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Jenny oyó un grito terrible. ¿Mamá? No, esta vez parecía un hombre. Levantó la cabeza.

A su alrededor, los krulls deambulaban lentamente cerca de la hoguera: el hombre lagarto, la mujer encorvada, una cosa espantosa sin piernas, y otros. Muchos, muchos más. Casi todos estaban agrupándose en torno al inmenso hoyo.

El hombre volvió a gritar. Estaba entre ellos, aunque no podía verle.

Jenny miró hacia el otro lado. Su madre seguía colgada allí.

Pero el hombre había desaparecido.

Él era quien gritaba.

Los gritos cesaron. Un grupo de krulls se separó de los demás. Llevaban brazos y piernas hacia la hoguera resplandeciente. Un hombre grande, el jefe Murdoch, llevaba el torso del hombre. Cerca del fuego, lo arrojó entre los brazos y las piernas. No se veía la cabeza.

Los krulls se apartaron del hoyo. Todos lo estaban vigilando. Por el espacio que dejaron libre, Jenny pudo ver parte del hoyo.

Y vio la cabeza del hombre en el suelo, cerca del borde del pozo. Se balanceó un instante. Después, una cosa oscura la cogió por el cabello y la hizo desaparecer en el hoyo.

Los krulls lo miraban absortos.

Todos callaban.

De repente, oyó la potente voz de Murdoch.

—¿Debo darle otra cabeza?

¡Hablaba con su madre!

Murdoch se volvió hacia los krulls y les habló en su lengua. Luego, se enfrentó de nuevo con la madre de Jenny. Sacando su cuchillo, dio un paso hacia ella.

De la oscuridad partió un disparo. Las piernas de Murdoch se doblaron y cayó boca abajo.

Jenny volvió la cabeza. Cerca de una choza vio a cuatro personas, de pie en las tinieblas.

* * *

—Bien, Hayer, dígales que se estén quietos. Y también los de atrás.

El viejo habló en su extraña lengua. Neala ya le había oído hablar de aquella manera en el bosque para impedir que los krulls la atacasen. Mientras hablaba, Johnny miró a Cordelia y Neala.

—¡Vamos! —murmuró—. ¡Rápido!

Aunque sin aliento y temblando de terror, Neala no vaciló. Corrió hacia adelante blandiendo la espada. Trataba de mantener los ojos fijos en la chica colgada dentro del trípode, pero no lograba apartar la vista de los krulls. Algunos empezaban a moverse, como si se recuperaran de la sorpresa producida por la detonación.

Hayer seguía hablando, pero ella oyó murmullos entre los krulls.

—¡Rápido! —gritó la muchacha.

Con una mirada de soslayo, vio que Cordelia corría hacia el trípode del que colgaba la mujer. También vio una cosa sin piernas, que avanzaba entre la muchedumbre. Era el que había visto mucho tiempo atrás en la carretera. Llevaba un cuchillo entre los dientes.

Llegó al trípode. Y alguien chilló.

Volviendo la cabeza, vio cómo una lanza atravesaba a Cordelia. Neala levantó la espada y cortó la cuerda. La niña cayó.

—¡Jodido bastardo! —gritó Johnny, empujando el cuello de Hayer con el rifle.

Apretó el gatillo.

Luego dio media vuelta y volvió a disparar contra el krull más próximo.

Y acto seguido, se dirigió cojeando adonde estaba Peg.

Y hacia la multitud que atacaba.

Jenny, a gatas, miró a su madre. También vio a una docena de krulls que venían hacia ella. Y vio a tío John que se tambaleaba en su dirección, sin dejar de disparar. Pero un grupo de krulls le empezaba a perseguir.

—¡Tío John!

Miró en torno suyo. La mujer que había cortado su cuerda corría ya, alejándose de allí, en dirección a tío John, con la espada en lo alto.

Jenny se puso en pie y corrió en otra dirección.

Un muchacho con un cuchillo saltó a la espalda de Johnny y blandió un hacha. Neala le cortó la mano con la espada. Después volvió el arma contra la cara de una mujer, la atravesó, giró sobre sí misma, y le partió la cabeza a un hombre que se arrastraba.

Un cuchillo le rozó el costado. Neala hundió su codo en la cara de la joven que lo había arrojado. La joven trastabilló hacia atrás. Neala le hundió la espada en el vientre.

Alguien saltó sobre su espada. Neala cayó sobre el cuerpo de la joven. Sintió una hoja en su garganta.

Johnny aplicó el rifle contra la oreja del hombre y disparó. Después, arrastró a Neala lejos del cadáver.

Johnny miró hacia Peg. Una criatura sin piernas, a sus pies, estaba sacándose un cuchillo de la boca.

