Charlotte, míralo de esta manera: es tu primera pelea. Es lo que marca una auténtica relación —dijo Pam tratando de animar a Charlotte mientras se dirigían a la oficina por la que había de ser, para bien o para mal, la última vez.

No era el momento de recurrir al «te lo dije», si bien Pam y Prue estaban necesitando cada gramo de fuerza espectral para no soltarlo.

—Es sólo que me duele que no capte que él es la razón principal de que desee quedarme —dijo Charlotte—. Se toma lo nuestro tan a la ligera…

—¿«Lo nuestro»? —irrumpió CoCo al unirse a ellas por el camino—. Pero ¿es que habéis hablado alguna vez de vosotros como pareja?

—No, todavía no —dijo Charlotte.

—Pues a lo mejor es que te asusta demasiado descubrir lo que él piensa en realidad —añadió Prue.

—Yo preferiría vomitar a pasarme el día entero con náuseas —dijo CoCo—. ¿Sabes a qué me refiero?

Las tres miraron a CoCo convencidas de que estaba planteando un argumento, si bien incapaces de discernir cuál. CoCo dejó escapar un suspiro de exasperación y explicó:

—Sólo porque tengas miedo de lo que te pueda decir, miedo al rechazo, no significa que debas desentenderte del asunto por completo. Yo querría saber.

—No nos pongamos melodramáticas —aconsejó Pam con prudencia.

—A lo mejor piensa que no soy lo bastante guay para él —dijo Charlotte alicaída mientras le sobrevenían sus inseguridades.

—Es un tío, Charlotte —sentenció Prue—. Es probable que no piense nada.

—Y tú estás pensando demasiado —dijo Pam—. Es tu viejo yo el que habla, Charlotte. No te dejes caer de nuevo en esa trampa.

Charlotte sonrió con cierta inquietud y se dio cuenta de que probablemente tenían razón.

—Al menos lo mandan de vuelta con nosotras, así que podrás echarle un ojo —señaló Pam con sensatez.

—Sí —corroboró CoCo—. Dejarle atrás sería un peligro ahora que Polly está aquí.

—Vaya, muchas gracias —refunfuñó Charlotte—. Ahora sí que me siento mucho mejor.

Pam y Prue se echaron a reír con ganas clavándole un codo a Charlotte conforme se aproximaban a la plataforma de llamadas. Pero Charlotte no le veía la gracia al asunto. Sólo lo injusto de éste.

* * *

—¿Por qué estás tan depre, tío? —preguntó Mike dándole un codazo a Eric, que, cosa rara en él, parecía hecho polvo—. Pensaba que estabas impaciente por regresar.

—Y lo estoy —dijo Eric con tono apocado—. Es sólo que, bueno, Charlotte me está cargando un poco.

—¿Te vas a ir al traste? —bromeó DJ, orgulloso de su metáfora musical—. No va contigo.

—No sé —dijo Eric—. Este viaje es de lo más inoportuno para nosotros.

—¡Pero qué dices, más oportuno imposible! —gritó Mike haciendo redoblar ante sí un tambor imaginario—. No querrás estar atado con tantas chicas sueltas como habrá por allí.

—¡Fiesta! —gritó DJ anticipándose a su primera noche de parranda en mucho tiempo.

La sutileza no era ni mucho menos el punto fuerte de esta pandilla, pero, a juzgar por la cara que puso Eric, se dieron cuenta enseguida de que tal vez se estaban pasando un poco.

—Venga, ella estará bien —le tranquilizó DJ, retomando la conversación—. Va a estar de lo más ocupada.

—¿Y eso? —preguntó Eric, desconcertado.

—Damen —explicó Mike sin ningún tacto—. Él es la razón de que ella esté aquí.

—Murió por intentar liarse con él —continuó DJ—. Aunque menos mal, porque si no todavía estaríamos todos estancados allí.

—Sí, menos mal —murmuró Eric.

* * *

El personal de la oficina al completo llegó a su hora para variar. Todos estaban ansiosos por escuchar a Markov. Todos salvo Charlotte, claro está.

