HIÑA tenía el cuerpo cubierto de tatuajes negros. Vengeus tiró a Valquiria al suelo, y todos vieron cómo China se lanzaba al ataque. Sus tatuajes se volvieron verdes bajo sus andrajosos pantalones y ella se volvió borrosa, arreglándoselas para atravesar las sombras de Vengeus.
Él la maldijo y la emprendió a golpes, pero ella era demasiado rápida y se estaba acercando. Algunos de sus tatuajes se volvieron rojos. China agarró a Vengeus y le pegó un puñetazo que lo elevó por los aires.
Las sombras lo rodearon e hicieron que aterrizara suavemente, y luego fueron a por China. Ella juntó las manos y los tatuajes de las palmas se tocaron y se mezclaron, produciendo una barrera amarilla. Las sombras golpearon la barrera y China se asustó, pero consiguió resistir.
Las sombras alrededor de Skulduggery comenzaron a deshacerse, mientras Vengeus enfocaba su atención hacia otras cosas. Skulduggery se liberó y cayó al suelo. Corrió hacia Valquiria y la agarró del brazo.
—¡Tenemos que salir de aquí! —dijo con urgencia.
—Pero podemos ayudar a…
—No podemos detenerlo, es demasiado poderoso.
—¿Nos vamos a retirar?
—No nos retiramos, solo caminamos en otra dirección. Sígueme y mantente en silencio.
Corrieron hacia el edificio principal del hospital. Valquiria volvió la vista hacia la batalla y vio un escuadrón de sombras rodear a China y atacarla. La barrera se estaba debilitando. China se puso de rodillas, con las manos todavía unidas.
Valquiria se agarró a Skulduggery, el aire se agitó y ascendieron hasta el tejado.
—¡No podemos dejarla ahí! —dijo Valquiria mientras huían.
—Estoy de acuerdo —dijo Skulduggery—. Pero no podemos vencerlo si lleva esa armadura, eso es seguro. Necesitamos encontrar una manera de quitársela.
—¿Cómo? Pero si la única forma de quitarle esa armadura es acercándonos a él, ¡y no podemos atravesar todas esas sombras!
—Exacto. Tenemos que engañarlo.
Saltaron desde el tejado por el otro lado, aterrizando al lado del todoterreno, y encontraron lo que Skulduggery estaba buscando.
—Ah —dijo Valquiria—. Muy listo.
—Naturalmente.
Valquiria volvió a atravesar el tejado. La batalla había terminado. Un montón de hendedores inconscientes yacían por todos lados, el grotesco estaba todavía intentando recuperarse, y China estaba de rodillas, herida. El barón Vengeus estaba de pie detrás de ella, mirándose las manos recubiertas por la armadura.
—Comprendo por qué alguien quiera elegir la Nigromancia —decía Vengeus—. Tiene sus limitaciones, por supuesto, pero solo por la enorme emoción de usarla contra los enemigos…
»Yo luché al lado de Vile durante la guerra. Nunca me gustó. Era… diferente. Tenía muchos secretos. Pero yo sabía que era poderoso. Solo que no sabía cuánto. Nada comparado con los Sin Rostro, obviamente, pero aun así… era potente. Y ahora, ese poder es mío.
—Tú no estás… —murmuró China.
—¿Cómo dices? No te he oído bien.
Valquiria permaneció en silencio y siguió acercándose.
—Tú no estás a su altura —dijo China, buscando la fuerza para hablar—. Vile… era extraordinario… Tú solamente llevas puesta su ropa.
—Yo he heredado y ejerzo su poder —dijo Vengeus—. Yo ejerzo ahora el poder de la Nigromancia.
—No es tuyo —dijo China, y se rió, a pesar del horrible dolor que padecía—. Tienes razón, Vile era diferente. Podía haber usado su poder para… para cambiar el mundo… Pero ¿tú, barón? No sabrías ni por dónde empezar.
La sonrisa victoriosa se había borrado de la cara del barón.
Y acumulaba oscuridad en sus manos.
—Debería haberte matado hace años —dijo.
La oscuridad golpeó a China y le dio varias vueltas. Entonces Billy-Ray Sanguine emergió del suelo detrás de Vengeus con Skulduggery aferrado a su espalda y apuntándole a la cabeza con el revólver.
