EL ENFRENTAMIENTO CON VENGEUS

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L grotesco se sacudió y arremetió contra tres hendedores, que salieron volando. Pero había más para ocupar su lugar.

Skulduggery y Valquiria permanecieron juntos. Tanith se ató su brazo roto. Bliss se había quedado atrás para coger aire.

Vieron a los hendedores atacar, un panorama digno de contemplarse. Se movían como un perfecto equipo, silenciosamente y sin recibir órdenes. Sabían lo que tenían que hacer, y se apoyaban los unos a los otros, compensando las heridas, reforzándose y evitando las distracciones. El grotesco no tenía ni un momento para recuperarse.

Valquiria vio que la protuberancia de su muñeca izquierda se contraía, escupiendo ácido. Alcanzó a un hendedor de lleno en el pecho y este cayó al suelo, intentando quitarse el abrigo, pero murió antes de conseguirlo.

El brazo derecho del grotesco se extendió de nuevo y las cinco garras se clavaron en otro hendedor; después se retrajo.

El soldado salió volando por los aires como una muñeca de trapo.

Un tajo en un tendón del grotesco le hizo tambalearse. Otro, a lo largo de su espalda, salpicó el suelo de sangre negra. Arremetió salvajemente, pero no consiguió golpear nada más que aire, y cayó sobre una rodilla. Los hendedores se abalanzaron sobre él mientras intentaba recuperarse.

Y justo cuando las cosas iban bien, todo se torció.

Oyeron una voz detrás de ellos.

—¡Paganos! —y se dieron la vuelta.

El barón Vengeus había vuelto.

Estaba en el mismo tejado en el que ellos se encontraban unos momentos antes, y las sombras daban vueltas a su alrededor con gran agitación. Su armadura cambió de forma, se volvió afilada y, cuando él caminó hacia delante, las sombras serpentearon sobre el borde. Dio una zancada en la oscuridad, y la oscuridad lo bajó hasta el suelo del patio.

Los hendedores interrumpieron su ataque. El grotesco estaba apoyado sobre sus rodillas. Su cuerpo intentaba cicatrizar los cortes que había sufrido. No se levantó.

—¡Cómo os atrevéis! —bramó Vengeus mientras caminaba hacia ellos—. ¡Pero cómo os atrevéis a atacar a un dios viviente!

—No es un dios —dijo Skulduggery—. Y no vivirá por mucho tiempo.

Valquiria miró más de cerca las sombras que envolvían a Vengeus. Parecían un manojo de oscuridad que lo seguía a todas partes. De repente, la oscuridad se abrió y dejó marchar a su cautiva. China Sorrows cayó al suelo. Vengeus la dejó allí tirada a su paso.

Bliss se le acercó.

—¡No vas a dar ni un paso más! —dijo Bliss.

—¡Entonces, detenme! —escupió Vengeus.

—Esa es mi intención —dijo Bliss, y le propinó un puñetazo.

Vengeus levantó una mano, recogiendo las sombras para formar una barrera protectora. Bliss golpeó la barrera y todos oyeron cómo se le rompían los nudillos.

La armadura de Vengeus volvió a cambiar de forma, reforzando los puños del barón, y él sonrió mientras sacudía un puñetazo a Bliss.

El golpe le dio a Bliss en la barbilla, elevándolo y mandándolo al suelo de espaldas.

Skulduggery apuntó con su revólver y disparó, intentando acertar en la cabeza. Las sombras se convirtieron en una densa nube que cubrió la cara de Vengeus, tragándose las balas y escupiéndolas hacia fuera de nuevo. Cuando el arma quedó vacía, las sombras se disiparon.

—Bueno, parece que eso no funciona —murmuró Skulduggery.

—¡Hendedores —gritó Tanith agarrando su espada—, tenemos un nuevo objetivo!

Tanith empezó a correr hacia delante y los hendedores se lanzaron al ataque.

Vengeus sostenía su brazo recto.

—¡Oh, maldita sea! —fue todo lo que Skulduggery tuvo tiempo de decir antes de que una ola de oscuridad emanara de la mano de Vengeus y chocara contra Tanith y contra los hendedores.

Skulduggery cogió a Valquiria y la arrastró hacia abajo. Y la oscuridad pasó rozando por encima de sus cabezas. Ella vio a todos desplomarse al suelo, inconscientes.

Hubo un momento de silencio, y luego Vengeus alargó el brazo y un rayo de sombras envolvió a Skulduggery y tiró de él.

Valquiria sintió algo que la agarraba fuertemente por el tobillo y la arrastraba por el suelo hasta el centro del patio. La sombra la soltó al lado de Skulduggery. Vengeus los miró desde arriba.

—Estoy casi impresionado. Habéis conseguido herir al grotesco de verdad. No pensaba que fuerais capaces de semejante hazaña.

—Estamos llenos de sorpresas —dijo Skulduggery, y pegó un salto. Una corriente de sombras volvió a tirarlo al suelo. El se quejó y se dio la vuelta—. Esa, obviamente, no era una de ellas.

—Ninguno lo habéis entendido todavía, ¿verdad? —dijo Vengeus—. No sois ninguna amenaza. Yo soy el hechicero más poderoso de este planeta. Cuando los Sin Rostro vuelvan, yo mandaré junto a ellos. ¿Qué podréis hacer para impedírmelo?

Skulduggery se puso en pie, y Valquiria hizo lo mismo.

—Barón Vengeus —dijo Skulduggery—, quedas arrestado.