Apuntó y apretó el gatillo.

¡Clic!

Peg gateó y golpeó la cara de la cosa sin piernas. Abriendo los brazos, la cosa cayó de espaldas.

¡Pero había muchos más!

Peg se retorció y pateó a los que se le acercaban.

Y de repente vio a su hija.

—¡Jenny! —gritó.

Los krulls más próximos levantaron los ojos. Se alejaron de Peg y empezaron a chillar alarmados.

Jenny corrió más de prisa.

Un krull la agarró por los pies, pero falló la presa.

Otros intentaron alcanzarla. Pero ella era demasiado veloz. Una lanza golpeó sus piernas, pero Jenny siguió corriendo. Sólo un arañazo. Apenas le dolía. No le dolía más que las manos.

Sólo había un krull en su camino.

Le impedía el paso.

Era la gorda de los Árboles. Y parecía asustada. La mujer intentó esquivarla.

Jenny la golpeó en la cara con una rama gruesa. La gorda chilló y se precipitó en el pozo.

La enorme rama la siguió en su camino descendente.

La gorda cayó con un alarido espantoso.

Neala sacó la espada del pecho de un krull y se volvió para atacar a otro…, pero ahora todos los krulls estaban inmóviles, boquiabiertos y caminando hacia el pozo.

Los que estaban más cerca del hoyo echaron a correr. Unas cuerdas oscuras azotaron los pies de algunos, y los atrajeron, chillando, hacia el pozo.

Después, todos los krulls huyeron a la desbandada, unos corriendo, otros arrastrándose, algunos tambaleándose a través del poblado como arañas gigantescas y muy torpes.

Jenny aplastó la muñeca de un krull sin piernas. El krull gruñó de dolor, y abrió la mano. Jenny le cogió el cuchillo.

La mano chamuscada de Jenny no obedecía.

Cogió el cuchillo con la izquierda y lo hundió en el ojo de la criatura.

Una mano se posó en su hombro.

Ella se volvió, apuntando con el cuchillo, pero falló.

—¡Tío John!

—¡Dame esto!

Ella le entregó el cuchillo. Johnny levantó la mano y cortó la cuerda que sujetaba a su hermana.

Los dos cayeron.

Ahora llegaba la otra mujer, la que llevaba la espada.

Algo azotó el pie de Jenny. Gritando, se apartó y vio una cosa semejante a una serpiente, que se enroscaba en torno a la garganta del krull sin piernas, arrastrando su cuerpo hacia el hoyo.

El terreno próximo al borde del hoyo parecía estar vivo, con unos tentáculos que se agitaban sin cesar.

—¡Huyamos, huyamos! —gritó tío John.

Al instante, todos echaron a correr.

En el límite del poblado, antes de penetrar en el bosque, Jenny dio media vuelta.

—¡Mirad! —gritó—. ¡Ha salido!

—¡Dios mío! —exclamó Neala—. ¿Qué es aquello?

Los cuatro miraron en la dirección que indicaba.

—¿Qué hemos hecho? —murmuró Neala.

—Sobrevivir —respondió tío John—. Vámonos de aquí.

Corrieron por el bosque, y cruzaron un riachuelo a nado. Por el camino pasaron al lado de muchos krulls, algunos escondidos detrás de los matorrales, otros escurriéndose por los árboles, como si buscaran la seguridad entre los ramajes. Nadie les atacó.

Pasaron corriendo junto a varios cadáveres. Johnny no lo comprendió al principio. Luego, se agachó para inspeccionar uno. Habían cortado la garganta de la mujer. Ella todavía agarraba el ensangrentado cuchillo.

—Suicidio —comentó Johnny.

Cuando atravesaron el campo, John miró hacia los Árboles Asesinos. Observó movimiento entre sus ramas despobladas y pálidas.

Neala se detuvo y los señaló.

—Ya los veo.

Tres formas oscuras saltaron de pronto de los árboles, por entre sus ramas, hasta llegar al suelo.

—Vamos —urgió Johnny—. Casi hemos llegado.

Neala escudriñó la oscuridad que rodeaba el coche y no vio a ningún krull.

Tampoco los había dentro del coche.

Neala tomó asiento delante.

Peg y Jenny se sentaron detrás.

Johnny metió la llave en el contacto… la llave que Sherri no se había llevado, que tampoco hubiera podido usar porque… Le dio la vuelta y el coche arrancó.

Más tarde, ya en la carretera, Neala arrojó la espada por la ventanilla. Vio como trazaba un arco en la oscuridad y desaparecía entre el follaje, al lado de la carretera. Después, se acercó a Johnny. El hombre le pasó un brazo por los hombros y sonrió.