando en círculos.

Aden sentía mucha curiosidad y no podía permitirse el lujo de rendirse. Sin embargo, en vez de presionarla, decidió preguntarle algo inocente, algo fácil. Tal vez así consiguiera que responderle fuera más fácil para Victoria, de modo que pudiera contestarle después a preguntas más difíciles. Sus médicos habían usado aquel método con él una o dos veces.

¿Por qué llevas túnicas? Yo hubiera creído que tú preferirías ponerte algo más moderno para encajar mejor.

Encajar nunca ha sido nuestro objetivo respondió ella, y se encogió de hombros. Además, mi padre quiere que llevemos túnicas.

¿Y siempre haces lo que dice él?

Los que desobedecen terminan deseando estar muertos dijo ella. Tengo que irme.

No, por favor. Espera. Quédate conmigo un poco más. Yo… te he echado de menos.

Victoria se volvió hacia él y lo miró. En sus rasgos se reflejaron mil emociones distintas. Esperanza, arrepentimiento, felicidad, tristeza y miedo. Finalmente ganó la esperanza.

Ven le dijo. Quiero enseñarte una cosa.

Le tendió la mano. Él se preguntó qué era lo que había causado tal torbellino en ella, pero no vaciló a la hora de entrelazar sus dedos con los de Victoria. El calor de su piel casi le quemó mientras se adentraban cada vez más en el bosque.

Eres muy caliente. Quiero decir añadió rápidamente, al darse cuenta con horror de cómo sonaba aquello. Quiero decir que la temperatura de tu piel es muy alta.

Oh, disculpa dijo Victoria, y lo soltó.

No, me gusta respondió Aden, y volvió a agarrarle la mano. Sólo me preguntaba por qué es tan alta tu temperatura.

Oh dijo ella de nuevo, y se relajó. Los vampiros tenemos más sangre que los humanos. Mucha más. Y no sólo por lo que consumimos, sino porque nuestro corazón late a mucha más velocidad.

Tomaron una curva. Aden no reconocía aquella zona.

¿Adónde vamos?

Ya lo verás.

Él no quería alejarse del rancho, por si acaso Dan se despertaba e iba a buscarlo, pero no protestó. Por estar con Victoria merecía la pena correr el riesgo. Cualquier riesgo.

De repente, oyó el murmullo del agua.

¿Hay un río por ahí?

Ya lo verás repitió ella.

Salieron de entre unas ramas y Aden vio ante sí una laguna. Había piedras muy grandes amontonadas a un lado, y de ellas caía una cascada que formaba burbujas en la superficie del agua. Él se quedó boquiabierto.

Esto sólo era un charco cuando llegué le dijo Victoria. He trabajado durante toda la semana amontonando las piedras. Riley, mi guardaespaldas, redirigió el curso del agua.

Riley. Su guardaespaldas. Debía de ser el chico a quien había visto Aden aquella mañana en el rancho, junto a Victoria. Eso significaba que no eran hermanos. Peor todavía, seguramente pasaban juntos mucho tiempo.

Él observó las piedras, aprovechando aquellos instantes para contener los celos. Eran demasiadas piedras como para contarlas, y tan grandes, que nadie del tamaño de Victoria hubiera podido alzarlas.

Has hecho un trabajo increíble le dijo.

Gracias.

«Aquí hay tanta paz… No quiero marcharme», dijo Eve.

«Tal vez te haya traído aquí para que os besuqueéis», dijo Caleb esperanzadamente. «¿Quién iba a decir que ser agradable tendría sus frutos?».

«Eh, yo», dijo Eve.

¡Ay!

Chicos. Callaos, por favor. Os lo ruego dijo Aden. Sus compañeros refunfuñaron, pero le hicieron caso.

Victoria lo miró con el ceño fruncido.

No te lo decía a ti le dijo él. Pero si quieres saber con quién estaba hablando, tendrás que darme información por información.

Ya estaba. Así iba a conseguir respuestas de ella. Si acaso Victoria sentía curiosidad por él. Pero, si la tenía y él le decía la verdad, tal vez ella pensara que era un chico demasiado extraño, y no querría estar con él, como parecía que había ocurrido con Mary Ann.

Me encantaría hacer un trueque le dijo ella. Podemos hacerlo mientras nos bañamos.

¿Cómo?

¿Bañarnos? ¿Los dos?

Ella se echó a reír.

Pues claro. Yo vengo aquí todas las noches. Disfrutarás en el agua, te lo prometo.

Pero no tengo traje de baño.

¿Y qué?

