Dos maneras de utilizar el cerebro derecho

Si tomamos como modelo la teoría del predominio cerebral, resulta evidente que la calidad de nuestra primera creación se verá influida significativamente por la aptitud que tengamos para utilizar nuestro cerebro derecho, el creativo. Cuanto más podamos servirnos de la capacidad del hemisferio derecho, más acabadamente podremos visualizar, sintetizar y trascender el momento y las circunstancias presentes, proyectar una imagen holística de lo que queremos hacer y ser en la vida.

Ampliar la perspectiva

A veces una experiencia imprevista desactiva el ambiente y las pautas de pensamiento del cerebro izquierdo, y pone en funcionamiento el hemisferio derecho. La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, un revés económico o la adversidad extrema pueden determinar que hagamos un alto en el camino, echemos una mirada a nuestra vida, y nos formulemos algunas preguntas difíciles: «¿Qué es lo realmente importante?», «¿Por qué estoy haciendo lo que hago?».

Pero si uno es proactivo, no tiene que esperar que las circunstancias u otras personas creen experiencias que amplíen la perspectiva. Uno puede crear conscientemente su propia perspectiva.

Hay algunas maneras de hacerlo. Por medio del poder de la imaginación se puede visualizar el propio funeral, como hicimos al comienzo de este capítulo. Se puede escribir el propio elogio póstumo. Redacte realmente el suyo. Sea específico.

El lector puede visualizar sus bodas de plata y después sus bodas de oro. Haga que su cónyuge las visualice con usted. Trate de captar la esencia de la relación familiar que quiere crear por medio de su dedicación cotidiana durante períodos de veinticinco y cincuenta años.

También se puede visualizar la jubilación. ¿Qué aportaciones, qué logros querrá haber realizado en su campo? ¿Qué planes tendrá para después de jubilarse? ¿Iniciará una segunda carrera?

Amplíe su mente. Visualícelo todo con riqueza de detalles. Abarque tantos sentimientos y emociones como le resulte posible. Implique en ello todos los sentidos que pueda.

Yo he realizado ejercicios de visualización de este tipo en algunas de mis clases universitarias. «Supongamos que sólo les queda un semestre de vida», les digo a mis alumnos, «y que ese semestre tienen que pasarlo en la escuela como buenos alumnos. Visualicen de qué modo lo pasarían.»

De pronto todas las cosas aparecen situadas en una perspectiva diferente. Pronto surgen a la superficie ciertos valores que antes ni siquiera se reconocían.

También pedía a los estudiantes que vivieran con esa perspectiva ampliada durante una semana, y que llevaran un diario de sus experiencias.

Los resultados son muy reveladores. Los jóvenes empezaron por escribir a sus padres, diciéndoles cuánto los querían y apreciaban. Se reconciliaban con algún hermano, hermana o amigo, con quien las relaciones estaban deterioradas.

El tema dominante y central de sus actividades, el principio subyacente, era el amor. La futilidad de la crítica (tal vez incluso desleal), de los malos pensamientos, las culpas y las acusaciones, se hace muy evidente cuando se piensa que sólo nos queda muy poco tiempo de vida. Los principios y los valores se ponen entonces más de manifiesto para todo el mundo.

Hay algunas técnicas que, empleando la imaginación, pueden ponernos en contacto con nuestros valores. Pero el efecto final de todas las que he probado es el mismo. Cuando las personas intentan seriamente identificarse con lo que en realidad más les importa en sus vidas, lo que realmente quieren ser y hacer, se vuelven muy reverentes. Su pensamiento empieza a ir más allá del día de hoy y el día de mañana.

Visualización y afirmación

El liderazgo personal no consiste en una sola experiencia. No empieza y termina con la redacción de un enunciado de la misión personal. Se trata más bien de un proceso que consiste en mantener en mente la propia visión y los propios valores, y en organizar la vida para que sea congruente con las cosas más importantes. Y en ese esfuerzo, la poderosa capacidad del cerebro derecho puede ser de mucha ayuda para el trabajo cotidiano tendente a integrar en la vida el enunciado de la misión personal. Se trata de otra aplicación del «empezar con un fin en mente».

Volvamos ahora a un ejemplo anterior. Supongamos que soy un padre que ama profundamente a sus hijos. Supongamos que identifico ese hecho como uno de los valores fundamentales de mi enunciado de la misión personal. Pero supongamos también que en mi conducta diaria tengo problemas porque reacciono en términos desmesurados.

Puedo emplear el poder de visualización de mi cerebro derecho para redactar una «afirmación» que me ayude a ser más congruente con los valores más profundos de mi vida cotidiana.

Una buena afirmación tiene cinco características básicas: es personal es positiva, está en tiempo presente, es visual y es emocional. De modo que yo podría escribir algo como «Sería profundamente satisfactorio (aspecto emocional) para mí (aspecto personal) responder a partir de ahora (tiempo presente) con sabiduría, amor, firmeza y autocontrol (aspecto positivo) cuando mis hijos se portaran mal».

Después se puede visualizar esa afirmación. Puedo dedicar unos minutos por día a relajar totalmente el cuerpo y la mente. Puedo pensar en situaciones en las que mis hijos se porten mal. Puedo visualizarlas con riqueza de detalles, sentir la textura de la silla en la que podría estar sentado, el suelo bajo mis pies, el jersey que llevo puesto. Veo el vestido de mi hija, la expresión de su rostro. Cuanto más vivida y claramente pueda imaginar los detalles, más profunda será mi experiencia, y en menor medida me encontraré ante ella como simple espectador.

