La búsqueda de la tercera alternativa es un cambio de paradigma importante, que desplaza a la mentalidad dicotómica de «O esto o aquello». La diferencia en los resultados es muy grande.
¿Cuánta energía negativa se consume por lo general cuando las personas tratan de resolver problemas o tomar decisiones en una realidad interdependiente? ¿Cuánto tiempo se dedica a «confesar» los pecados de los otros, al politiqueo, la rivalidad, los conflictos interpersonales, la protección de la propia retaguardia, la lucha por el dominio y las profecías destructivas? Es como conducir un automóvil con un pie en el acelerador y el otro en el freno.
Y en lugar de retirar el pie del freno, la mayor parte de la gente aprieta más el acelerador. Trata de aplicar más presión, más elocuencia, más información lógica para fortalecer su posición.
El problema consiste en que personas altamente dependientes están tratando de tener éxito en una realidad interdependiente. Ellas dependen de la fuerza que obtienen de su posición y procuran una salida del tipo gano/pierdes, o bien ceden a su necesidad de ser populares y caer simpáticas, y su salida es del tipo pierdo/ganas. Pueden hablar de la técnica de ganar/ganar, pero en realidad no quieren escuchar, quieren manipular. Y la sinergia no prospera en ese ambiente.
Las personas inseguras piensan que toda la realidad puede ser dócil a sus paradigmas. Tienen una gran necesidad de convertir a los otros en clones, de moldearlos con su propio pensamiento. No comprenden que la fuerza misma de la relación reside en que en ella se cuenta con otro punto de vista. Igualdad no es identidad, la uniformidad no es la unidad. La unidad o la identidad suponen complementariedad, no igualdad. La igualdad no es creativa… y es aburrida. La esencia de la sinergia consiste en valorar las diferencias.
He llegado a creer que la clave de la sinergia interpersonal es la sinergia intrapersonal, es decir, la sinergia interior de cada persona. El corazón de la sinergia intrapersonal está contenido en los principios de los primeros tres hábitos, que proporcionan una seguridad interior suficiente como para asumir los riesgos de ser abierto y vulnerable. Mediante la internalización de esos principios, desarrollamos la mentalidad de abundancia de ganar/ganar y la autenticidad del quinto hábito.
Uno de los resultados más prácticos de centrarse en principios consiste en que ello nos totaliza, nos integra por completo. Las personas profundamente programadas con un pensamiento lógico, verbal, de hemisferio izquierdo, descubrirán lo totalmente inadecuado que es ese pensamiento para resolver problemas que requieren mucha creatividad. Toman conciencia e inician un nuevo guión con su hemisferio derecho. No se trata de que antes su hemisferio derecho no existiera: estaba adormecido. Los músculos no estaban desarrollados, tal vez sólo atrofiados desde la primera infancia, como consecuencia del fuerte énfasis puesto en el cerebro izquierdo, propio de la educación formal o la programación social.
Cuando una persona tiene acceso al hemisferio derecho, intuitivo, creativo y visual, y también al hemisferio izquierdo, analítico, lógico, opera con la totalidad de su cerebro. En otras palabras, hay sinergia psíquica en nuestra propia cabeza. Y esta herramienta se adecúa mejor a la realidad de la vida, porque la vida no es sólo lógica, es también emocional.
En una oportunidad yo conducía un seminario titulado «Administre con la izquierda, lidere con la derecha» en una empresa de Orlando, Florida. Durante la pausa, el presidente de la compañía se me acercó y me dijo: «Stephen, esto me intriga. Pero he estado pensando en este material más en función de su aplicación a mi matrimonio que a mi empresa. Mi mujer y yo tenemos un verdadero problema de comunicación. ¿No querría usted almorzar con nosotros y tener la amabilidad de observar cómo nos comunicamos?».
«Hagámoslo», le contesté.
Al sentarnos a la mesa intercambiamos algunas bromas. Después el hombre se volvió hacia la esposa y le dijo: «Querida, he invitado a Stephen para ver si puede ayudarnos en nuestra comunicación recíproca. Sé que piensas que yo debería ser más sensible y considerado. ¿Podrías dar algún ejemplo de lo que tú crees que yo debería hacer?». Su hemisferio izquierdo dominante quería hechos, cifras, ejemplos concretos, partes.
«Bien, como te he dicho antes, no es nada específico. Se trata más bien de una sensación general que tengo sobre las prioridades.» Su hemisferio derecho dominante abordaba la sensación y la Gestalt, el todo, la relación entre las partes.
«¿Qué quieres decir con "una sensación general sobre las prioridades"? ¿Qué es lo que quieres que yo haga? Dame algún ejemplo específico que yo pueda manejar.»
«Bien, es sólo un sentimiento.» Su hemisferio derecho operaba con imágenes, sentimientos intuitivos. «Simplemente no creo que nuestro matrimonio sea tan importante para ti como me dices que es.»
«¿Qué puedo hacer para que se vuelva más importante? Dame algo concreto y específico para continuar.»
«Es difícil decirlo con palabras.»
En ese punto, él me lanzó una mirada como diciendo: «Stephen, ¿podría usted soportar este mutismo en su matrimonio?».
«Querida», le respondió a ella, «ése es el problema contigo. Y es el problema con tu madre. En realidad, es el problema con todas las mujeres que conozco.»
Después empezó a interrogarla como para obtener una especie de declaración legal.
«¿Vives donde quieres vivir?»
«No se trata de eso», suspiró la mujer. «No es eso en absoluto.»
«Lo sé», respondió él con una paciencia forzada. «Pero puesto que no quieres decirme exactamente qué es, supongo que el mejor modo de descubrirlo consiste en descubrir lo que no es. ¿Vives donde quieres vivir?»
«Supongo que sí.»
«Querida, Stephen va a estar aquí sólo unos pocos minutos para tratar de ayudarnos. Responde con un rápido "sí' o "no". ¿Vives donde quieres vivir?»
«Sí.»
«Muy bien. Este tema está resuelto. ¿Tienes las cosas que quieres tener?»
«Sí.»
Esto siguió un tiempo más. Yo advertí que no conducía a ningún sitio, de modo que intervine y dije: «¿Es así como funciona su relación?».
«Día tras día, Stephen», respondió él.
«Ésta es la historia de nuestro matrimonio», volvió a suspirar ella.
Los miré a ambos, y se me ocurrió que eran dos medios cerebros que vivían juntos. «¿Tienen hijos?», les pregunté.
«Sí, tenemos dos.»
«¿En serio?», insistí con incredulidad. «¿Cómo lo han hecho?»
«¿Qué quiere decir que cómo lo hicimos?»
«¡Han sido sinérgicos!», exclamé. «Uno más uno habitualmente es igual a dos. Pero ustedes hicieron que uno más uno fuera igual a cuatro. Ahora bien, eso es sinergia. El todo es más que la suma de sus partes. Así que, ¿cómo lo hicieron?»
«Usted sabe cómo lo hicimos», me contestó el hombre.
«¡Seguramente valoraron las diferencias!», fue mi comentario.