Sin darse la vuelta, ella se deslizó la túnica por los hombros y la dejó caer. Cuando la tela estuvo en el suelo, Aden se quedó boquiabierto de nuevo. Nunca había visto nada tan bello. Ella llevaba un traje de baño de encaje rosa. Era la primera vez que Aden veía a una chica con tan poca ropa en persona. Era tan blanca como la nieve y tenía un cuerpo de curvas perfectas y músculos suaves.

«¿Se me estará cayendo la baba?», se preguntó Aden.

Victoria se metió en el agua, salpicando, y se hundió en ella. No cesó de nadar hasta que llegó al centro, y lentamente, se giró hacia él con una sonrisa.

¿Vas a venir?

Demonios, sí. Aden se quitó la ropa, se quedó tan sólo con los calzoncillos puestos, y entró en la laguna. El agua estaba fría, y él sintió que se le ponía toda la carne de gallina. Sin embargo, disimuló y fingió que le encantaba. No quería que ella pensara que era un quejica.

Él hacía pie en el centro, y el agua le llegaba por los hombros. Sin embargo, Victoria tenía menos estatura, y él se dio cuenta de que ella no podía hacer pie en el fondo musgoso. A pesar de ello, no parecía que estuviera moviendo las piernas. En el agua no había una sola onda.

Giraron uno alrededor del otro, sin dejar de mirarse.

Bueno, ¿preparada para el trueque de información?, le preguntó él.

Ella vaciló un momento, pero después asintió.

Primero deberíamos establecer las normas.

¿Como por ejemplo?

Como por ejemplo, la regla número uno. Tú eres una chica, así que vas primero. Regla número dos. Tú me haces una pregunta y yo la respondo. Regla número tres. Yo te hago una pregunta y tú la respondes. Regla número cuatro. Tenemos que decir la verdad.

De acuerdo. Empezaré yo, entonces. ¿Con quién estabas hablando antes?

Lógicamente, Victoria había empezado con la pregunta más embarazosa. Era de esperar.

Estaba hablando con las almas que hay atrapadas dentro de mi cabeza.

Ella abrió unos ojos como platos.

¿Almas atrapadas en tu cabeza? ¿Qué…?

No. Ahora me toca a mí. ¿De quién bebes sangre? Y, ¿tienes algún esclavo de sangre?

Eso son dos preguntas, así que después me deberás una. La respuesta a la primera pregunta es de los humanos. La respuesta a la segunda pregunta es no. No tengo esclavos de sangre. Prefiero beber de mis presas sólo una vez.

Yo ya sabía que bebes sangre humana. No me refería a eso dijo Aden, y pensó en los periódicos que había leído aquellos días, y en las últimas noticias que había visto en la televisión. No hay artículos sobre ataques recientes. Nadie ha dicho nada sobre vampiros en esta zona. Parece que nadie sabe que existes. No entiendo cómo es posible eso si tu familia y tú estáis tomando… varias comidas al día.

Hay un motivo para eso, pero tienes que darme algo a cambio de esa información dijo ella. ¿A qué te refieres con que hay almas encerradas en tu cabeza?

Almas, personalidades, otros humanos. Son cuatro, y siempre han estado conmigo. Por lo menos, desde que tengo uso de razón. Hemos elaborado muchas teorías acerca de cómo han llegado aquí, y lo que nos parece más probable es que yo las atrajera hacia mi interior. Más o menos como te he atraído a ti, sólo que a ellos los absorbí al interior de mi mente. Hablan todo el tiempo dijo él, y se apresuró a continuar antes de que pudieran protestar: Cada uno de ellos posee una habilidad. Una puede viajar en el tiempo. El otro despierta a los muertos, el otro puede poseer otros cuerpos y el cuarto puede ver el futuro, normalmente, las muertes de otros.

Entonces, ¿tú también puedes hacer esas cosas?

Él asintió.

Y ahora estamos empatados.

Ella ladeó la cabeza con una expresión pensativa.

Eres más poderoso de lo que yo pensaba. Me pregunto cómo va a reaccionar mi padre ante esto.

Aden también se lo preguntaba. Aquel hombre había tenido ganas de matarlo sólo por el viento que habían creado Mary Ann y él juntos. Aquello era mil veces peor.

Tal vez no deberías decírselo.

Sí, seguramente tienes razón. Bueno, cuéntame más cosas sobre esas almas. Has dicho que hablan todo el tiempo. ¿Son muy ruidosas?

Él se encogió de hombros, y el agua se movió a su alrededor.