Skulduggery empujó a Sanguine y cogió su arma, agarrando rápidamente a Vengeus por el cuello antes de que ni siquiera pudiera darse la vuelta. Valquiria saltó del tejado y desplazó el aire de debajo, mientras Sanguine se ponía de nuevo en pie. Ella aterrizó y apuntó, extendió la mano y él volvió a caer al suelo.
Vengeus intentó darse la vuelta violentamente, pero Skulduggery no lo soltó. Valquiria oyó un pequeño clic entre todas las maldiciones que salían de la boca de Vengeus, y vio que la parte de la armadura que recubría el pecho se había abierto y una nube de oscuridad empezaba a salir de ella.
Vengeus gritaba de rabia y trató de quitarse a Skulduggery de encima, pero este lo tenía bien agarrado. Skulduggery tiró el escudo del pecho al suelo y Vengeus se cayó hacia delante. La oscuridad se escapó de la armadura y se disolvió en el aire de la noche.
Vengeus extendió la mano y las sombras atacaron a Skulduggery, pero ya eran débiles e inofensivas. Skulduggery las apartó y golpeó a Vengeus en el esternón. Vengeus jadeó y se tambaleó, intentó controlar las sombras, pero estas ya se habían disipado definitivamente. Skulduggery se volvió a acercar a él y lo golpeó con el codo en las costillas, y luego un poco más abajo, en los riñones. Las rodillas de Vengeus se tambalearon y aulló de dolor.
Algo se movió junto a Valquiria y esta se giró justo cuando Sanguine se abalanzaba sobre ella. El la levantó en el aire y la estampó después contra el suelo. Se quedó mirándola justo encima de ella, pero Valquiria le pegó un puñetazo en la rodilla. Se hizo daño, pero más le hizo a él. Se dio la vuelta e intentó levantarse; sin embargo, él la agarró otra vez, atenazando su garganta.
Ella le daba puñetazos en la tripa y en la mandíbula, pero él los esquivaba y sonreía, estrechando los dedos alrededor de su cuello. Ella le sacudió en la nariz y él aulló. Le agarró su dedo meñique y se lo retorció, y Sanguine volvió a chillar, soltándola. Ella le pateó en la ingle, y él fue a alcanzarla, pero el dolor le hizo doblarse.
Vengeus intentó hechizar a Skulduggery con un truco que desgarraba los músculos y los tendones de un hombre que tuviera músculos y tendones. Skulduggery se libró fácilmente y puso en movimiento sus codos, estampándolos como balas en el cuerpo y la cara de Vengeus.
Sanguine gimió de dolor e intentó levantarse, pero Valquiria lo agarró desde atrás, poniéndole su propio puñal en la garganta.
—Así que ahí estaba —dijo él intentando apartarse de la cuchilla, pero Valquiria lo sujetó con fuerza.
—Ni intentes hacer tu truco de desaparición ahora —le advirtió—. Como vea que el suelo se empieza a agrietar, estás muerto.
El soltó una risa seca.
—No puedes matarme, cariño. Tú eres una buena chica. Eso sería asesinato.
Ella presionó la hoja del puñal más fuerte.
—¿Quieres comprobar ahora mismo cuánto me importa?
Valquiria volvió la vista mientras Vengeus recogía su espada, que relució con la luz de la luna. Skulduggery le agarró la mano derecha para protegerse, pero la espada le atravesó el brazo.
Gritó y cayó hacia atrás, y se le cayó el brazo al suelo, todavía envuelto en la manga de la camisa. Vengeus pateó el brazo y Skulduggery cayó al suelo. Vengeus se quedó de pie sobre él, con la espada preparada.
—¡Barón! —gritó Valquiria. El la miró, deteniéndose al ir a clavársela a Skulduggery—. ¡Baja la espada!
Vengeus se rió.
—¿O qué? ¿Le cortarás la garganta a Sanguine? Adelante.
—No estoy bromeando. Lo haré.
—Te creo.
—Haré lo que sea —rogó Sanguine—. Me marcharé, no volveré nunca más, no volverás a verme, lo juro.
Vengeus lo miró disgustado.
—Intenta morir con un poco de dignidad, maldito miserable.
—¡Cállate, viejo! —gritó Sanguine.
Vengeus soltó una carcajada.
—Mira hacia arriba, niña. Es casi la hora.
Valquiria miró hacia arriba, hacia la luna llena. La sombra de la Tierra ya la había cubierto casi por completo.