Entonces puedo visualizar que la niña hace algo muy específico que me saca de mis casillas y me provoca un estallido de mal genio. Pero en lugar de mi respuesta normal, puedo verme conduciendo la situación con todo el amor, el poder y el autocontrol que he expresado en mi afirmación. Puedo escribir el programa, el guión, en armonía con mis valores, con el enunciado de mi misión personal.

Si lo hago día tras día, mi conducta cambiará. En lugar de vivir los guiones que inscribieron en mí mis propios padres, la sociedad, mi herencia genética o mi ambiente, viviré el guión que yo mismo haya redactado a partir de mi propio sistema de valores, que yo mismo haya elegido.

He empleado ampliamente este proceso de afirmación con mi hijo Sean, en su carrera en el fútbol americano. Empezamos cuando él jugaba de medio en la escuela media, y finalmente le enseñé a hacerlo por sí mismo.

Primero tratábamos de que entrara en un estado mental relajado mediante ejercicios de respiración profunda y una técnica de relajación muscular progresiva, de modo que se tranquilizara interiormente. Entonces le ayudaba a visualizarse directamente en el calor de las más tensas situaciones imaginables.

Imaginaba una gran ofensiva relámpago que avanzaba hacia él rápidamente. Tenía que advertir esa ofensiva y responder a ella, imaginarse avisando a la línea de defensa y organizando una jugada sin ningún tipo de dudas. Se veía en opciones en las que normalmente no pensaba.

En un momento de su carrera de futbolista me dijo que se encontraba en una tensión continua. Mientras hablábamos comprendí que estaba visualizando la tensión. De modo que trabajamos visualizando la relajación en medio de circunstancias de gran presión. Descubrimos que la naturaleza de la visualización es muy importante. Si uno visualiza lo que no corresponde, los resultados serán malos.

El doctor Charles Garfield ha realizado amplias investigaciones sobre personas con alto rendimiento en atletismo y en las empresas. Le fascinó el alto rendimiento en el programa de la NASA, mientras observaba a los astronautas ensayarlo todo, una y otra vez, en un ambiente simulado, antes de su lanzamiento al espacio. Aunque tenía un doctorado en matemáticas, decidió volver atrás y obtener otro doctorado en filosofía en el campo de la psicología, y estudiar las características de las personas con rendimiento alto.

Una de las principales cosas que demostró su investigación fue que casi todos los atletas internacionales y otros sujetos de rendimiento alto son visualizadores. Lo ven, lo sienten, lo experimentan antes de hacerlo realmente. Empiezan con un fin en mente.

El lector puede hacer esto en todas las áreas de su vida. Antes de cualquier tarea, de una presentación de ventas, un encuentro difícil o del desafío cotidiano de alcanzar una meta, véala con claridad y vividez, de modo inexorable, una y otra vez. Cree una «zona cómoda» interior. Después, cuando entre en la situación, no le resultará extraña. No le provocará temor.

Su cerebro derecho creativo y visual es uno de sus bienes más importantes, tanto para la redacción de su enunciado de la misión personal como en el esfuerzo de integrar ese enunciado en la vida.

Hay muchos libros y grabaciones de audio y vídeo que abordan este proceso de visualización y afirmación. Algunos de los más recientes desarrollos en este campo son, por ejemplo, la programación subliminal, la programación neurolingüística, y nuevas formas de relajación y métodos de hablar con uno mismo. Todo esto supone la explicación, la elaboración y diferentes formas de presentación de los principios fundamentales de la primera creación.

Mi revisión de la bibliografía sobre el éxito me puso en contacto con centenares de libros sobre el tema. Aunque algunos presentan afirmaciones extravagantes y reposan en pruebas anecdóticas (más que científicas), creo que la mayor parte de ese material es fundamentalmente sano. En general parece provenir originalmente del estudio de la Biblia por parte de muchos individuos.

En el liderazgo personal efectivo, las técnicas de visualización y afirmación surgen naturalmente de un fundamento mental bien conocido, a través de propósitos y principios que pasan a ser el centro de la vida individual. Son extremadamente poderosas para reescribir los guiones y la reprogramación, para sellar un compromiso profundo con ciertos propósitos y principios, en la mente y el corazón. Creo que todas las religiones perdurables de la sociedad se basan en los mismos principios y prácticas esenciales, revestidos con diferentes lenguajes: meditación, oración, alianzas, ritos, estudio de las escrituras, empatia, compasión y muchas formas diferentes del uso de la conciencia y la imaginación.

Pero si estas técnicas se convierten en partes de la ética de la personalidad y se las separa de una base de carácter y principios, pueden ser objeto de abuso y mala utilización al servicio de otros centros, primordialmente del centro de uno mismo.

La afirmación y la visualización son formas de programación, y debemos tener la seguridad de que no estamos sometiéndonos a una programación no armónica con nuestro centro básico, o proveniente de fuentes centradas en ganar dinero, en el propio interés, o en cualquiera otra cosa que no sea el principio correcto.

La imaginación puede utilizarse para lograr el éxito efímero que se obtiene cuando una persona se centra en las ganancias materiales o en «el partido que puedo sacar de esto». Pero creo que el empleo superior de la imaginación está en armonía con el uso de la conciencia moral para trascenderse a uno mismo y crear una vida de servicio basada en un propósito único y en los principios que gobiernan la realidad interdependiente.