Lanzó a hurtadillas una mirada nerviosa a Eric, como siempre, y él respondió con un gesto de asentimiento y una sonrisa, que ella esperó que fuese una buena señal. Sin embargo, no lo era tanto que su profesor de Muertología, el señor Brain, no estuviese allí. Su presencia siempre resultaba reconfortante, sobre todo para Charlotte, aunque que no estuviera tampoco era del todo de extrañar. A fin de cuentas, sus alumnos recién graduados acababan de llegar al campus, y lo cierto era que ahora Brain sólo hacía acto de presencia con motivo de las ocasiones más especiales.

Charlotte supuso que la misión de regresar que Markov les había asignado no era lo bastante especial. Se les había anunciado que iban a volver, pero poco más. Era todo muy misterioso, y se podía palpar la tensión en la sala.

—Hoy —arrancó Markov— es el primer día del resto de vuestra otra vida.

El sonoro bufido procedente de la sección de Eric, Mike y DJ, al fondo, no tardó en contagiarse al resto y, como era de esperar, Markov empezó a perder a marchas forzadas el control sobre la clase. Sonaba como el típico lumbreras sin personalidad ofreciendo un manido discurso de despedida. Co-ña-zo.

—Qué original —ironizó Eric, que se había erigido en una especie de instrumento de castigo de Markov.

—Y que lo digas —continuó Charlotte—. ¿Debemos siempre recordar también buscar las estrellas y perseguir nuestros sueños?

Una ola de risitas recorrió la sala, si bien no obtuvo eco alguno en Pam o Prue, a quienes la insolencia de Charlotte les pareció irresponsable y nada propia de ella. Eric actuaba siempre como el payaso de clase, pero para Charlotte aquello era territorio virgen.

—¿Qué? ¿Intentando impresionar al novio? —la amonestó Pam con sequedad.

—Eso sí que es original —corroboró Prue—. Menuda rebelde.

Ante el clima dividido que reinaba en la sala, resultaba evidente que Markov no era la persona más idónea para transmitir el mensaje, pero éste no se dio por vencido tan pronto. No sólo requirió su atención, la exigió. Para él se trataba de un asunto muy serio, y después de un primer intento fallido, los becarios empezaron a tomárselo del mismo modo.

—Tengo una pregunta —anunció Call Me Kim levantando el brazo, antes de que Markov tuviera tiempo de pronunciar una sola palabra más—. ¿Esto qué es?, ¿una promoción o un despido?

Kim había sido una estudiante de sobresaliente en vida, una jugadora de equipo en Muertología y una empleada ejemplar en la plataforma de llamadas. Como firme defensora del sistema de méritos, no le cabía en la cabeza que fuera a ser reemplazada de un plumazo. De modo que pensó que quizá no se trataba ni de una cosa ni de la otra. Tal vez fuera así como era al final: obsolescencia. Los nuevos habían llegado para hacerse cargo de las llamadas, y ellos dejaban de ser necesarios.

—Sé que estáis todos un poco confusos —declaró Markov.

—Eso es como decir que Silent Violet anda un poco callada —resopló Charlotte.

—Oye, a mí no me metas en esto —objetó Violet tratando de mantenerse neutral.

—La vida conlleva cambios —dijo Markov—. Como el aprendizaje, como crecer.

—¿Y la muerte? —inquirió Charlotte, frustrada—. Uno no crece después de haber muerto, ¿no?

—Eso no es verdad —interpuso CoCo asomando los ojos por encima de su bufanda de Hermès—. El pelo y las uñas sí que crecen.

—Moooolaaa —zumbó Metal Mike mientras se imaginaba su peludo cadáver con las uñas de los pies mal cortadas muy atareado transformándose en un abrelatas humano dentro de su ataúd.

—Pero ¿qué pasa si ya has cambiado por completo? —insistió Charlotte—. ¿Entonces qué hacemos? ¿Descansar en paz? ¿Eso es todo?

—¿Todavía no conoces la respuesta a esa pregunta, Charlotte? —prosiguió Markov—. Lo de «descansar en paz» es una fantasía inventada para apaciguar a los vivos —hizo una pausa—. No a los muertos.