Muchos días sí. Por eso todo el mundo cree que soy raro. Porque siempre le estoy diciendo a alguno de ellos que se calle, o peor todavía, conversando con ellos. Y ahora, me toca a mí.

Ella entrelazó sus dedos con los de Aden, casi como si deseara su contacto tanto como él.

Tal vez la gente piense que tú eres raro, Aden, pero de mí piensan que soy malvada. Y puede que lo sea. Me alimento de sangre. Y, al principio, cuando estaba aprendiendo a beberla, tenía demasiada ansiedad, era incapaz de contenerme, y les hice daño a algunos inocentes.

Aden percibió la culpabilidad de su tono de voz, la tristeza, y lamentó que ella estuviera experimentando aquellas emociones. Aden quería que fuera feliz. Y si eso le convertía en un tipo blando, pues bien, sería un tipo blando.

Aquello le recordó a Riley. ¿Acaso era él el único que deseaba ver feliz a Victoria? Seguramente, no. Después de todo, Victoria le había dicho una vez que Riley estaba celoso de él. Aden no lo había entendido en aquel momento, pero tal vez Riley estuviera celoso del tiempo que Victoria pasaba con él. Celoso como lo estaría un novio.

Y de todos modos, ¿por qué necesitaba ella un guardaespaldas?

Hablar de cómo nos ve la gente es deprimente. Vamos a hablar de Riley. ¿es tu novio?

Ella se echó a reír.

No. Es más como un hermano. Me irrita, y por eso me escapo de él siempre que puedo. ¿Y la chica con la que te he visto? ¿Mary Ann?

Sólo somos amigos.

Victoria le acarició la palma de la mano con el pulgar.

¿Y qué tipo de persona es?

Antes de poder contenerse, Aden se llevó su mano a los labios y se la besó.

Es dulce. Buena. Amable. Sabe un poco de mí. Me ha visto poseer el cuerpo de un hombre lobo, así que no he podido ocultárselo.

¿Vampiros y hombres lobo? ¿En qué te has metido? Los hombres lobo son criaturas peligrosas. Asesinos. Ten cuidado con ellos le dijo Victoria, con la voz entrecortada, y posó la mirada en sus labios.

Ya lo tengo.

Tal vez debiera ir de caza, encontrar a aquel hombre lobo y terminar con él antes de que le hiciera daño a alguien. Por ejemplo, a Mary Ann.

Victoria se fue acercando más y más a él.

Antes me preguntaste por qué no hay noticias de gente que haya sufrido el ataque de un vampiro. Ya has visto cómo les afectaba mi voz a tus amigos, ¿no? Como te afectó a ti la primera vez que hablamos. Cuando mordemos a un humano, liberamos una sustancia química en su organismo, que los hace más susceptibles a nuestros requerimientos. Una droga, un alucinógeno, supongo. Cuando hemos terminado con ellos, los dejamos tranquilos y se olvidan de que han sido una comida.

Si era obligatorio que tuviera un poder extraño, Aden hubiera preferido que se pareciera más al de Victoria. Aquella voz de vudú hubiera convertido su vida en algo mucho más fácil. Habría podido alejar a gente como Ozzie sin que se acordaran de él.

¿Estás muerta, como se cuenta en las leyendas?, preguntó.

Ya había perdido la cuenta de quién debía una respuesta a quién. Sin embargo, intercambiar información ya no era su objetivo. Su objetivo era acariciarla. Le pasó la mano por la cintura y extendió los dedos por su espalda. A ella no le importó.

Quiero decir que si tuviste que morir para convertirte en vampira.

No, no estoy muerta. Vivo respondió Victoria.

Posó la mano de Aden en su pecho y apretó. Tenía la piel muy caliente, como antes, pero por debajo, Aden sintió los latidos de su corazón. Latía mucho más rápido que el suyo.

Mi padre fue el primero de nosotros. Tal vez hayas oído hablar de él. Algunos lo llaman Vlad el Empalador. Durante su primera vida, su vida humana, bebía sangre como símbolo de su poder. Bebió tanta que… le cambió. O tal vez bebiera sangre infectada. Nunca ha estado muy seguro. Lo único que sabe es que empezó a anhelarla de tal manera que, finalmente, fue lo único que aceptaba su estómago.

¿Y cuántos de tu raza hay ahora?

Unos cuantos miles que viven por todo el mundo. Mi padre es el rey de todos ellos.

«El rey». Aquella palabra resonó en la cabeza de Aden, y al asimilar su significado, se encogió.

Eso significa que tú eres…

Una princesa. Sí.

