El proceso de la autorrenovación debe incluir la renovación equilibrada en las cuatro dimensiones de nuestra naturaleza: la física, la espiritual, la mental y la social/emocional.
Aunque la renovación en cada una de las dimensiones es importante, sólo alcanza efectividad óptima cuando las abordamos conjuntamente, de un modo sensato y equilibrado. El descuido de cualquier área afecta negativamente a las restantes.
He descubierto que esto es tan cierto respecto de las organizaciones como de las vidas individuales. En una organización, la dimensión física se expresa en términos económicos. La dimensión mental o psicológica tiene que ver con el reconocimiento, el desarrollo y el empleo del talento. La dimensión social/emocional es la de las relaciones humanas y el modo en que se trata a la gente. Y la dimensión espiritual se refiere a la búsqueda de un sentido en el propósito o aportación y en la integridad de la organización.
Cuando una organización descuida una o más de estas áreas, el todo resulta negativamente afectado. La energía creadora que podría generar una enorme sinergia positiva se utiliza en cambio para luchar contra la organización, y se convierte en fuerzas restrictivas que obstaculizan el crecimiento y la productividad.
He encontrado organizaciones cuyo único impulso es el económico: ganar dinero. Por lo general no dan publicidad a ese propósito. A veces incluso dan publicidad a algún otro. Pero, en sus corazones, lo único que desean es ganar dinero.
En estos casos encuentro también una gran sinergia negativa en la cultura, que genera, por ejemplo, rivalidades entre los departamentos o una comunicación defensiva o autoprotectora, politiqueo o intentos de lograr poder a expensas de los otros. Sin ganar dinero es imposible prosperar, pero ésa no es una razón suficiente para la existencia de la organización. No podemos vivir sin respirar, pero no vivimos para respirar.
En el otro extremo del espectro, he visto organizaciones que se centran casi exclusivamente en la dimensión social/emocional. En cierto sentido constituyen una especie de experimento social y su sistema de valores no incluye ningún criterio económico. No miden ni calibran su efectividad, y como consecuencia pierden toda eficiencia y finalmente se vuelven inviables en el mercado.
He hallado organizaciones que llegan a desarrollar tres de las cuatro dimensiones: pueden tener buenos criterios en cuanto a servicio, economía y relaciones humanas, pero no están realmente comprometidas en identificar, desarrollar, utilizar y reconocer el talento de las personas. Y si estas fuerzas psicológicas son ignoradas, el estilo resultante será una autocracia benévola; la cultura reflejará diferentes formas de resistencia colectiva, tendencia a los enfrentamientos, excesivo cambio de personal, y otros problemas culturales profundos y crónicos.
La efectividad organizacional así como también la individual requieren el desarrollo y la renovación de las cuatro dimensiones de un modo sensato y equilibrado. El descuido de cualquier dimensión origina la resistencia de un campo de fuerzas negativo contrario a la efectividad y el crecimiento. Las organizaciones y los individuos que reconocen las cuatro dimensiones en su enunciado de la misión crean un marco poderoso para la renovación equilibrada.
Este proceso de perfeccionamiento continuo es el sello del «movimiento de la calidad total» y la clave del poder económico del Japón.