Hace ya bastante tiempo que me he levantado; apenas he podido dormir, y cuando lo he logrado, la misma pesadilla se repetía una y otra vez.

Me ha dado tiempo a sacar a los perros, pero hoy el descampado estaba vacío para ser sábado. Noto el ambiente raro: hay menos coches, menos niños… bueno, más bien ninguno. Es como si la ciudad mantuviera la respiración.

Los nervios los tengo a flor de piel y realmente no tendría por qué estar así, no entiendo cómo una noticia que realmente podría ser como otra cualquiera me produce tanta angustia.

David me ha mandado un SMS esta mañana donde me confirmaba que el presidente saldría a mediodía en todos los telediarios. Mi corazón no se ha relajado desde entonces y noto una presión en el pecho que no puedo describir.

Mi paranoia de nacimiento ya me ha hecho buscar en internet estos síntomas, incluso descartando un posible fallo cardiaco. Pero para mi tranquilidad no es un infarto ni nada parecido, se aproxima más a un cuadro de estrés que a otra cosa.

No aguanto más la tensión; llamaré a mi madre porque no me apetece prepararme hoy la comida, me iré con ella y de paso veremos juntos la rueda de prensa de Zapatero. Cada vez me voy pareciendo más a ella.

—Mamá, soy Alfonso, te llamaba para decirte que luego iré a comer, ¿vale?

—Vale, hijo, ya sabes que a mí nunca me vas a pillar sin comida. Vente cuando quieras, pero no muy tarde, ya sabes que a tu padre le gusta comer pronto.

—Ok, mamá, luego te veo.

Mientras me visto, voy escuchando las noticias en la radio. Antes escuchaba Cadena 100 o RadioVallekas, que solían entretenerme bastante, pero ahora parece que tenga setenta años: Radio Nacional es ahora mi acompañante número uno, hasta la he programado en la radio del coche.

Bueno, ya estoy listo. Me voy, que si no mi padre no espera a nadie y cuando quiera llegar ya estará sentado en el relax echándose su sueñecito de después de comer. «La siesta de la burra», como decía mi abuela.

Durante el trayecto observo detenidamente en cada semáforo lo que tengo alrededor. La gente pasea por las calles como si tal cosa, algunos van con sus perros y otros con los niños camino del parque. Pero como he podido ver esta mañana, hay menos gente de lo habitual, incluso el tráfico es más fluido.

He aparcado a la primera en la misma puerta donde viven mis padres, cosa que tampoco es muy normal.

Mi madre está sentada junto a una de mis sobrinas; Paula está jugando a las cartas encima de la mesa, que ya tiene el mantel puesto, y mi hermano Javi, aún en pijama, prepara su ropa para cambiarse.

—Hola, Javi, ¿qué tal andamos?

—Pues aquí estoy con más sueño que un tonto; no hace mucho que me he levantado, que ayer salí hasta tarde —comenta Javi buscando la mirada de mi madre por si le está escuchando.

—Dirás más bien que has amanecido por ahí. —Mi madre le ha escuchado. Siempre he pensado que tenía un sexto sentido para escuchar estando incluso en la otra punta de la casa.

A pesar de la conversación, he percibido el mismo ambiente que he vivido en la calle: caras de preocupación y silencio solamente roto por los cánticos de la niña repasando sus cartas en la mesa. Y mi hermano discutiendo con mi madre por la hora de llegada, hay cosas que nunca cambian y que ya tenía olvidadas con la independencia. La tele está puesta, ya pasan diez minutos de la hora prevista y tengo el móvil en la mano por si David me llama.

Y allí está, el presidente aparece por la puerta trasera que da a la sala principal del Palacio de la Moncloa.

Mi madre sube el volumen instintivamente y se atusa el pelo como si Zapatero la fuera a mirar directamente a ella. Cosas de mi madre.

—Queridos conciudadanos, el motivo de la comparecencia ante los medios seguramente ya lo sepan. No obstante, ante los rumores y noticias que llegan desde Alemania, he preferido salir a tranquilizar a la población y a transmitirles las novedades que nos han llegado desde allí.

»Alemania está en alerta bacteriológica debido a un virus de origen desconocido, al parecer muy contagioso y que ha causado alguna baja entre las personas infectadas.

»Algún país vecino como Bélgica, Luxemburgo, Polonia o Austria ha presentado ya algún caso aislado, pero todo debido a la proximidad con el país alemán y, por supuesto, perfectamente controlado.

»Alemania ha decidido cerrar sus fronteras por motivos de seguridad y ha declarado el nivel naranja por alerta sanitaria, prohibiendo el paso a todo transporte terrestre de mercancías o personas, incluyendo también el cierre de los veinticuatro aeropuertos de los que dispone Alemania en todo su territorio.

»Varios de los efectivos médicos que han participado en las tareas de investigación del virus, y fuerzas de seguridad del estado alemán que han colaborado en el control del mismo, han causado baja debido a que se han visto infectados en su mayoría.

»Quiero pedirles que tengan cautela y que no cunda el pánico porque la situación, aunque presente aspectos de preocupación, está bajo control por las autoridades alemanas, trabajando las veinticuatro horas del día para poner fin a esta situación de emergencia.

»Mantenemos las comunicaciones con la presidenta Angela Merkel y con la Unión Europea. En cuanto tengamos más noticias, el portavoz del gobierno comparecerá ante ustedes para compartir dicha información.

»Buenas tardes a todos.

Por supuesto, no permite ninguna pregunta a los periodistas, quienes las empiezan a lanzar como dardos envenenados, pero Zapatero desaparece ante una nube de flashes, seguido de tres guardaespaldas.

Imagino que David está allí o en la redacción pegado a la tele. Mi madre no ha dicho nada, se ha limitado a escuchar con una mano apoyada en la cara como señal de atención. Mi hermano criticaba cada frase del discurso, decía que nos estaban ocultando la verdad y que se notaba que estaba nervioso.

Yo no sé qué pensar; a decir verdad también pienso en parte como él, le he notado la mirada nerviosa y titubeaba, no sé. Supongo que el tiempo nos dirá qué está pasando realmente.

—¿Veis lo que os decía? Ha dicho claramente que el virus ese ya ha traspasado la frontera, y si ha llegado a esos países, no veo por qué no va a llegar al nuestro.

—Mamá, no empieces, ¿acaso no has escuchado que no tengamos miedo, que lo tienen controlado? —Javi trata de quitar hierro al asunto mientras pincha con el tenedor la jugosa ensalada preparada por mi madre.

—Eso son bobadas —por fin habló mi padre—. Poneos a comer que se enfría todo.

Sinceramente, yo sí que veo el motivo de la preocupación, y al menos podrían decir los síntomas de la enfermedad, si es muy rápido el virus o cómo se contagia.

David no me llama; supongo que ahora mismo estará comiendo también, aunque sea un bocadillo delante de su teclado sin dejar de estar pendiente de las últimas novedades que llegan desde allí.

La pobre Paula no ha abierto la boca desde que ha salido el presidente, se limita a comer en silencio, sin levantar la mirada del plato.

Y creo que voy a hacer lo mismo, porque de nada sirve preocuparse por algo que está sucediendo a miles de kilómetros de aquí.

Vamos a comer, que ya es hora, que después Paulita querrá jugar a las cartas, como cada sábado.