Una princesa. De repente, Aden se sintió inferior. Ella era de la realeza, y él era pobre. Vivía en un rancho con chicos que eran demasiado salvajes como para convivir con la civilización. Ella era la hija de un rey. Él no tenía padres y lo consideraban mentalmente inestable.

Seguramente debería irme murmuró.

Ella se quedó desconcertada.

¿Por qué?

¿Acaso tenía que explicárselo?

Yo no soy nadie, Victoria. Soy un don nadie. ¿O debería decir princesa Victoria? ¿Tengo que inclinarme ante ti?

Aquel tono sarcástico hizo que ella se alejara nadando.

No te molestaba que fuera vampira, y sin embargo, te molesta mi posición. ¿Por qué?

Olvídalo dijo él, y se dio la vuelta. Tenía las manos heladas sin el calor que ella desprendía.

Antes de que pudiera pestañear, Victoria estaba delante de él, de nuevo entre sus brazos.

Eres muy exasperante, Aden Stone.

Y tú.

Sabía que debería soltarla, pero no pudo.

Como soy una princesa, me he pasado la mayor parte de mi vida aislada. Mi vida está llena de reglas y normas, porque siempre debo actuar con el decoro que exige mi título. Tengo que ser todo lo que espera la gente: amable, educada e irreprochable. Entonces tú nos llamaste, y vinimos a observarte. He visto cómo te mantenías apartado de los que te rodean. He visto la soledad reflejada en tus ojos, y pensaba que tú entenderías como me siento. Y entonces, la primera vez que me miraste, que me viste de verdad, noté tu emoción. Hace que te fluya la sangre muy deprisa dijo ella, y cerró los ojos, como si saboreara aquel recuerdo.

Tras unos instantes, prosiguió:

Esta noche, me has pedido que me quedara contigo. Eres la primera persona que quiere pasar un rato conmigo, hablar y conocerme. ¿Sabes lo irresistible que es eso? Riley es mi amigo, pero su trabajo es protegerme. Y con él, nunca puedo olvidar lo que soy. Pero contigo… me siento normal. Como cualquier otra chica.

Ser normal. Aquél era un anhelo que él conocía bien. Y el hecho de que él pudiera hacer que Victoria se sintiera así era asombroso.

Tú también haces que sienta eso admitió él. Pero yo soy…

Irresistible, como ya te he dicho. Debería mantenerme alejada de ti, pero no puedo. Así que seré yo la que te pida que no te vayas.

Él no sabía si echarse a reír o a llorar. Siempre y cuando ella no lo considerara un don nadie, él intentaría no pensarlo.

Me quedaré.

Ella sonrió lentamente, y se le iluminó toda la cara.

Bueno. Y ahora, ¿qué estabas diciendo sobre mí, y sobre cómo hago que te sientas?

Que también me siento normal cuando estoy contigo respondió Aden. «Y que eres lo mejor que me ha pasado nunca». Carraspeó. Bueno, ¿y qué más sucedió cuando tu padre se convirtió en vampiro?, le preguntó, como si nunca hubieran cambiado de tema de conversación. Fingiendo que eran normales, pese a todo.

Ella debió de darse cuenta de lo que pretendía Aden, porque su sonrisa aumentó.

Dejó de envejecer y su cuerpo se fortaleció increíblemente. Su piel perdió el color, y se convirtió en un escudo impenetrable.

Aden se acordó de que ella se había reído cuando le había mostrado las dagas.

¿Tu piel no se puede cortar?

Con un objeto afilado no.

¿Y nunca te pones enferma?

Me puse enferma una vez dijo ella, y con un suspiro, le soltó la mano y le tiró suavemente de los dedos. Aden.

Claramente, aquella pregunta la había incomodado.

Si tu padre dejó de envejecer, ¿eso significa que eres casi tan vieja como él?, le preguntó. Ella se relajó entonces. No, espera. No puede ser. Me dijiste que los vampiros mayores no toleran el sol, y tú sí.

Sí, soy mucho más joven que él. Sólo tengo ochenta y un años Victoria le metió los dedos entre el pelo y le acarició la cabeza. Pero no creas que siempre he sido así. Mis hermanas y yo envejecemos lentamente. Nuestras madres se desesperaban para que dejáramos de ser niñas pequeñas.

¿Y dónde está ahora tu madre?

En Rumanía. A ella no se le permitió viajar con nosotros.

Él tuvo ganas de preguntar el motivo, pero no quería tener que responder nada sobre sus propios padres. Así pues, dijo:

Ochenta y uno. Vaya. Eres como mi abuela. Si la tuviera.

No digas eso, es horrible dijo ella con una sonrisa.

