Viernes, 21 de abril de 1961

Hoy Flo volvió a casa. Vino colgada de mi cadera como un mono, toda envuelta en sonrisas. Cuando vio a la gorda de Marceline, se deslizó hasta el suelo y se puso a jugar con ella, como si no hubiera estado nunca en la casa de acogida para niños y en el hospital psiquiátrico; como si nunca hubiera garabateado con sangre, ni se hubiera lanzado contra la ventana, ni obligado a personas que eran amables por naturaleza a atarla.

Yo sigo desconcertada. ¿Habla? Entiende todo lo que le digo, y sin embargo todavía no he recibido el menor haz o impulso de comunicación telepática. Tenía la esperanza de que, una vez que hubiéramos regresado a casa y ella hubiera comprendido que su madre ya no formaba parte de su vida, eso habría cambiado. ¡Vaya estupidez! Ella había aceptado la muerte de su madre la noche misma en que había tenido lugar.

Los Werner resultaron ser un tesoro. Se ganan la vida haciendo reparaciones bajo mano y cobrando en efectivo. La experiencia me demostró que son tan hábiles para los trabajos manuales como Toby, así que llegamos a un arreglo. Les alquilé el piso de la planta baja con vistas a la calle gratis y les di bastante dinero en efectivo a cambio del trabajo que han estado haciendo y que continuarán haciendo por siempre jamás. Ahora, los cinco pisos del 17 de la calle Victoria tienen dos habitantes encargados de mantenerlos en buenas condiciones. Lerner Chusovich vive en mi antiguo piso por el mismo precio, porque así puede ahumar las anguilas en el patio de atrás sin que los vecinos se quejen. Ya no es de color rosa: a Lerner le gusta el contraste del color amarillo de la anguila ahumada con la carpintería negra.

Toby y yo descubrimos cómo instalar retretes en el piso que Jim y Bob comparten con Klaus. Le pediremos a los Werner que se ocupen de parte del piso de Klaus y parte del de Jimy Bob. Las puertas se abren hacia la escalera. Otto encontró la forma de instalar dos lavabos separados, pero habrá un solo cuarto de baño completo. Tendrán montones de agua caliente gracias al nuevo y gran equipo, un compartimento para la ducha y una bañera. Encontré unos azulejos decorados con periquitos, así que Klaus está eufórico. Por otro lado, la habitación de Toby es amplia, de manera que los Werner sólo tuvieron que ampliar el área de la cocina y colocar otro separador para ocultar el resultado. Los de la planta baja todavía tienen que salir corriendo al lavadero; cuando se ven muy apurados, Fritz y Otto suelen mear en la tierra que rodea el franchipán en el diminuto jardín que tenemos delante de La Casa, pero como el árbol ha mejorado notablemente gracias a la dieta rica en urea, decidí no decirles nada. Ahora tenemos tazones con flores perfumadas de franchipán flotando en agua sobre la mesa.

Aunque al principio no me atrevía, al final hice de tripas corazón y me mudé al piso que ocupaba la señora Delvecchio Schwartz. De todos modos, con la pintura nueva (casi toda rosa), las alfombras que puse en la sala y los dormitorios y algunos muebles decentes, le perdí el miedo. En todas las casas deben de haber sucedido cosas terribles alguna vez, y yo estoy empezando a sentir una extraña sensación de bienestar viviendo en el lugar que ella solía habitar. Solía habitar. Un tiempo verbal del que no se puede huir.

Todo esto suena como si el trabajo estuviera terminado, pero no es así. Va a llevar varios meses. Hay polvo de yeso por todas partes. Los retretes, las bañeras, los lavabos, las estufas, las duchas y los equipos de agua caliente están amontonados en los pasillos, y el patio de atrás está abarrotado de azulejos y baldosas. Los Werner lograron pasarlo todo a escondidas por el ventanal de su piso, que da a la galería del frente.

Estoy muy contenta ahora que mi ángel ha vuelto a casa.

También debería mencionar que mi vida amorosa se acomodó a las mil maravillas, o al menos así lo creo yo. Los fines de semana son de Toby. Nos vamos juntos a Wentworlh Falls y, en el futuro, Flo vendrá con nosotros. Al principio, Toby no estaba demasiado entusiasmado con la idea, pero le dije que si no íbamos las dos no iba ninguna. Así que puso mala cara y dijo que nos llevaría a ambas. Con respecto a Duncan, no está, digamos, demasiado contento.

Los martes y jueves por la noche son de Duncan. Llegó a un acuerdo con la esposa, que sufre de un terrible caso de Maldición Harriet Purcell. No tiene caspa, ni aftas incurables, aunque ha desarrollado una neuropatía en la pierna (no es mortal, pero le hace la vida imposible). Creo que Duncan quedó un tanto consternado por mi falta total de compasión hacia ella. Sin embargo, supongo que debo hacer algunas concesiones, dado que vivieron juntos durante quince años; por eso dije a Duncan que le transmitiera el siguiente mensaje de mi parte: si se comporta de manera decente y comprensiva y no envenena a sus hijos con mentiras sobre su padre, anularé la maldición. No puede jugar al tenis, tiene que caminar con bastón y entre la corticotropina que le recetaron y la falta de ejercicio, su peso se pondrá por las nubes. Lleva zapatillas acordonadas con medias de goma para evitar el edema y pronto tendrá que usar ropa de talla extra grande. Jo, jo, jo, jo.

Con respecto a John Prendergast, todavía no estoy segura. La fortaleza sigue en pie. Por más que él lo niegue rotundamente, sospecho que, en cierto sentido, me considera como una paciente con algún tipo de psicopatía extraña. Ése es el problema de los psiquiatras, nunca dejan de trabajar del todo. Probablemente, también analice su propia actuación en la cama. Así que, de vez en cuando, dejo que me invite a cenar y lo llevo a pasear diez veces alrededor del arbusto de moras.