—¿Lo sientes? —preguntó Vengeus—. El mundo está a punto de cambiar.
Valquiria sintió que una mano se cerraba sobre ella y, de repente, Sanguine se retorció, ella pasó por encima de su hombro derecho, cayó al suelo y el puñal se le fue de la mano. Se dio la vuelta, preparada para defenderse, pero Sanguine echó un vistazo a la situación, luego volvió a mirarla a ella, recogió el puñal, lo metió en su bolsillo y se hundió en el suelo.
Vengeus sonrió a Valquiria, y luego bajó la vista hacia Skulduggery.
—¡El eclipse está casi sobre nosotros, abominación! Los Sin Rostro están viniendo. Todo lo que había planeado, todo lo que he soñado, se está haciendo realidad. Has fallado.
—No, todavía no —murmuró Skulduggery.
—¿Y qué piensas hacer? —se burló Vengeus—. ¿Tienes alguna sorpresa inteligente guardada en la manga? Ten cuidado, ahora solo tienes una.
—Entonces, para mi próximo truco… —dijo Skulduggery, y luego dudó—. ¡Ah, mierda, ahora no puedo pensar en algo inteligente que decir! ¡Valquiria!
Valquiria movió los dedos y lanzó una bola de fuego que impactó de lleno en el pecho de Vengeus, y la ropa que llevaba debajo de la armadura se prendió. Vengeus la maldijo e intentó usar las sombras para extinguir las llamas. Su revólver rodó por el suelo hasta la mano izquierda de Skulduggery y este disparó.
La espada se le cayó al suelo. La sangre empezó a chorrear del pecho quemado de Vengeus y este solo podía mirar a las cuencas vacías de los ojos de Skulduggery.
—Pero… no es así como debo morir —dijo débilmente—. Así no… No a tus manos… Tú eres… tú eres una abominación.
—Soy muchas cosas —dijo Skulduggery, y dejó caer su arma.
Vengeus se tambaleó hacia atrás. Vio a Valquiria y fue a alcanzarla. Pero no tenía fuerzas.
Ella lo empujó y Vengeus cayó.
Se dirigió hacia el grotesco.
—Diles que lo siento —susurró Vengeus—. Les he fallado…
El grotesco movió la mano y tocó la cara de Vengeus. Parecía incluso tierno, hasta que la mano lo agarró y lo retorció, y la cabeza del barón se partió y cayó hacia un lado. Lo soltó y el cuerpo cayó al suelo, inerte.
El grotesco hizo fuerza con los pies. El último rayo de luna se convirtió en sombra. El grotesco se puso en pie y, aunque parecía inestable, no se cayó.
Skulduggery intentó levantarse, pero no pudo. Movió los dedos, pero no saltó ninguna chispa.
—Bola de fuego… —le dijo a Valquiria. Su voz sonaba débil—. Dispara una bola de fuego al cielo. Es nuestra última oportunidad.
Ella frunció el ceño, sin entender lo que Skulduggery le estaba pidiendo, pero obedeciendo sin pensárselo dos veces. Con el dedo pulgar presionó el índice y se rozaron con un clic. La fricción soltó una chispa, y ella cogió la chispa con la palma de la mano y creó una llama. Le dio energía, la hizo crecer, movió el aire y la lanzó. La bola de fuego subió al cielo nocturno, reluciendo con más brillo en la parte delantera. Y luego se deshizo y se apagó. Ella miró de nuevo a Skulduggery.
—Con eso debería bastar —murmuró él, y se desmayó.
—¿Qué hago ahora? —preguntó ella, pero él no respondió.
Valquiria cogió la espada de Tanith y miró al grotesco.
—¡Eh! —le dijo. El grotesco se volvió y ella se quedó helada. Todos los demás habían caído. Estaba sola.
—Te he sobreestimado —dijo una voz, y Valquiria se dio la vuelta. Torment se le acercó, pasando por encima de los cuerpos de los hendedores—. Te he sobreestimado en todo. Pensaba que serías capaz de controlar esto tú sola.
La bola de fuego. Tenía que haber sido una señal, llamando a la última pieza de refuerzo que tenían. Valquiria se preguntó qué habría tenido que aceptar Skulduggery para conseguir los servicios de Torment. Y estaba bastante segura de que no sería nada divertido.