—Lo único que digo es que por fin teníamos tiempo —farfulló Charlotte, mirando a Eric—. Tiempo para acometer las últimas cosas que nos quedaban por hacer.

—No te preocupes, Charlotte —bromeó Markov—. Sobrevivirás.

A Charlotte la broma no le hizo ninguna gracia, y él se percató al instante.

—Has completado tu formación y ahora ha llegado el momento de hacer unas pequeñas prácticas —añadió.

—Considéralo unas vacaciones de trabajo —la tranquilizó CoCo, ofreciendo un punto de vista inusitado—. Una especie de incentivo de alto ejecutivo, como recorrer el showroom de Dior fuera de horario.

—O el pasillo de repuestos de fontanería en Home Depot —añadió Bud, con los pies en la tierra.

—O como presentarse en un guateque casero —añadió DJ, radiante—. Sin que nadie te haya invitado.

—Regresamos, pero sabiendo lo que sabemos ahora… —dijo Violet inusitadamente parlanchina.

—… no hay nada que pueda detenernos —dijeron los gemelos Simon y Simone al unísono.

Ahora Charlotte se había quedado sola en sus convicciones. Incluso Pam, su M.A.M. —Mejor Amiga Muerta—, había desertado de su lado.

Markov estaba decidido a encarrilar la situación.

—Veréis, siento decepcionaros a todos, pero no va a ser una juerga de chicos muertos ni nada por el estilo —los instruyó—. Cada uno de vosotros tendrá una misión que cumplir.

—¿Como cuál? —preguntó Charlotte, algo más sosegada, en nombre de los presentes.

—Como he dicho —informó Markov—, vais a regresar.

—¿Regresar adónde? —inquirió DJ.

—Al lugar de donde vinisteis —dijo Markov—. Hawthorne.

De pronto, Charlotte se animó. Regresar a Hawthorne significaba regresar con Scarlet.

—¿Y por qué allí? —preguntó Eric, decepcionado—. ¿No podríamos ir a un sitio, no sé, un poco más guay?

Esperaba algo que no se le quedara tan estrecho. Un lugar donde poder exhibir por fin sus prodigiosas dotes con la guitarra e incluso, tal vez, saborear la fama que le evitaba.

—Hay que empezar poco a poco y labrarse el ascenso —aconsejó Markov, refiriéndose tanto a Hawthorne como a la «carrera» de Eric.

—A mí no me hace falta un ensayo general —rezongó Eric.

—Esto no es un club de debate ni una democracia —espetó Markov, a la vez que se ensombrecía su expresión—. Se os envía a donde se os necesita.

—No lo entiendo —persistió Kim—. ¿Para qué exactamente?

—Para lo que sea necesario —dijo Markov sin más, echándole un vistazo a la lista que en todo momento había sostenido en la mano—. Tendréis que averiguarlo vosotros mismos.

Charlotte se sintió alarmada al instante. Si regresaban era porque algo iba mal. Las reservas que albergaba sobre el regreso se desvanecieron. Adoptó su expresión guerrera.

—Tenías razón —articuló en silencio Eric a Charlotte, pues ya no estaba tan ansioso por regresar—. Esto es un fraude.

Charlotte no reaccionó. Parecía concentrada, motivada. Eric nunca la había visto así antes. Y no estaba seguro de cómo tomarse las repentinas ganas de Charlotte de regresar, sobre todo después del cotilleo de Mike y DJ sobre el ex de ella.

—Escuchad todos —vociferó Markov—. Éstos son vuestros deberes.

—Pero ¿qué es esto, una especie de examen? —preguntó Suzy, rascándose nerviosa las costras fantasma de su antebrazo por primera vez, que ella recordase.

—Es una manera de verlo —dijo Markov con brusquedad—. Yo prefiero llamarlo una misión.

—¿Misión? —preguntó Charlotte—. ¿Qué clase de misión?

—Vuestra misión es ayudar a los vivos a lidiar con sus problemas —puntualizó Markov, haciendo caso omiso de la interrupción—. No se trata de ayudarlos a resolver grandes cuestiones como la guerra y la paz, sino más bien esas pequeñas trabas que plagan sus vidas y sus conciencias: esas cositas que los paralizan y, en ocasiones, les impiden vivir.

