Existen básicamente dos tipos de delegación: la «delegación en recaderos» y la «delegación en encargados». La delegación en recaderos significa «Vaya a buscar esto, vaya a buscar aquello, haga esto, haga aquello, y avíseme cuando esté hecho». La mayoría de las personas que son productores tienen un paradigma de delegación en recaderos. ¿Recuerda el lector a los macheteros de la selva? Ellos son los productores. Se arremangan y hacen el trabajo. Aunque se les coloque en una posición de supervisión o administración, siguen pensando como productores. No saben cómo realizar una delegación completa, de modo que otra persona se comprometa a obtener resultados. Al estar centrados en los métodos, ellos mismos se hacen responsables de los resultados.
Una vez caí en la trampa del recadero, cuando nuestra familia fue a practicar esquí acuático. Mi hijo, un esquiador excelente, iba arrastrado por la lancha que conducía yo. Le pasé la cámara fotográfica a Sandra y le dije que tomara algunas fotos.
Primero le pedí que tratara de ser selectiva, porque nos quedaba poca película. Al caer en la cuenta de que no estaba familiarizada con la cámara, fui un poco más específico. Le indiqué que esperara a tener el sol delante de la lancha, y a que nuestro chico estuviera en alguna postura más espectacular.
Pero cuanto más pensaba en la escasez de película y en su inexperiencia, más me preocupaba. Finalmente le dije: «Mira, Sandra, aprieta el botón cuando yo te diga, ¿de acuerdo?». Y me pasé los minutos siguientes gritándole «¡Ahora!… ¡Ahora!… ¡Ahora no!… ¡Ahora no!». Tenía miedo de que si no la dirigía segundo tras segundo el resultado fuera malo.
Ésa fue una verdadera «delegación en recaderos», una supervisión de los métodos uno por uno. Muchas personas delegan sistemáticamente de ese modo. Pero, ¿cuánto se consigue realmente? ¿Y cuántas personas se pueden supervisar o controlar cuando hay que participar en cada uno de los movimientos que hacen?
Existe un camino mucho mejor, un modo más efectivo de delegar. Y se basa en un paradigma de apreciación de la autoconciencia, la imaginación, la conciencia moral y la voluntad libre de los demás.