Sinergia en el aula

Como maestro, he llegado a creer que todo curso verdaderamente inteligente oscila al borde del caos. La sinergia demuestra si los alumnos están o no abiertos al principio de que el todo es más que la suma de sus partes.

A veces ni el maestro ni los alumnos están seguros de lo que va a suceder. Al principio hay un ambiente seguro que permite a la gente abrirse realmente y aprender a escuchar las ideas de los otros. Después empieza el brainstorming, la aportación profusa de los diversos puntos de vista, en la cual el espíritu de evaluación se subordina al espíritu de creatividad, a la imaginación y al establecimiento de redes intelectuales. Entonces comienza a producirse un fenómeno absolutamente inusual. Toda la clase se transforma con el estímulo de un nuevo ímpetu, una nueva idea, una nueva dirección que es difícil de definir, pero que resulta casi palpable para los participantes.

La sinergia es casi como si un grupo estuviera de acuerdo colectivamente en subordinar viejos guiones y redactar uno nuevo.

En cierta oportunidad yo enseñaba en la universidad filosofía y estilo del liderazgo. Habían pasado tres semanas del semestre cuando, en medio de una exposición, alguien empezó a relatar experiencias personales muy poderosas, a los mismos tiempos emocionales y perspicaces. La clase compartió un espíritu de humildad y respeto: respeto por aquel individuo y aprecio por su coraje.

Ese espíritu se convirtió en un terreno fértil para un esfuerzo sinérgico y creativo. Algunos empezaron a sacar partido de él, compartiendo ciertas experiencias y comprensiones, e incluso dudas acerca de sí mismos. El espíritu de confianza y seguridad impulsó a muchos a abrirse extremadamente. En lugar de exponer lo que habían preparado, se basaron en las ideas y comprensiones de los otros, y comenzaron a crear todo un nuevo libreto en cuanto a lo que podía significar esa clase.

Yo quedé profundamente implicado en el proceso. Fue tan mágico y creador que me sentí casi magnetizado. Y gradualmente fui aflojando mi compromiso con la estructura de la clase, totalmente sensibilizado a las nuevas posibilidades. No se trataba sólo del vuelo de la fantasía; existía una sensación de madurez, estabilidad y sustancia que trascendía enormemente el plan y la estructura antiguos.

Abandonamos los viejos compendios, los libros de texto comprados y todos los planes de exposición, y abordamos nuevos propósitos, proyectos y asignaciones de tareas. Lo que estaba sucediendo nos estimuló tanto, que más o menos tres semanas después todos experimentamos el abrumador deseo de compartirlo con otros.

Decidimos escribir un libro que contuviera lo que habíamos aprendido y comprendido sobre el tema de nuestro estudio: los principios del liderazgo. Cambiaron las asignaciones de tareas, se emprendieron nuevos proyectos, se formaron nuevos equipos. Todos los participantes trabajaron mucho más que lo que lo habrían hecho en la estructura original de la clase, y por un conjunto de razones totalmente distintas.

De esta experiencia emergió una cultura extremadamente singular, cohesiva y sinérgica que no concluyó con el semestre. Miembros de esa clase siguieron reuniéndose durante años.

Incluso hoy en día, muchos años después, solemos vernos, hablamos sobre la experiencia e intentamos describir lo que sucedió y por qué.

Una de las cosas interesantes para mí fue el poco tiempo que transcurrió hasta que apareció la confianza suficiente como para crear esa sinergia. Entiendo que en gran medida se debió a que los participantes eran relativamente maduros. Estaban en el semestre final del último año, y me parece que aspiraban a algo más que a otra buena experiencia en el aula. Tenían hambre de algo nuevo y estimulante, algo verdaderamente significativo que ellos pudieran crear. En su caso, se trataba de «una idea cuyo tiempo había llegado».

Además, la química fue correcta. Yo sentí que experimentar la sinergia era más poderoso que hablar sobre ella, que producir algo nuevo era más significativo que limitarse a leer un texto anterior.

Yo también (me parece que como la mayoría de las personas) he pasado por momentos casi sinérgicos, suspendidos al borde del caos, y por alguna razón caí en él. Lamentablemente, ciertas personas que han padecido esas experiencias suelen entrar en otras nuevas con ese fracaso en mente. Se defienden de la sinergia y se sustraen a ella.

El caso es análogo al que los administradores que establecen nuevas reglas y regulaciones basadas en los abusos de unas pocas personas de la organización, limitando de este modo la libertad y las posibilidades creativas de muchos otros. Algo parecido hacen también los socios comerciales que imaginan los peores guiones posibles y los redactan en lenguaje legal, anulando todo espíritu de creatividad y empresa, y toda posibilidad de sinergia.

Recordando muchas experiencias de asesoramiento y educación de ejecutivos, puedo decir que los puntos destacados fueron casi siempre sinérgicos. Por lo general había un momento inicial que requería un considerable coraje, tal vez al pasar a ser extraordinariamente auténticos, al afrontar alguna verdad interior sobre el individuo, la organización o la familia que realmente necesitaba expresarse, pero cuya expresión exigía una combinación de considerable coraje y genuinos deseos de expresarla. Entonces los otros también se volvían auténticos, abiertos y sinceros, y se iniciaba el proceso de la comunicación sinérgica. Por lo general iba aumentando la creatividad, y terminaba con comprensiones y planes que nadie había anticipado al principio.

Como ha enseñado Cari Rogers, «Lo más personal es lo más general». Cuanto más auténtico se vuelve uno, cuanto más auténtico es en su expresión, particularmente acerca de las experiencias personales e incluso de las dudas sobre sí mismo, tanto más las personas pueden relacionarse con esa expresión, y a su vez se sienten más seguras para expresarse. Esa expresión se vierte sobre el espíritu de la otra persona, y se produce una auténtica empatia creadora, que origina nuevas comprensiones y aprendizajes, y una sensación de entusiasmo y aventura que mantiene el proceso en marcha.

Entonces las personas empiezan a interactuar entre sí casi con medias palabras, a veces incoherentes, pero cada uno capta con mucha rapidez lo que quiere decir el otro. Se abren mundos enteramente nuevos de comprensión, nuevas perspectivas, nuevos paradigmas que permiten elegir nuevas alternativas, y se piensa sobre todo ello. Aunque ocasionalmente esas nuevas ideas quedan en el aire, por lo general llegan a cierta conclusión práctica y útil.