—¿Cositas? —preguntó Charlotte con la esperanza de obtener alguna aclaración.

—No hay nada más grande —contestó Markov.

—¿Cómo? ¿Se supone que nosotros, que estamos muertos —dijo Eric—, somos los que debemos ayudar a esa panda de perdedores vivos a que se den cuenta de lo bien que pinta para ellos?

—Exacto —dijo Markov—. Para eso os habéis estado preparando aquí.

—Pero no somos expertos —se quejó Charlotte—. ¿Quién va a ayudarnos a echarles una mano?

—Los nuevos becarios estarán aquí para respaldaros —los tranquilizó Markov—. Y también yo.

Aquélla era una muestra de apoyo del todo inusitada por parte de Markov, y sabían que él era un hombre de palabra.

—Entonces, ¿somos patrocinadores? —preguntó Prue—. ¿Como en una especie de intervención sobrenatural o algo así?

—A mí me suena más a guía espiritual —añadió Pam.

—Como ángeles —dijo Charlotte de manera sucinta.

—Técnicamente, sí —dijo Markov—. Aunque no en el sentido de ángeles con alas, toga blanca y halo.

—Gracias a Dios —añadió CoCo—. Lo del halo es antiestético.

Los becarios miraban al frente con ojos como platos mientras Markov avanzaba por su lista, emparejando a cada cual con el que sería, en apariencia por azar, su homólogo en Hawthorne. Mike, DJ, Suzy, Abigail, Jerry, Bud, Simon, Simone, Violet y Kim abandonaron la sala para despedirse de sus respectivas familias conforme los iban llamando y se les informaba de su misión.

—CoCo —continuó Markov—. A ti te ha tocado… Petula Kensington.

«Vaya», pensó Charlotte para sí. No mucho tiempo atrás se habría sentido muy celosa de que Petula le fuese asignada a otro que no fuese ella.

—¡Ciao! —CoCo agitó brevemente la mano a modo de despedida, tomó el bolso y se largó.

—Pam —prosiguió Markov—, Wendy Anderson es toda tuya.

—Menuda suerte —ironizó Prue con una carcajada.

—Prue —anunció Markov—. A ti te toca Wendy Thomas.

A punto estuvo Prue de tragarse la lengua al ver cómo Pam se llevaba el gato al agua. Las dos se echaron la mano a la cabeza, hicieron el símbolo de los cuernos y salieron de la sala.

—Con tantos problemas como hay en el mundo —rezó Charlotte con escepticismo—, seguro que hay algo más importante que podamos hacer que regresar para ayudar a unos críos de instituto malcriados con sus problemas amorosos.

—Pues no —contestó Markov, tajante—. En realidad no lo hay.

Charlotte y Eric eran los únicos que quedaban en la sala. Se sentían como un par de concursantes finalistas en un programa de cámara oculta. Aunque Charlotte tenía la sensación de que la suerte estaba echada, porque sabía lo que ocurriría a continuación. A ella le darían a Scarlet y a Eric le tocaría Damen. Era de lo más chocante, pensó, pero al menos iba a tener por fin la oportunidad de presentarle a Eric a dos de las personas más importantes de su pasado.

—Charlotte —leyó Markov—. Tu pareja será…

—Sí —canturreó ella expectante, mientras aplaudía de excitación.

—Damen Dylan.

Charlotte no cabía en sí de asombro. En otro tiempo se habría desmayado ante semejante notición. Pero ¿ahora? ¿Qué sentido podía tener todo aquello? Eric malinterpretó la expresión de asombro en su rostro y sintió que le sobrevenía una emoción desconocida: los celos.

—¿No es él la razón de que estés aquí? —azuzó Eric—. ¿El amor de tu vida?

Charlotte no podía articular palabra aún. Quedaba todavía una persona pendiente de asignar.

—Eric —remató Markov—. A ti te toca…

«Scarlet Kensington», articuló Charlotte a la vez que Markov.

flor