Viernes, 24 de marzo de 1961

Esta tarde sucedió algo extraño. Cuando sonó el timbre, poco después de las seis, fui a abrir la puerta porque ninguno de los hombres estaba en casa. Allí, en la galería, estaba Madama Fuga, del 17d. ¡Oh, Dios! ¿Cómo se llama?

—Qué alegría verla —dije por ser sociable.

—A mí también me alegra verte, querida —murmuró.

—¿Le apetece pasar a tomar una taza de café?

Respondió que no, que tenía que regresar al piso de al lado antes de que comenzara la hora más ajetreada del negocio, pero que se preguntaba si… ummmm… teníamos… ummmm… planes para las habitaciones que habían quedado libres.

—Algunas de mis muchachas estarían interesadas —concluyó.

¡Qué raro! En ese preciso instante, llegaron Jim y Bob en su Harley Davidson y se quedaron conmigo, mientras yo explicaba a la madama que el Síndico Público tenía pleno control sobre todas las cosas y que todavía no sabíamos cuándo planeaban alquilar las habitaciones vacías.

—¡Malditas viejas! —exclamó y se marchó dejando en el aire un fuerte aroma a Joy de Patou.

—El negocio debe de ir muy bien —dije a Jim—. Tengo entendido que ese perfume es más caro que los diamantes y las trufas.

—Bueno, también llevaba varios diamantes. ¿O crees que esos pendientes y colgantes estaban hechos con vidrio de botella? —respondió Jim.

—No es justo, ¿verdad? —preguntó Bob algo nostálgica—. Las niñas buenas como tú y yo, con suerte, recibimos una caja de bombones baratos.

Me sostuve boquiabierta del picaporte de la puerta.

—¡Bob! ¿Estás insinuando que Jim te regala una caja entera de bombones?

Bob lanzó una mirada lasciva dejando al descubierto sus colmillos de Drácula.

—Jim me ama.

—Bueno, yo estoy pensando seriamente en pedir a Madama Fuga que me dé algunos consejos para iniciarme en el negocio —comenté—. ¡Es una buena forma de ganarse la vida decentemente (huy, quiero decir, indecentemente) en casa! Además, Flo tendría un millón de tíos.

Jim fruncía el ceño, pero no por las bromas.

—¿Sabes, Harry? Lo que acaba de hacer la madama es muy extraño. Estoy segura de que sabe perfectamente que alquilar las habitaciones no depende de nosotros. Me pregunto qué querría realmente.

—No tengo la menor idea —respondí.

De pronto, Bob se echó a reír.

—¿Qué dirían las del Departamento de Protección de Menores si supieran lo que sucede en el 17b y el 17d? ¡Uhhhhhh!

Ya lo saben, de eso no cabe duda; lo saben. De todos modos, Jim tenía razón, la visita de Madama Fuga era de lo más extraña. ¿Qué andaría buscando? Aunque sospecho que las del Departamento de Protección de Menores no quedaron tan impresionadas por los burdeles como cuando la señora Arf-Arf vino de visita por segunda vez y vio el falo alado bordado en la parte interna del muslo del pantalón de Jim. En cambio, sí había quedado boquiabierta al ver a Lady Richard apoyada sobre el brazo de Jim. Lady Richard fue la única de nosotros que adoptó el luto tradicional y formal por la señora Delvecchio Schwartz. Todavía se viste de negro, pero ya anunció que en breve volverá a vestirse de lila y gris. E incluso, si la ocasión lo requiere, de blanco.