—Vete —dijo el viejo—. No me gusta estar tan cerca de ti. Déjame hacerme cargo de esta criatura.
—Yo no voy a ninguna parte —dijo Valquiria, con las palabras arañándole la garganta.
—Entonces, échate a un lado —dijo él— y deja que yo arregle tu desastre.
—¿Mi desastre?
—Esta monstruosidad no estaría viva de no ser por ti y por la sangre que tienes en las venas. Tu simple existencia es una amenaza para cualquier cosa viviente de este planeta.
Como sabía que no tenía tiempo ni argumentos para ganar esa discusión, se apartó. Observó mientras el apestoso líquido chorreaba de los ojos, las orejas, la nariz y la boca de aquel hombre. Vio cómo sus brazos y piernas se volvían largos y negros, y cómo las patas de araña emergían de su ya rota camisa. Vio cómo se le abría un ojo en mitad de la frente y su cuerpo se levantaba del suelo. Y vio a la araña-Torment mirar al grotesco con una mirada despiadada.
—Hola, monstruo —dijo, y vomitó negrura.
La negrura golpeó al grotesco y este se tambaleó, mientras la oscuridad crecía y se convertía en miles de arañas. El grotesco retrocedió, cubierto de arañas que le atacaban como si fueran una sola.
El grotesco cogió una de las arañas con su gigantesca mano derecha y apretó, y la araña reventó. La araña-Torment se dirigió hacia el grotesco y le golpeó con su pata delantera, sorprendiéndolo por la espalda. El grotesco cayó al suelo, aplastando a las arañas que había debajo, y la araña-Torment hizo fuerza con las patas. Las puntas de las dos patas delanteras atravesaron al grotesco, fijándolo donde yacía.
Y entonces se desvaneció. El aire que había encima de la araña-Torment se abrió y el grotesco se echó encima de la espalda de la gigantesca araña. Esta se encabritó, intentando deshacerse de su atacante, pero el grotesco la tenía ahora en su poder. Valquiria vio salir el pincho, pero su punta había sido cortada, así que era inútil contra las armaduras de la araña-Torment.
La araña-Torment maldecía, aunque el pánico convertía estas palabras en gritos. El grotesco alargó su brazo derecho y lo pasó por el cuello de la araña, tirando de ella y haciendo que se encabritara aún más. La araña-Torment se tambaleó entre los cuerpos de los hendedores y el grotesco tiró aún más fuerte. La araña cayó sobre su espalda y quedó patas arriba, moviendo sus ocho extremidades en el aire. El grotesco se levantaba muy lentamente, pero de todas maneras se estaba levantando. La araña-Torment, sin embargo, era incapaz de darse la vuelta.
—¡Ayúdame! —exclamó.
Valquiria tenía la espada en la mano. Si podía llegar antes de que el grotesco terminara de levantarse, tendría alguna oportunidad. Pero sus piernas no se movían.
Torment se estaba encogiendo. Sus patas de araña se estaban introduciendo en su cuerpo; sus brazos y piernas volvían a tener su forma habitual y la negrura se absorbía por los poros de su piel. Valquiria observaba la carrera entre Torment, intentando reconvertirse en su forma humana para poder ponerse en pie, y el grotesco, que ahora estaba apoyado sobre una rodilla y esforzándose por levantarse.
El grotesco ganó la carrera por tres segundos. Miró a Torment, ahora convertido en un hombre viejo y pálido, completamente indefenso. Su enorme mano derecha se movió hacia él, agarró al hombre por el pelo y lo levantó. Torment aulló de dolor.
Valquiria se miró la pierna y deseó moverla. Un paso. Todo lo que necesitaba era dar un paso, el primero, y el resto ya iría solo.
Su pierna se movió.
El grotesco movió el brazo y Valquiria oyó un sonido desgarrador, y Torment salió volando.
El grotesco se quedó con el cuero cabelludo de Torment en la mano, y lo tiró también. Se volvió hacia Valquiria mientras ella arremetía, manejaba la espada y le cortaba su brazo izquierdo. El grotesco fue a por Valquiria, pero esta se agachó y se dio la vuelta, usando la espada de la manera que Tanith le había enseñado, y la hoja se hundió en un flanco del grotesco y le hizo un gran corte.
Valquiria dio un brinco hacia atrás, sujetando la espada con las dos manos, mirando la herida que acababa de provocar. Observó cómo la piel intentaba reformarse, intentaba cicatrizar, y luego se detuvo completamente.
