Anoche tuvimos una pequeña crisis con Willie. Es propio de mamá insistir en rescatar a este pichón de cacatúa de la calle Mudgee para traerlo a casa y cuidarlo. Willie estaba tan escuálido y decaído que mamá empezó a alimentarlo con un cuentagotas, dándole leche tibia mezclada con un poco del brandy medicinal que tenemos para cuando la abuela tiene uno de sus achaques. Luego, como su pico todavía no estaba lo suficientemente fuerte para partir semillas, pasó a las gachas de avena mezcladas con brandy. Así, gracias a estos cuidados, Willie fue creciendo hasta convertirse en un ave espléndida, gorda y blanca, con un penacho de plumas amarillo y el pecho robusto. Mamá siempre lo ha alimentado con su mezcla de avena y brandy en el último platito decorado con conejos que nos queda de cuando yo era pequeña. Pero ayer a mamá se le rompió el platito, y entonces le sirvió la cena en uno de un verde repugnante. Willie miró el plato, lo tiró furiosamente al suelo con la cena recién servida, y se volvió loco: comenzó a chillar con tanta estridencia y de forma tan sostenida que todos los perros de Bronte su unieron a él aullando desesperadamente. Al final papá recibió una visita de la poli, que llegó en furgón.
Supongo que tantos años leyendo novelas policíacas han aguzado mi capacidad de deducción, porque después de una espantosa noche escuchando el chillido incesante de una cacatúa y los aullidos de una jauría de perros, caí en la cuenta de dos cosas. Primero, las cacatúas son lo bastante listas como para distinguir un platito con conejitos saltarines pintados en el borde de un plato verde repugnante. Segundo, Willie es alcohólico. Cuando vio el nuevo platito, concluyó que habían decidido dejar de darle su avena con brandy y se enfadó; de ahí el jaleo que armó.
Por fin esta tarde, cuando llegué a casa de regreso del trabajo, se había restablecido la paz. Había tomado un taxi a la hora del almuerzo para ir a comprar un platito nuevo decorado con conejos. También tuve que comprar la taza, ¡me gasté dos libras y inedia! Pero, aunque sean mis hermanos mayores, Gavin y Peter son buenos escultistas y cada uno de ellos contribuyó con un tercio del gasto; así que no ha sido para tanto. ¡Vaya tontería! ¿no? Pero mamá está enamorada de ese pájaro chiflado.