L calor se fue, y con la noche vino la lluvia. Valquiria se sentó en el muelle, con el abrigo manchado y mojado. No era su abrigo negro, el que le salvaba la vida. Este era azul oscuro, y tenía una capucha que ella ya se había puesto. Sus vaqueros estaban empapados. Pero no le importaba.
Habían pasado dos días desde que se había enfrentado al barón Vengeus y al grotesco en el hospital de Clearwater y, a pesar de la ciencia mágica de Kenspeckle, Valquiria seguía dolorida. El corte de su mejilla había cicatrizado sin dejarle marca, y todos los demás moratones y raspaduras habían desaparecido, pero su cuerpo estaba entumecido y cansado. Estaba viva, así que, cuando algo le dolía, no se quejaba, solo se sentía agradecida por ser capaz de sentir algo.
Haggard estaba en silencio y durmiendo. El mar rompía contra el muelle, como si estuviera intentando arrancarlo, quizá agarrarlo y llevárselo a las profundidades. El aire era fresco, y ella respiró profunda y lentamente durante un rato. No cerró los ojos. Mantuvo la mirada en el agua del mar hasta que oyó el coche.
El Bentley se detuvo y se apagaron sus luces. Skulduggery salió, caminó hasta ella mientras la brisa mecía su abrigo. La lluvia caía sobre el ala de su sombrero y chorreaba por sus hombros.
—¿Todavía estás vigilando? —le preguntó él.
Valquiria se encogió.
—No todos los vampiros de Dusk fueron infectados a la vez. Puede que hubiera un par de ellos recientemente infectados, y a los que el agua no matara. Si nada me ataca antes de esta noche, entonces ya sabré que están todos muertos.
—¿Y luego te dormirás?
—Lo prometo —levantó la mirada hacia él—. ¿Cómo está tu brazo?
El le enseñó su mano derecha y movió los dedos, cubiertos por el guante.
—En su sitio y volviendo a la normalidad, gracias a Kenspeckle. Han sido unos días muy duros.
—Desde luego que sí.
—¿Has visto a Tanith?
Valquiria asintió.
—Vino antes, de camino al aeropuerto. Me dijo que Bliss se estaba haciendo cargo del grotesco.
—Haciéndose cargo, troceándolo en sus componentes originales, picándolo bien, quemándolo y esparciendo los restos. Así podremos asegurar que el grotesco no va a volver. Y si vuelve, será en piezas muy, muy pequeñas.
—¿Y la armadura de Vile?
Skulduggery dudó.
—La tiene Thurid Guild. Aparentemente, pretende esconderla donde nadie pueda usarla de mala manera nunca más.
—¿Y lo crees?
—Creo que la va a esconder hasta que le encuentre un uso.
Valquiria se levantó y se quedó al lado de Skulduggery.
—¿Todavía estás despedido?
—Sí, lo estoy.
—Pero ¿no se dan cuenta de que fueron su codicia y su estupidez las que ayudaron a Vengeus a escapar?
Skulduggery movió la cabeza.
—¿Quiénes? No hay nadie. Guild es el Gran Mago, él es el que manda. No hay nadie para vigilar al vigilante, Valquiria.
—Estamos nosotros.
El se rió.
—Supongo que sí.
Una ráfaga de aire le quitó la capucha.
—¿Y qué vas a hacer?
—Voy a hacer lo que hago siempre: resolver crímenes y salvar al mundo, normalmente con unos pocos segundos para actuar. Aunque, por supuesto, esta vez estabas tú para salvar al mundo por mí. Buen trabajo.
—Gracias.
—Nos acostumbraremos. No será fácil actuar sin el apoyo del Santuario, pero nos las apañaremos. Hay algo más importante detrás de esto. Esto no ha terminado.
El pelo de Valquiria estaba pegado a su cabeza, y el agua le chorreaba por la cara.
—Los misteriosos jefes de Sanguine.
—Sí. Alguien está trabajando por detrás, manteniéndose en el anonimato. Pero me temo que el tiempo se está acabando, y tenemos que estar preparados para lo que venga después —él la miró—. Vienen tiempos difíciles para nosotros, Valquiria.
—Es lo que siempre hacen los tiempos difíciles.
Con la lluvia y el viento, ella casi no lo sentía, pero vio la manera en la que Skulduggery movía la cabeza y examinó las sensaciones que el aire le traía hasta su piel. Las corrientes de aire se arremolinaron y se retorcieron, pero había algo detrás de ellos que el aire golpeaba, igual que el mar golpeaba el muelle.
Se dieron la vuelta lentamente, y vieron al vampiro. Sus brazos eran vigorosos y las venas le sobresalían de la húmeda y blanca piel. Estaba hambriento, y tenía dificultad para respirar. Pero había sobrevivido, y ahora estaba buscando su primera víctima. Sacó sus colmillos y agudizó sus ojos negros. Sus músculos se tensaron.
Corrió hacia ellos bajo la lluvia. Skulduggery buscó y sacó el revólver de su abrigo. Valquiria encendió una llama en la palma de su mano y se preparó, una vez más, para luchar.