El grotesco rugió.
Su brazo derecho se alargó hacia Valquiria. Una de las tiras se enrolló alrededor de su tobillo y la hizo caer al suelo, y las otras la golpearon. Una garra le desgarró la mejilla y sintió cómo se empapaba la cara con su propia sangre.
Se echó hacia delante y su espada cortó la tira que tenía enroscada en el tobillo. El grotesco retrocedió, enrollando las tiras, intentando restituir la forma de brazo. Pero le faltaba el dedo central.
Valquiria pegó un salto, pasando la espada diagonalmente a través del pecho del grotesco, dividiéndolo en partes y dejándole la caja torácica abierta por la mitad.
Le dio otro golpe a la mano izquierda del grotesco y esta cayó al suelo.
El grotesco se echó hacia atrás, sacudiéndose para mantenerla alejada. Ella esperó su oportunidad y volvió a abalanzarse. La espada se clavó entre la destrozada caja torácica y el grotesco se puso tenso. Valquiria sujetó la empuñadura con las dos manos y apuntó hacia abajo, hacia el corazón, empujó hasta el fondo y retorció la espada. El grotesco soltó un alarido.
El grito golpeó a Valquiria como un puño y al grotesco le empezó a brotar oscuridad de las heridas. Chorreó encima de Valquiria y sus piernas se debilitaron y se derrumbó. Sentía la oscuridad que la atravesaba, atormentando su cuerpo dolorosamente. Su columna se arqueó. Por la cabeza le pasaban imágenes, imágenes de la última vez que había estado agonizando. Cuando Serpine la señalaba, sus ojos verdes se empezaban a deshacer y su cuerpo se convertía en polvo.
Sus músculos empezaron a sufrir espasmos, se retorcía e intentaba gritar.
Y entonces, la oscuridad se alejó y ella abrió los ojos llenos de lágrimas.
Engulló todo el aire que pudo.
—¿Estás bien? —oyó que Skulduggery le preguntaba desde algún lugar lejano, en la distancia.
Ella levantó la cabeza. El grotesco estaba en el suelo, inmóvil. Algunos trozos de oscuridad todavía salían de su cuerpo.
Se dio la vuelta y se apoyó en el codo.
—¡Au! —gritó—. ¡Eso duele!
Skulduggery se le acercó lentamente. Había recogido su brazo amputado y ahora lo sujetaba delante de ella.
—Aquí —dijo—. Déjame que te eche una mano.
Ella decidió no responder a esa terrible broma, y decidió levantarse ella sola. Se tocó la cara y sintió la sangre que todavía le salía de la herida. Tenía la mejilla entumecida, pero sabía que eso no duraría. El dolor le volvería en cualquier momento.
—¡No hemos muerto! —dijo ella.
—Por supuesto que no. Yo soy demasiado listo como para morir, y tú eres demasiado bonita.
—¡Claro que soy bonita! —dijo Valquiria, apañándoselas para sonreír.
—Vaya, vaya —dijo una voz familiar detrás de ellos.
Ellos se dieron la vuelta.
—Mirad lo que habéis hecho —dijo Sanguine meneando la cabeza con una severidad burlona—. Habéis echado a perder nuestro pequeño e insidioso plan. Habéis salido triunfantes y victoriosos. Malditos seáis, bienhechores, malditos seáis.
—No parece que te moleste haber perdido —dijo Valquiria.
El se rió, se quitó las gafas de sol y empezó a limpiarlas con un pañuelo.
—¿Qué? ¿Piensas que esto se acaba aquí? ¿De verdad te crees que esto ha terminado? Cariño, esto acaba de empezar. Pero no te inquietes, os veré a los dos de nuevo, y muy pronto. Cuidaos, ¿vale?
Volvió a ponerse las gafas mientras el suelo de debajo de sus pies empezaba a agrietarse, y mientras se hundía, le mandó un beso a Valquiria.
Después, cuando se aseguraron de que no iba a aparecer de nuevo, Skulduggery miró a Valquiria.
—Así que el plan nos ha salido bien —dijo.
—Skulduggery, tu plan consistía en, y cito textualmente, «acerquémonos y luego veremos lo que pasa».
—Es igual —dijo—, me parece que todo ha salido mejor que bien.