Vengeus soltó una carcajada. Valquiria miró detrás de él: China se acercaba sigilosamente. Sus pantalones blancos estaban hechos trizas, y su chaleco estaba manchado de sangre.

—Estamos llegando al final —dijo Vengeus—, y yo me pregunto: ¿vosotros, a diferencia de China, habéis aprendido la lección? ¿Estáis preparados para aceptar que el mundo pertenece a los Sin Rostro? ¿Estáis preparados para venerar su nombre?

—Ellos todavía no están aquí, barón —dijo Skulduggery.

—Pero están en camino. Tenéis que aceptarlo. El grotesco los llamará y ellos conocerán el camino de vuelta. Y, corregidme si me equivoco, vosotros os habéis quedado sin refuerzos.

—¿Quién dice que los vayamos a necesitar? —preguntó Skulduggery, y extendió la mano de golpe. El aire se encabritó, pero Vengeus se hizo a un lado y movió su brazo. Una ola de oscuridad golpeó a Skulduggery y le hizo caer al suelo.

Valquiria se agachó ante el golpe de la ola y recogió del suelo varios trozos de escombros. Juntó las manos, actuando instintivamente, e hizo que el aire que las rodeaba las elevara y las lanzara contra Vengeus como si de balas se tratara. Él envió a las sombras para interceptarlas y los escombros explotaron en una nube de polvo. Luego señaló a Valquiria y las sombras se estamparon contra ella.

—Es tan, tan fácil… —dijo Vengeus con una gran sonrisa burlona.

Las sombras fueron a por ella de nuevo, rodeándola, levantándola del suelo y arrastrándola, y luego la estamparon contra la pared. Ella sintió la fría oscuridad atravesar su ropa e intentó moverse, pero no pudo.

Skulduggery se golpeó contra la pared que tenía al lado, empujado por las sombras.

—Tú no eres nada sin esa armadura —dijo.

Vengeus sonrió a sus prisioneros mientras se acercaba a ellos.

—¿Es ahora cuando me aguijoneas? ¿Cuando insultas a mi honor? Esta armadura es un arma, abominación. No sería lógico que me deshiciera, de mi arma antes de la matanza; le estaría dando una oportunidad a mis oponentes. Si mi enemigo está débil, entonces será eliminado. Esa es la manera en la que hacemos las cosas los dioses oscuros.

—¡Por favor, no me mates! —soltó Valquiria.

—¡Valquiria! —dijo Skulduggery—. ¡No te preocupes, te voy a sacar de esta!

—El no te va a sacar de nada —dijo Vengeus—. Parece que has elegido el lado equivocado, cariño.

—¡Entonces me cambiaré de lado!

Vengeus sonrió, entretenido.

—¿Oyes eso, abominación? Al enfrentarse con la realidad de la situación, tu protegida decide abandonarte.

Skulduggery sacudió la cabeza.

—Valquiria, escúchame…

—¿Qué? —continuó Valquiria—. ¿Me vas a decir que todo va a ir bien? ¿Me vas a pedir que sea valiente? ¡Él nos va a matar! Barón, por favor, ¡no quiero morir! ¡Deja que te lo demuestre! ¡Déjame que lo mate por ti!

—¿Que te deje hacer qué? —exclamó Vengeus—. ¿Matar a tu mentor? ¿Asesinarlo a sangre fría?

—No es asesinato si ya está muerto.

Vengeus consideró la propuesta.

—Supongo que hay cierta poesía en ello. Muy bien, señorita Caín. Te has merecido ser quien lo mate.

Las sombras se retiraron y soltaron a Valquiria en el suelo. Se limpió bien los ojos con la manga de la camisa y miró a Skulduggery, que estaba colgando casi sin fuerzas.

—¿Cómo pretendes matarlo? —preguntó Vengeus.

—Creo que sé cómo —contestó ella—. El dijo algo, hace tiempo. Dijo algo sobre su punto débil.

Vengeus le hizo un gesto para que pusiera manos a la obra, y ella se acercó a su lado.

Se colocó delante de Skulduggery y levantó los brazos.

—Lo siento —dijo.

Valquiria cerró los ojos, puso las manos en forma de garras y apretó los brazos contra su cuerpo, haciendo que el aire diera vueltas a su alrededor. Entonces se dio la vuelta hacia Vengeus, pero él le empujó los brazos, la agarró por el cuello y la levantó del suelo.

—¿De verdad creías que yo era tan ingenuo? —se reía Vengeus mientras ella le daba patadas en la armadura—. Menudo intento tan ridículo. Si esto es lo mejor que te ha enseñado esa abominación, realmente deberías haber pedido un profesor mejor.

Valquiria cerró las manos sobre las muñecas de Vengeus y se levantó ella misma, aliviando la presión sobre su garganta por un momento.

—Tú eres un militar —consiguió decir—. Deberías reconocer una trampa cuando la ves.

—Ah, que esto es una trampa… Me has distraído lo suficiente para colocarme en la posición perfecta, ¿es eso? —dijo Vengeus burlándose.

—Justo —contestó ella—. Y ahora llega el momento en que me lanzo al ataque y te fulmino.

El se rió otra vez.

—Bueno, perdona la expresión, señorita Caín, pero ¿tú y qué ejército?

Valquiria le sonrió, le soltó una muñeca y señaló por detrás de su hombro.

—Ese de ahí —dijo.

El se dio la vuelta mientras China Sorrows se acercaba por detrás.