En tus ochenta y un años de vida habrás tenido muchos novios, ¿no?

Por algún motivo, aquella pregunta acabó con la sonrisa de Victoria. Ella apartó la mirada con una expresión de culpabilidad.

Sólo uno.

¿Sólo uno? ¿Y por qué la culpabilidad?

¿Por qué sólo uno?

Es el único al que ha aceptado mi padre.

Lo cual significaba que la aprobación de su padre era importante para ella. Por desgracia, seguramente Aden no conseguiría aquella aprobación. Así pues, ¿cuánto tiempo tenía antes de que Victoria lo dejara? ¿Cuánto tiempo quedaba para que ella comenzara a salir con alguien del gusto de su padre?

Al pensar en aquellas preguntas, Aden sintió el impulso de explicarle lo bien que podían estar juntos. Tenía que contarle su visión antes de que fuera demasiado tarde.

Te he contado que puedo ver el futuro, ¿verdad?

Ella asintió de mala gana. Seguramente, aquel cambio de tema le producía desconcierto.

Nos he visto juntos dijo Aden por fin. Sabía que ibas a venir antes de que llegaras.

Victoria se quedó inmóvil y frunció el ceño.

¿Y qué hacíamos cuando estábamos juntos?

Nos besábamos dijo él, sin mencionar que ella iba a beber sangre de su cuello.

¿Nos besábamos?, susurró ella. Oh, yo quiero hacerlo, Aden, quiero. Pero no puedo. Terminaría alimentándome de ti, y me niego a que me veas de esa forma.

Ya has probado mi sangre, y pudiste alejarte.

A duras penas.

¿Y qué pasa si no puedes hacerlo esta vez? Yo sí puedo soportarlo.

Tú sí, tal vez, pero yo no puedo soportar saber que me has visto comportándome como un animal.

¿Victoria? ¿Un animal?

Yo nunca pensaría eso de ti.

Ella le rodeó el cuello con los brazos y apoyó los codos en sus hombros. Los colmillos, blancos y afilados, se le asomaron por entre los labios.

Aden le dijo, y después suspiró, ¿qué voy a hacer contigo?

Vas a besarme.

Ella se resistió un poco más, pero la firmeza se estaba desvaneciendo.

Puedo asustarte y horrorizarte. Deberíamos irnos.

Victoria se alejó de él y se dio la vuelta.

No puedes irte todavía. Me toca a mí pedirte que te quedes, y a ti ceder. Además, tengo que hacerte una pregunta más, y me debes una respuesta.

Ella no miró hacia atrás, pero asintió.

Está bien. Pregunta.

Lentamente, Aden se acercó a ella.

¿Qué te parecería… esto?

Entonces, tomó agua y se la lanzó hacia la oreja, empapándole el pelo.

Ella estaba tartamudeando cuando se dio la vuelta. Tenía los ojos llenos de agua.

¿Por qué…?

Aden, riéndose, volvió a salpicarle la cara.

¡Tú, pequeño… humano!

Antes de que Aden pudiera pestañear, ella lo había hundido bajo el agua. Cuando salió a la superficie, Victoria se estaba riendo, y el sonido de su risa le calentó el cuerpo y el alma. Como niños felices y despreocupados, estuvieron jugando hasta que el sol comenzó a salir. Salpicándose, hundiéndose en el agua. Ella ganó, por supuesto, porque era mucho más fuerte, pero él nunca se había divertido tanto.

«Aden, cariño», dijo Eve, que hablaba por primera vez desde hacía horas. Su voz le sorprendió. Las almas se habían portado tan bien, que no se había acordado de ellas hasta aquel momento. «Tienes que volver. Vamos a tener suerte si Dan no se ha despertado ya y no te ve entrando a tu habitación por la ventana».

Tenía razón.

«Pero, vaya, ojalá yo pudiera sentir lo mismo que tú sientes», dijo Caleb. «Ni siquiera me ha importado estar en silencio. Te has apretado contra sus pechos. ¡Varias veces!».

Aden alzó los ojos al cielo con resignación.

Tengo que volver al rancho para que no me pillen dijo. Con delicadeza, le apartó a Victoria un mechón de pelo empapado de la sien. Pero quiero volver a verte. Me gustaría verte más que una vez a la semana. Quiero verte todos los días.

Su sonrisa se desvaneció, pero Victoria asintió.

No sé si podré escaparme mañana, pero como te he dicho antes, serías más inteligente si te mantuvieras apartado de mí. Aunque… lo intentaré. De todos modos, volveremos a vernos.